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Por Policarpo de la Garza

Desde el Cerro de la Silla

En semanas pasadas su humilde servidor tuvo la oportunidad de viajar por un par de ciudades de los estados unidos y de presenciar diferentes espectáculos, de índole cultural, deportiva, social y hasta religiosa. Sin embargo, fue el beisbol el que llamó poderosamente mi atención, pues me hizo recordar una de las tradiciones más antiguas y representativas de la ciudad de Monterrey. Que tristemente se han ido perdiendo con el tiempo y con la invasión mediática del futbol. El rey de los deportes, el beisbol, sigue siendo parte de la vida en Monterrey.

Monterrey, la ciudad industriosa y pujante que usted estimado lector, ya comienza a conocer, fue pionera en América latina, en la práctica de este deporte típicamente estadounidense, en la parte final de la década de 1930 los primeros equipos amateurs comenzaban a organizarse en ligas empresariales y se empezó  a arraigar de forma importante en la cultura de la ciudad. Lo que derivó unos años más adelante, ya en la década de 1950 en la formación del primer equipo de ligas pequeñas en México, la liga Industrial, que a pesar de no contar con patrocinios o respaldo económico, logró avanzar en todas las rondas eliminatorias del torneo hasta llegar al máximo evento “La serie mundial de ligas pequeñas” que se disputa anualmente en Williamsport, Pennsylvania. Con tal suerte, que el equipo de pequeños jugadores mexicanos llegaron a la final del certamen y se coronaron campeones del mismo con una historia que pareciera ser sacada de un cuento. El lanzador ambidiestro mexicano Ángel Macías, había tirado un juego perfecto en la final del torneo, una hazaña que no se había presentado jamás y que 55 años más tarde nadie ha repetido. Igual de impactante resultó que al año siguiente el misma liga Industrial de Monterrey, con repitiera el campeonato en este torneo.

Para ahondar en la historia de estos pequeños héroes de 12 años de edad me permito recomendar el libro “Los pequeños gigantes” de César L. Faz quien además era el mánager de este equipo en dicha ocasión y “El juego perfecto” de William Winokur, aunque este último envuelve la historia en una narrativa más dramática y no describe fielmente ni el contexto de la ciudad, ni los eventos sucedidos, eso sí, su historia es más apta para Hollywood, que hace un par de años tomó su libro para hacer la película del mismo nombre.

En 1939, se funda en la ciudad el equipo profesional de Beisbol, se le llamó “Carta Blanca” que es la cerveza emblemática de la ciudad; desde ese año el equipo ha participado de forma ininterrumpida en la liga profesional mexicana, en 1942 el equipo cambia de nombre a “Industriales” y llega el cubano Lázaro Salazar, como mánager y jugador, ahí inicia la primera dinastía del equipo, con campeonatos en 1943, 1947, 1948, 1949, los últimos 2 campeonatos de esa generación ya bajo el nombre actual de “Sultanes”

Sin lugar a dudas la ciudad de Monterrey, era un paraíso para el beisbol. Además el futbol de manera profesional aparecería hasta 1945 con la fundación del “Club de Futbol Monterrey” y que no logró ni siquiera acercarse un poco a los logros obtenidos por el beisbol en la ciudad.  Sin embargo, después del posterior campeonato de 1962 de los Sultanes, el beisbol local comenzó a estancarse, las grandes satisfacciones comenzaron a ser cosa del pasado y de las pláticas de los padres a sus hijos y de los abuelos a sus nietos; surgió en la ciudad un segundo equipo de futbol y a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 este deporte comenzó a arrebatarle atención al beisbol por los logros obtenidos y justo por esa época comenzaba ya una invasión mediática impulsando frenéticamente al futbol y dejando de lado al beisbol. A nivel nacional México vivió dos mundiales de futbol en 16 años (1970 y 1986) y la atención al futbol ya era total.

Pero el beisbol en esta tierra tiene algo de magia y justo en 1986 llega a la presidencia de los Sultanes, el Ing. José Maíz García, quien fuera el jardinero izquierdo de aquel equipo de niños de 12 años que fueron campeones del mundo de ligas pequeñas, de su mano, el equipo comenzó una renovación total. Se construyó el “Estadio de beisbol Monterrey” que es el estadio de beisbol más funcional de América latina y el segundo con más capacidad en dicha región. Los sultanes retoman el protagonismo en la liga jugando playoffs y finales de manera repetida, y obteniendo títulos en 1991, 1995 y 1996 además la directiva trajo partidos de ligas mayores a la ciudad tanto de pretemporada como de temporada regular, el beisbol estaba resucitando como parte de la vida en Monterrey.

Vino un estancamiento nuevamente a principios del nuevo milenio, pues el equipo siguió siendo protagonista pero no podía concretar campeonatos y los equipos de futbol comenzaron a ser protagonistas. Pero algo se encendió en la temporada de 2007 cuando los Sultanes volvieron a la final y la llevaron al máximo del dramatismo, coronándose en 7 juegos, la ciudad parecía haber recordado finalmente porque fue el beisbol su primer amor. Las entradas en el estadio de beisbol empezaron a mejorar, los directivos crearon promociones e innovaciones para hacer el espectáculo más atractivo y a pesar de que no se ha repetido el campeonato desde ese año, el estadio cada vez luce más alegre, más vivo y más regiomontano cada vez que juegan los Sultanes.

Parece que a pesar de que han pasado más de 50 años de aquella época dorada del beisbol, el susurro de las calles que vio pasar a esos niños campeones nos llama a recordar que la identidad de esta ciudad es beisbolera antes que cualquier otro deporte.

Si usted apreciable lector, llega a tener ocasión de conocer a algún regiomontano, no le pregunte de futbol, pregúntele de los Sultanes de Monterrey, se dará cuenta como a pesar de que primero pensamos en futbol, se nos llena el rostro de orgullo y satisfacción al hablar de nuestro equipo de beisbol.

¡Saludos raza!

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