Desde hace cerca de 3 años miembros del pueblo indígena kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta han sido víctimas de una serie de detenciones masivas y arbitrarias por parte de los organismos de seguridad y la Fuerza Pública, quienes los sindican de ser guerrilleros o colaboradores de los grupos subversivos. Estas detenciones además de vulnerar los derechos individuales han tenido repercusiones directas en el reciente proceso organizativo y de recuperación cultural de los kankuamo. Uno de los indígenas que estuvo detenido durante más de un año en la cárcel judicial de Valledupar relató a Actualidad Étnica lo ocurrido en el momento de su captura y posterior permanencia en la cárcel. Por razones de seguridad omitimos el nombre del indígena detenido.

¿Cuándo y cómo se produjo su captura?

Un día, alguien me dijo: esta noche entra la Fiscalía. Va a entrar acompañada y va a recoger a una cantidad de gente. Imaginé que iba a estar ahí, así que le informé a la Defensoría del Pueblo sobre esta información.

Ese día había una fiesta de grados de un colegio. Los grados fueron el 4 de diciembre de 2004 y me invitaron. Después que salí del evento nos quedamos tomando con algunos amigos. Era la una de la madrugada cuando me fui para la casa y cuando iba llegando encontré que había un dispositivo para capturarme, a mis hijos los tenían en la calle, la mamá de ellos, la abuela, todos estaban en la calle. Me presenté y les dije que si me estaban buscando, y ahí me esposaron.

No me maltrataron. Solamente me dijeron: “es una orden de la Fiscalía y nosotros cumplimos”. Era el Ejército, pero ahí estaba la Fiscalía, estaba todo el mundo. Antes de que me pusieran las esposas yo pedí que me mostraran la orden de arresto, que necesitaba que me mostraran la orden. Y ellos dijeron: “acompáñenos que allá abajo se la muestran. En la corregiduría”. Yo le dije: esto es una arbitrariedad. Si no traen una orden como van a arrestar a una persona, además ustedes no me han encontrado en flagrancia para decir que me tienen que arrestar.

Cuando llegue allá abajo pregunté por la orden de arresto y no salió nadie, sino que de una vez me obligaron a entrar al camión donde ya encontré que había 14 compañeros más. Todos de Atánquez. Cuando amaneció estábamos en Valledupar. Nos tuvieron cuatro días en los calabozos del DAS y después de que declaramos en la Fiscalía nos trasladaron a la cárcel judicial.

¿Qué ocurrió antes de la detención?

Ya habían ido miembros de la Fiscalía a Atánquez preguntando por personas muy amigas mías. A ellos los llamaron a declarar, pero no quisieron declarar. Les preguntaban muchas cosas en contra mía. Ya me habían contado que estaban haciendo una investigación en contra mía, y precisamente en esos días unos señores de la Fiscalía me llamaron a declarar y me preguntaron por los nombres de los compañeros con los cuales fui apresado.

¿De qué los acusaban?

Todos fuimos acusados de rebelión.

¿Qué ocurrió en la cárcel?

En la cárcel judicial hubo mucha dificultad porque no se tenía, o creo que es en todas las cárceles, no hay un conocimiento sobre direcciones étnicas y prácticamente al indígena lo tratan como tratar a cualquier interno. Encontramos esa dificultad en la cárcel. En ese momento empezamos a gestionar sobre el respeto a las autoridades indígenas, sobre los principios étnicos con el objetivo de que hubiera un tratamiento diferenciado dentro de la cárcel.

Al principio como que hubo bastante desacuerdo por parte de la administración de la cárcel judicial porque ellos no iban a querer que alguien les fuera a imponer condiciones que ellos no tenían y máxime cuando ellos tratan a todo el mundo igual.

Nosotros estábamos en el patio de la guerrilla que es el patio tres. Nunca fuimos maltratados. Cuando nosotros llegamos, llegamos organizados. Cuando ya comenzamos a salir del patio a los pasillos, las áreas de trabajo y al taller. Todos los presos, tanto los sociales, políticos como los paramilitares, nos mantuvieron el mismo respeto.

En la cárcel me llegaron a decir que allá a todo el mundo lo trataban igual y que igual les daba si nosotros teníamos derechos. Que ellos solamente cumplían con tenernos allá, pero cuando comenzaron a llegar algunas comisiones, con las organizaciones que nos acompañaban y que iban a visitarnos, ellos vieron que nosotros no estábamos solos. Se dieron cuenta que los ojos del mundo estaban puestos en los presos que estaban en la cárcel judicial y entonces ellos comenzaron a tener respeto. Tanto que se creó dentro de la cárcel la comisión de indígenas, entonces eso nos hacía tener un respeto en la cárcel.

