Con la idea de modificar las costumbres de los bogotanos entorno al tema ambiental y de los recursos hídricos, la indígena Arhuaca Ati Quigua aspira llegar al Concejo de una ciudad que por tradición no se reconoce como un escenario pluriétnico y multicultural. Actualidad Étnica conversó con ella para conocer sus propuestas y expectativas sobre una Bogotá que siente tan suya como la Sierra Nevada de Santa Marta.

¿Cuál es el vínculo que una indígena Arhuaca tiene con la ciudad de Bogotá?

Tengo una cercanía que me liga cultural, espiritual y físicamente. Mi mamá fue la primera profesional indígena Arhuaca que tuvo la Sierra. Fui concebida y nacida en Bogotá, lo cual para nuestra cultura tiene una explicación cultural, porque el lugar donde uno es concebido y donde entierra su placenta es el primer pacto que uno hace con la tierra y con la misión que tiene que cumplir.

Desde la cultura Arhuaca ¿qué significa Ati?

“Madre de los buenos pensamientos”. Así como uno tiene una madre física, también se tiene una madre dentro de la naturaleza. Mi madre es el agua, y venir de la oscuridad significa venir del principio. Mi principio son los buenos pensamientos. Mi misión es ser como el águila, visionaria. Donde uno nace es el espacio donde uno tiene que desarrollar su tarea. Cuando nosotros nacemos, al lado de nuestra placenta sembramos un árbol; cuando miramos el bosque, vemos nuestra familia… En Bogotá está mi familia. A los tres meses de nacida, me llevaron a la Sierra y crecí con mi abuela donde aprendí ese vínculo y esa protección para con el agua, que desde nuestra concepción es la sangre de la tierra. La tierra significa mujer y fertilidad. Lo hídrico hace parte de todo este sistema de vida.

Su propuesta para los bogotanos precisamente gira en torno del agua, ¿en qué consiste esta propuesta?

Esta propuesta se enmarca desde un contexto global, nacional, distrital y local. Global, porque ya se sabe que las próximas guerras serán por el agua. En América Latina el cuarto megaproyecto que cursa es IIRSA (Interconexión Fluvial para Sur América), que tiene que ver con la adecuación de todo el sistema hídrico a hidrovías con el fin de extraer nuestros recursos naturales. Eso nos coloca en un escenario donde la permanencia cultural es cada vez más frágil. Nacional, porque cursa en el Senado una ley tendiente a privatizar, mediante la reglamentación del funcionamiento de los puertos y de los páramos. Distrital y local porque el tema para la ciudad es de vital importancia desde muchos sentidos. ¿Saben los bogotanos, por ejemplo, que Bogotá tiene la segunda tarifa más cara del mundo después de Hong Kong? Eso es producto de un modelo de administración que, mediante la concesión, establece un mecanismo de privatización del recurso. Hay que hacer una defensa del recurso, que es una defensa de lo público.

¿Cómo observa a la ciudad?

Como una ciudad articulada a una dinámica sociocultural respetuosa de la diversidad étnica, toda vez que Bogotá es la casa de todos. Ahí está la misión que se me ha encomendado, porque la misión que tiene mi pueblo es ser guardián de la vida de la vida. Hemos observado con gran nostalgia, desde las montañas, cómo los males de las ciudades se expanden como cáncer, devorando los suelos, el aire y la tierra; cómo se contamina la sangre de la tierra. Para nosotros el agua es el reflejo espiritual de las personas, entonces, lo primero es cambiar desde adentro, desde el corazón del país.

Uno de los énfasis más fuertes de la administración Mockus ha sido la recuperación de los humedales, una labor en la que se han invertido cifras significativas. ¿Qué le aportaría a un proceso que comienza a tener resultados positivos?

Los esfuerzos son importantes y le han cambiado el rostro a la ciudad. No obstante, considero que hay que agregarle una estrategia pedagógica más fuerte. El ciudadano tiene que comenzar a valorar sus espacios, y eso sólo se hace cambiando desde el interior.

¿Una propuesta en tal sentido?

Crear un centro de atracción cultural y espiritual indígena, donde estén representadas todas las etnias de Colombia. Un centro que se convierta, por ejemplo, en la punta de lanza para potenciar un centro de producción propia y autónoma. Es que es grave como en localidades como Ciudad Bolívar, Engativá o Usaquén uno de los problemas más graves se concentre en la desnutrición. ¿Por qué no pensar en un centro de producción, de acopio, un centro de seguridad alimentaria?

Volviendo al tema del agua, ¿qué hacer con el tema del río Bogotá?

Hay que hacer mayores esfuerzos en dos sentidos: primero, revisar lo de las plantas de tratamiento, porque los resultados son bastante pobres para la inversión que los capitalinos tenemos que hacer; en segundo lugar, vuelvo al tema de la educación, una educación que obviamente abarca el tema ambiental. Es la posibilidad de reorientar valores y modificar las costumbres.

¿Qué otros problemas y conflictos observa?

Bogotá es una ciudad maquillada, que tiene un problema social muy grande, pero un problema que se busca esconder, desconociendo que la ciudad es una bomba de tiempo. Bogotá, por ejemplo, tiene que prepararse para seguir recibiendo a la población desplazada. Hay problemas con los vendedores ambulantes. Bogotá debe plantear salidas no coyunturales sino estructurales. La ciudad es como una síntesis cultural, es una esponja pluriétnica.

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