Hablar de los derechos de las mujeres purépechas es citar "una utopía, pues ellas nacen, crecen y viven en la más terrible violación de estos derechos" y lo preocupante, es que se toma como un hecho normal y cotidiano debido a la ignorancia existente en esta materia. "Ha faltado voluntad política" para difundir información de esta índole, señaló Guadalupe Hernández Dimas.Durante su participación, este lunes, en la mesa redonda Derechos de la Mujer Indígena, la activista y promotora cultural dijo que hay un reclamo pendiente en ese sentido, porque "la ignorancia delimita"a las féminas de las etnias. 

 

"Ellas no saben de acuerdos internacionales" que comprometen el respeto a su integridad, aunque "sólo nosotras podremos hacerlos realidad".Conscientemente o no, los acuerdos existentes se violan cotidianamente en nuestras comunidades, agregó, y al respecto no ha habido "ninguna preocupación de las autoridades, la Iglesia o las organizaciones (civiles) para concienciar a la mujer indígena" sobre este aspecto.  Pareciera, apuntó la acreedora de la presea institucional Eréndira (recién instaurada para reconocer a quienes trabajan por la equidad de género) que existe "una intencionalidad, expresa o velada, para que ellas no sepan de sus derechos... 

 

 

Quizá provocaría trastornos sociales difíciles de controlar". Pero de haber voluntad política, se difundiría ese conocimiento. Ahora bien, para Hernández Dimas hay varios factores que determinan la desigualdad de condiciones entre las purépecha; primero, "están los hombres", que han determinado las reglas para la existencia en familia y en comunidad.

 

"Ahí, los derechos son para el hombre y las obligaciones para la mujer" -expresó-, y si bien "nosotras colaboramos a esa idea de superioridad", lo cierto es que no hay oportunidad para que ocupemos puestos de representación o cargos importantes en la comunidad. "Las purépechas no ocupan ni dos por ciento de estos cargos".

 

También está la falta de conocimiento -como señaló al comienzo- que está íntimamente relacionado con la pobreza.  Así, "en esa dependencia aberrante, se escribe la historia de las mujeres indígenas, en silencio, obedeciendo reglas no escritas, pero con gran peso moral", afirmó; no obstante, también hemos comenzando por andar, lento, un camino con pies temerosos.

 

Tememos -prosiguió la fundadora de la sociedad civil Uarhi- cuando tratamos temas tabúes, como el sexo o los derechos de la mujer, pero avanzamos. "Poco a poco, ellas han tomado conciencia de que fueron creadas en igualdad de condiciones que los hombres y que las diferencias biológicas han sido sólo eso: diferencias, no un factor para la dependencia o subordinación a la ley".

 

Por tanto, exigió: "Tenemos que ocupar los espacios que nos corresponden y exigir a la familia y al Estado un trato igualitario... Lo nuestro no es una lucha de feministas recalcitrantes. Lo que queremos, es no ir nunca atrás ni adelante, sino juntos, para construir la nueva sociedad purépecha".  Antes de ello, había dicho que el Día Internacional de la Mujer -fecha en que se enmarcó la mesa redonda que hoy nos ocupa- no es una celebración, sino un recordatorio de los pasos que nos faltan para alcanzar la equidad entre los géneros, y en esto último coincidieron las otras participantes de la mesa redonda en el Museo del Estado.

 

Yadira Gómez, economista e investigadora en temas como la participación de las mujeres indígenas en el contexto político, diría por su parte que el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994 provocó, entre otras cosas, que su voz no escuchada de las mujeres se alzara por vez primera.

 

En Michoacán, a partir de la década de los 90 -explicó-, las mujeres indígenas han comenzado procesos importantes en términos de la equidad, desde los ámbitos público y privado, y esto ha dado resultados que empiezan a verse en el contexto local y regional.

 

Esto obedece a que las féminas de las comunidades han incrementado, aunque sea en poco, el nivel de escolaridad y a que han aparecido más secundarias en las zonas indígenas; sin embargo, esta nueva participación no ha sido del todo afortunada, "porque hay muchos obstáculos y problemas, como la tradición cultural de la familia (la mujer en casa) y el que se enfrenten a cierta discriminación cuando salen de sus comunidades".

 

La también investigadora en El Colegio de Michoacán opinó que esta misma participación ha contribuido en varios aspectos: al contraponer el discurso homogéneo del Estado cuando trata a la mujer indígena, dado que cada etnia tiene caracteres muy específicos y, al contraponerse al discurso feminista, que da por hecho que todas las mujeres tienen los mismos problemas.

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