Uno de los problemas que tuvimos fue que a uno de los compañeros nuestros que tenía el cabello largo, como uso tradicional se lo cortaron. Fue a Basilio Arias y ante eso, nosotros nos quejamos porque tenían que respetar nuestro principio ancestral. Eso motivó a que a otros indígenas que entraron luego se les respetara su atuendo, se les respetará su cabello y su poporo. Sólo que el poporo no pudimos tenerlo dentro del patio porque también hay que reconocer que en las cárceles hay de todo. Una vez se descuidó uno de los compañeros que tenía poporo y como que ellos pensaron que era droga y fueron a echárselo por la nariz y el hombre casi se muere porque eso es algo muy fuerte. Entonces para evitar eso, nosotros también evitamos tener poporo allá, pero nos permitieron, en cierto momento que nos llevaran algunas cosas que son prohibidas, inclusive como la panela y otros productos. Eso se logró y se creó el respeto.

En ese momento hubo una atención diferenciada para la población indígena en la cárcel. Últimamente, por el cambio en la dirección del INPEC las cosas cambiaron. El director que salió ya conocía los principios y comenzó a trabajar bien con nosotros. Ahora quien está no conoce la regla, no sabe cuales son los acuerdos que hay. Y eso hace que comiencen a tratar nuevamente a los presos indígenas como se trataban anteriormente. Es preocupante porque allá no tenemos unas personas que tengan esa vocación de poder reunirse y hacer conocer sus derechos. Eso ha generado muchas dificultades.

¿Cómo fueron esos momentos en la cárcel?

A pesar de las adversidades, en la cárcel judicial aprendí muchas cosas. Aprendí a tener el sentido de igualdad y aprendí que los derechos no valen. Si no nos hubiésemos organizado, muchos compañeros habrían sufrido muchas consecuencias graves en la cárcel.

Sin embargo, un compañero nuestro murió en prisión. A pesar de la insistencia de las organizaciones sociales y de todas las personas que nos apoyaron, la libertad de Gabriel Turbay, no se dio nunca. El INPEC y la Fiscalía sabían que Gabriel padecía una enfermedad terminal. Eso lo sabían. El INPEC se escudaba diciendo que ellos le estaban solicitando a la Fiscalía la libertad condicional de Gabriel Turbay, pero en sí no hubo una presión directa para lograr la libertad de ese compañero. El día en que iba a morir, cuando ya vieron que no había más solución lo dejaron en libertad. A nadie le notificaron nada y cuando nos enteramos, él estaba muerto en la comunidad de Atánquez. Por eso digo que en la cárcel los derechos no valen. Todo el mundo tiene que someterse a las condiciones de lo que allá existe y lo que hace de nada le sirve porque siempre va escuchar la misma respuesta.

A pesar de que teníamos un gran apoyo por parte de las organizaciones casi nos aplazan la audiencia. Nosotros teníamos programada la audiencia para el 17 de septiembre de 2005 y ese día nos dijeron que ya no había audiencia, pero gracias a la presión de las organizaciones sociales y de todos los organismos que nos estaban apoyando, el 18 nos llamaron a audiencia. Tuvimos tres días de audiencia y fue importantísimo porque se logró hacer una sola audiencia. De allí surgieron muchas cosas y hubo una larga espera para que el juez dictara el fallo porque la Fiscalía y la Procuraduría habían pedido la condena de todos nosotros.

¿Por qué cree que estas entidades solicitaron la condena?

Desafortunadamente nos tocó una Fiscal y un delegado de la Procuraduría que eran familiares de Consuelo Araujo Noguera y de Edgardo Maya, el actual Procurador. Entonces dentro de los delitos que nos imputaban en el proceso estaba el secuestro y posterior homicidio de Consuelo Araujo. Esta solicitud la hicieron a pesar de que la Fiscalía ya había sacado estos delitos del proceso que nos estaban adelantando.

Pienso que son personas que todo el tiempo le han tenido rabia al pueblo kankuamo porque si usted llega a Valledupar, de la parte gubernamental no va a encontrar quien le tenga cariño a Atánquez. Y esto a pesar de que tenemos líderes y políticos que son kankuamos. Si esas personas eran familia de ellos tendrían que haberse declarado impedidos para ejercer su función, pero no lo hicieron. Actuaron con una ira, como si fuese una obligación tener que condenarnos y pidieron sentencia condenatoria para nosotros.

