En el campo indígena, Eulalia Yagaría González y Rosa Iguarán, lideran la lista de la Alianza Social Indígena por circunscripción especial indígena a senado y cámara respectivamente. Lugar que les disputan el ya tradicional líder de los paeces en el senado, Jesús Piñacué, y Orsinia Polanco, nueva candidata de la etnia wayuú que se presenta avalada por el Polo Democrático alternativo. Así, ambas mujeres tienen probabilidades importantes de salir electas, aunque seguramente para Eulalia la competencia será más fuerte, pues pelea una curul que ha tenido nombre propio por varios períodos consecutivos. En ese sentido, la pelea de Rosa se ve más suave, pues se enfrenta a una líder de su etnia nueva en la arena política y tal vez menos reconocida en su movimiento social, que si bien tiene el respaldo de una fuerza importante -el Polo-, puede suceder que no arrastre el tradicional voto de opinión por ser la candidata de un movimiento no indígena.

 

Tuvieron que pasar trece años, y tal vez algo de desgaste en sus líderes varones, para que una fuerza tan importante como la Alianza Social Indígena, movimiento surgido de la participación indígena en la constituyente, pensara que un potencial electoral tan importante como el cultivado por Eulalia Yagarí en Antioquia, o una trayectoria de trabajo modesto y sencillo a nivel organizativo como el Rosa Iguarán, podrían tener un impacto nacional.

 

Por la vía ordinaria no hay candidatas indígenas a senado, y tres se disputan la circunscripción territorial de Bogotá a la cámara: Edith Bastidas, reconocida asesora jurídica indígena, quien se presenta con el aval del Movimiento de Autoridades Indígenas AICO, Belkis Izquierdo, quien se presenta con un partido de tendencia de derecha como Cambio Radical, pero ha dicho que no se identifica ni con la derecha ni con la izquierda, sino simplemente con lo indígena (sic) y Pastora Tarapués, indígena Pasto hermana del Senador Indígena Efrén Tarapués, también avalada por AICO.

 

Para Cámara por Tolima, reaparece una líder que ha sido Representante Suplente en la Cámara y ha venido trabajando por ocupar este cargo desde tiempo atrás, pero no cuenta con el aval de los indígenas de la ASI del Tolima ni del Consejo Regional Indígena. Ella es Teofila Roa, una mujer con carácter que fue presidente del CRIT, concejal, diputada, y tuvo las agallas de investigar y citar al Presidente de la República.  Se presenta hoy con el aval del Movimiento Mira, del Tolima. 

 

Los discursos situados en el campo de lo que pudiéramos llamar “democrático” oscilan entre las claras postulaciones de equidad de género, presentes en el discurso pero no inscritas en los ejes programáticos de su publicidad, hasta los postulados naturalistas que realzan el papel maternal de la mujer y el rol reproductivo de la especie y la cultura que les “asignó la madre naturaleza”. En el primer campo pudiéramos ubicar a Eulalia Yagarí, líder embera chamí, quien piensa que es hora de reconocer los derechos de las mujeres indígenas y no indígenas, de reconocer su papel en la historia y en la vida política, trascendiendo su rol materno - doméstico:

 

“no hay una ley especial revindicando los derechos de la mujer indígena ni de las gitanas, ni de las afro… hay que darles mayor participación en las decisiones de las corporaciones públicas y de carácter social, como juntas de acción comunal y cabildos; en lo cultural hay que reivindicar la propiedad y la participación de la mujer, porque culturalmente hemos sido subyugadas. A la mujer, prácticamente, el oficio doméstico la tiene relegada y se dice que estamos para parir y para estar con el marido. Pero no ven la capacidad de mando, de interactuar. Ya no somos las mujeres de hace 40 años, que para pelear un voto, como es el caso de Ofelia Uribe, tenían que lamberle a sus maridos políticos; esa situación ha cambiado y entonces hay que desarrollar esas leyes. 

 

… Lo mío va a ser género y equidad, recursos naturales, derechos humanos, DIH, todo lo  tenga que ver con derecho social; los derechos de los indígenas van articulados dentro los derechos de la sociedad colectiva de los pueblos…”

 

En un segundo campo, pudiéramos ubicar los discursos que aluden al fantasma del “feminismo”. Con ellos se identifican candidatas como Edith Bastidas, miembro de la etnia pasto, quien ha dicho:

 

“Respetamos mucho la visión feminista. Sin embargo, la presente propuesta no lo es. Pensamos en los derechos de la mujer como sujeto de unos roles muy importantes en la sociedad como son: ser generadora de vida, ser transmisora de la educación y la cultura, ser formadora.  Estas tareas fundamentales implican su mayor cercanía con el hogar y con el núcleo familiar, lo cual no debe llegar a desconocer el aporte de la mujer como conductora de procesos de grandes cambios sociales, como lideraza, pero sin olvidar al hombre y su papel complementario.  Mas bien proponemos y esperamos que el Estado y la sociedad garanticen la posibilidad de que la mujer pueda llegar sin interferencias a los espacios en donde se toman las decisiones”.

 

También encontramos discursos que no se centran en una u otra mirada, y tratan de tomar algo de aquí y algo de allá, aludiendo más el plano de lo cultural que el del poder. Es el caso de Rosa Iguarán, heredera de la tradición matrilineal wayuú, quien enarbola los valores tradicionales para conjurar nuestra catástrofe social:

 

“Ante esta grave crisis social, la salida que nos queda es recurrir a los valores ancestrales de nuestros pueblos indígenas y en especial del pueblo Wayuú, donde la mujer ocupa un lugar preponderante dentro de la organización social, los viejos son los sabios y guías de nuestro pueblo, los niños son protegidos de manera particular en los conflictos y la familia es concebida como fuente de solidaridad y lealtad.

 

“Quiero… servirle a la sociedad colombiana en general y a mis pueblos indígenas en particular, legislando y defendiendo los derechos fundamentales de todos y de todas, sin exclusiones… para que la vida germine nuevamente en nuestra patria”. 

 

Sin embargo, todas estas mujeres que han tenido que desafiar la triple discriminación (ser pobres, mujeres e indígenas) para surgir del anonimato, coinciden en su articulación con los movimientos sociales que representan y en su compromiso con la defensa de los derechos específicos que como pueblos les asisten a la tierra, la cultura propia, la autonomía, la seguridad alimentaria, etc.; en su apoyo a las propuestas de paz para los colombianos, la equidad y la justicia social, en su rechazo unánime al tratado del libre comercio y en la defensa de vida natural y humana en todas sus expresiones como recurso colectiva y no propiedad privada. Dicen comprometerse con el impulso de políticas públicas para grupos poblacionales específicos jóvenes, niños, madres cabeza de familia, desplazados…, y la dignificación de la vida en todos sus sentidos.

 

Por otra parte, como en otras aguas, apreciamos también algunas indígenas adscritas a movimientos o partidos tradicionales u otros movimientos más identificados con el campo contrario de las reivindicaciones indígenas, más cercanos al círculo de los poderes gubernamentales o incluso de tendencias no democráticas. Esto evidencia nuevas tendencias de opinión, de representación y ejercicio del poder en el campo indígena que, si bien dicen no “comprometer su identidad y compromiso con la causa histórica indígena”, reflejan el fraccionamiento, y porqué no la diversidad de opiniones e intereses políticos, al interior del movimiento indígena.

 

Estas elecciones, si los colombianos lo quieren, posiblemente rompan una tradición de marginalidad de las mujeres indígenas.

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