El pasado 25 de junio, la Asamblea Indígena de la Comunidad de los Achaguas, decretó “la clausura de Conversaciones Informales con el INVIAS acerca del Proyecto de Encauzamiento del Río Meta y prohibir cualquier diálogo que no esté enmarcado en una consulta pública con pasos debidamente concertados con las comunidades”. Igualmente ordenó al Cabildo Mayor y a su Gobernador la suspensión de diálogos de carácter informal con la empresa estatal “hasta tanto no se establezca una agenda en la cual se acuerden los eventos y procedimientos con los cuales se adelantará la Consulta Pública del mencionado Macroproyecto por parte del Gobierno Nacional”.

 

El megaproyecto conocido como el “Encauzamiento del Río Meta” se inscribe en la iniciativa continental denominada IIRSA, y la cual compromete principalmente al Instituto nacional de Vías –INVIAS-. El proyecto implica modificaciones fundamentales del entorno biótico y simbólico del pueblo Achagua que concibe al río como su último nicho de subsistencia. Desde el año 2004, el gobierno nacional ha venido promoviendo el proyecto.

 

Durante este tiempo, las autoridades indígenas ha estado empeñadas en sostener un diálogo intercultural con los funcionarios de la empresa, buscando garantizar el respeto por los tratados internacionales, en particular el convenio 169 de la OIT. Debe tenerse en cuenta que el derecho constitucional y la normatividad colombiana exigen la realización de una consulta previa con estas comunidades, cuando se pretenda realizar proyectos de explotación o impacto de los recursos naturales.

 

Según las comunidades, los funcionarios de INVIAS no han sido claros en ningún momento del proceso, y por el contrario, han tratado de compilar una serie de actas suscritas por la comunidades a modo de proceso de concertación, sin que medie el proceso formal de la consulta. Por esta razón, a Asamblea clausuró las conversaciones con INVIAS.

 

Sin embargo, es importante anotar que los achaguas no se han opuesto al desarrollo de las obras, pero debido a los dramáticos cambios ambientales en su territorio a los cuales conlleva el proyecto de canalización del Río Meta, han solicitado, desde el Pasado 25 de Junio la presencia de la Defensoría del Pueblo, de la Procuraduría Delegada para los derechos de los Grupos Étnicos, de la Dirección de Etnias del Ministerio del Interior, y de la Delegación Especial de la OIT para Colombia para que se garantice una Consulta Pública adecuada en especial con la participación de la Comunidad, de su Consejo de Ancianos, y de expertos bajo su dirección que realicen los estudios ambientales que dicho proyecto requiere.

 

En este sentido una nueva asamblea del pueblo Achagua  realizada el día 20 y 21 de Agosto de 2005  volvió a insistir en que se realicen los estudios ambientales con la participación del Consejo de Ancianos, y sus yaaleri icacjca eri, watuwa, y yairri léenaa (sabedores). A esta solicitud el INVIAS se ha negado sistemáticamente y la comunidad entonces ha reiterado las decisiones tomadas el 25 de junio.

 

De manera simultanea las autoridades indígenas han denunciado la existencia de amenazas de muerte y se encuentran soportando presiones por parte de grupos armados paramilitares. Por tanto la comunidad se ha declarado en alerta máxima y la Asamblea de los Achaguas ha lanzado un SOS “dirigido a los Pueblos Indígenas Hermanos del país y un SOS a nivel internacional, para convocar su solidaridad en defensa de los derechos fundamentales reconocidos por la OIT y defender su derecho fundamental a la subsistencia como pueblo.”

 

¿Pero, quiénes es esta comunidad que lucha por el respeto de los recursos naturales, la preservación y la relación armoniosa con el Río Meta?

 

Los Achaguas, la gente del río

 

Después de ser uno de los grupos más representativos de la región de la Orinoquía colombo venezolana, hoy día es un pueblo que se encuentra al borde de la extinción. Posee actualmente un resguardo de 3.318 hectáreas y una  población estimada  de 280 personas, quienes se ubican en la margen derecha del río Meta, comunidad de Humano en el municipio de Puerto López, en el Departamento del Meta, en Colombia. Su lengua  pertenece a la familia lingüística Arawak y se mantiene como lengua principal del grupo con vigor social.

 

Los Achagua fueron el grupo más expuesto de los Llanos a los procesos de deculturación durante la  historia patria, debido a su vida más sedentaria —horticultores—. El actual territorio Achagua ha sido escenario de episodios de violencia política. La famosa batalla de “El Turpial” en la cual se enfrentaron las guerrillas liberales de Dumar Aljure  y el ejército colombiano, acaeció precisamente en su territorio en el año 1951, y fue el punto crucial de su última dispersión. Durante la época de “la violencia” (1948-1953), se fraccionaron en distintos asentamientos  siempre siguiendo el eje del río Meta, el cual ha sido su último refugio ecosistémico. Su recomposición territorial data del año 1979 cuando el Gobierno colombiano les reconoció un territorio de resguardo donde confluyeron distintos segmentos achaguas.

 

Su hábitat tradicional incluía antaño los llanos Colombo-Venezolanos y hay noticia de su permanencia en el vecino país de Venezuela  hasta el siglo XVIII. Existe toponimia Achagua en variados lugares de la hoya del Orinoco, e inclusive existe un municipio llamado precisamente “Achaguas” en el estado venezolano de Apure, pero, sin población indígena.

 

El reducto Achagua en Colombia es un típico caso de un pueblo en vía de extinción. Han perdido elementos de su  cultura tradicional como la fabricación de flautas, ollas de barro decoradas, uso del arco y flechas, entre otros.[1] Sus autoridades no obstante  han instaurado procesos de recuperación cultural relativos a sus  derechos, su medicina tradicional,  y el fortalecimiento de su lengua. Se han recuperado rasgos tradicionales, y se han vuelto a celebrar matrimonios conforme a rituales tradicionales y se ha establecido desde hace  una década un consejo de ancianos.

 

Actualmente se dedican principalmente a la horticultura de vega, y en menor grado a la ganadería. Trabajan también, como asalariados en las haciendas y hatos vecinos, cultivan la yuca amarga, el maíz, y en las épocas de verano, conforme a los ritmos de caudal del Río Meta, obtienen recursos de la cacería y la pesca. Otra fuente de ingresos proviene de la elaboración de artesanías, así como, de la venta de cazabe producido a partir de la yuca brava.

En la época de cacería aún consiguen —aunque con esfuerzos—, cachirre, chigüiro, ñeque, lapa, armadillo, danta, pavas. Elaboran chinchorros de cumare y budares en cerámica tanto para uso doméstico como para la venta. Las casas se construyen en hoja de palma, con paredes de bahareque o de palma yaripa  y piso de tierra.

 

Todas sus actividades económicas y religiosas giran en torno a los ritmos estacionales de las aguas del Meta, por lo cual no dudan en proclamarse sus descendientes, proclamarse gente del río.


[1] Cfr. Telban, Blas. Grupos étnicos de Colombia: Etnografía Y Bibliografía. 1988. P.34

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