Esa situación nos creó muchas dudas. Faltando como ocho días para que el juez diera el fallo, llegó un compañero de prisión, un guerrillero del lado de Bolívar al que le ofrecieron plata. Una Mayor del Ejército le ofreció plata para que declarara en contra de uno de mis compañeros. Él nos contó que le había respondido que ¿cómo iba a declarar en contra de él si ni siquiera lo conocía? Y ella le dijo: “como usted tiene conocimiento de tantas caletas de la guerrilla, dé una caleta y diga que se la dio a guardar a él y listo. Con eso tenemos para arreglarlo”. Llegaron a ofrecerle veinte millones de pesos, pero finalmente nunca ocurrió nada.

Creemos que detrás de eso estaba el temor de que mi compañero declarara en contra de miembros de la fuerza pública.

¿Qué pruebas tenían en su contra?

Decían que un funcionario público había dicho que yo era guerrillero. El hermano de él es paramilitar. Incluso, él me invitó a hablar con los paramilitares. Varias veces me invitó. Me decía: “vamos y hablemos con los paramilitares para que usted este bien”. Y yo le dije: yo no tengo nada con esos señores, ni les debo ni quiero deberles. A él lo usaron para que declarara en contra mía. Esa era una de las pruebas. Él dijo que yo era guerrillero y lo mismo sucedía con otras personas que finalmente no declararon en contra mía.

Otra de las cosas que decían, era que nosotros llevábamos víveres a la guerrilla, lo cual no tenía fundamento porque durante dos años, lo que pasábamos en víveres para el territorio era lo que los paramilitares nos permitían pasar y eso prácticamente no alcanzaba para el consumo de la comunidad. Los únicos que tenían derecho a pasar más víveres para las comunidades eran los que tenían tiendas porque ellos eran quienes venían dialogando con las AUC para que les permitieran pasar los alimentos. Hasta les tenían que pagar para que les permitieran eso.

¿Cuándo y por qué los dejaron en libertad?

A nosotros nos notificaron la libertad el 15 de diciembre. Dentro del proceso, el juez no encontró mérito para que nosotros continuáramos en la cárcel. No había pruebas que demostraran el supuesto vínculo con la guerrilla.

¿A qué atribuye estos señalamientos a los indígenas kankuamo?

El proceso kankuamo es un proceso nuevo que ha tenido una lucha, y dentro de esa lucha han habido muchas organizaciones, de pronto estatales, que tienen como política no permitir que este proceso crezca en la Sierra Nevada de Santa Marta. Por eso las muertes que han ocurrido hasta ahora y el desplazamiento forzado. No es que estén peleándose la posición topográfica ni nada por el estilo. Allí lo que se están peleando es que no haya una organización más. Que no haya un ente que represente a las comunidades del pueblo kankuamo.

Eso se lo debemos a los políticos y a toda esa parte estatal que nunca ha compartido esto. O sea, la lucha ha sido más que todo porque haya un desconocimiento de la identidad cultural y de la identidad propia del pueblo Kankuamo. Ese es uno de los motivos que ha llevado a que esto surja. Dentro de esto siempre han tratado de inculcarle al indígena que ser indígena es lo peor, que ser indígena es retroceder 500 años atrás, que ser indígena es prácticamente representar la parte opuesta del Estado. De una u otra forma decir: Ustedes son guerrilleros. Esa ha sido la estrategia para disolver nuestro proceso.

El pueblo Kankuamo siempre ha sido la muralla o la barrera para que la culturización occidental no llegue a las otras etnias. Si el kankuamo no hubiese existido delante de las tres etnias, los Wiwa, los Kogui y los Arhuacos no tendrían nada de su cultura porque la intensión era apoderarse de la Sierra Nevada. La colonización quería apoderarse de la Sierra para desaparecer a estos pueblos y esa política aún sigue. Esa era la misma razón por la cual no querían que los kankuamos surgieran, porque nosotros como kankuamos luchamos por defender la Sierra Nevada. Todos luchamos por un solo objetivo y eso era lo que la parte estatal no quería. ¿Cómo terminamos? Terminamos peleando por la Sierra. No estamos peleando solamente por el territorio kankuamo, estamos peleando por las cuatro etnias.

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