SIEC - Actualidad Étnica. Por: Jaime Muñoz. Bogotá, Colombia. En el barrio los Cerezos, en plena calle octava del centro capitalino y a pocas cuadras del Palacio de Nariño, sede presidencial de Colombia, y del otro palacio, el Liévano, aposento oficial de la alcaldía Mayor de Bogotá, se encuentra, rodeada de edificios públicos y sedes ministeriales y completamente restaurada y readecuada, la "Casa blanca" de Bogotá.

 

Se trata en realidad de "la casa de la unidad" para sus ocupantes, o "la casa de la cultura negra" para quienes la han visto desde afuera y leído el letrero que pende desde su balcón exterior y que dice eso exactamente: "casa cultural de la unidad afrocolombiana".

 

Al igual que su similar en Washington, hoy también ocupada por una familia de herederos de África y de sus hijos esclavizados en las plantaciones de Estados Unidos, esta "casa blanca" vecina, fue también construida con la participación de los negros.

 

Pero a diferencia de su "prima gringa", cuyos ladrillos y piedras fueron tejidos y amalgamados, uno a uno, por la mano esclava en pleno siglo XVIII de la historia norteamericana, la de aquí, la del barrio Los Cerezos de Bogotá, fue producto de un avance en la capacidad de concertación alcanzada por las comunidades negras organizadas, con la administración distrital, representada esta última en Institutos como el de Participación y Acción Comunal, IDPAC, y el de Patrimonio Cultural.

 

Ambos entes aportaron financiación al proyecto de la casa, 349 y 180 millones respectivamente, y entregaron en diciembre pasado esta edificación a sus beneficiarios, apelando a la figura de comodato, lo que en pocas palabras permite el usufructo del bien de interés patrimonial, bajo un contrato con una entidad sin ánimo de lucro que representa al proceso de comunidades negras. En este caso, la entidad es ANALDIC, perteneciente actualmente al espacio autónomo de la Consultiva de comunidades negras de Bogotá.

 

Por su parte, la comunidad de afrocolombianos a través de sus instancias de representación y de base organizativa, aportaron dinero y trabajo comunitario, trabajo intelectual y profesional, incidiendo así en la remodelación, distribución espacial y construcción de la casa. Lo más importante, ahora que se tiene la casa bajo la figura del comodato, es el trabajo de apropiación que este espacio y la comunidad, que empieza a ocuparla, deben generar recíprocamente.

 

 

En busca de la "casa blanca", y la pregunta por el mundo negro en Bogotá

 

Al ingresar por la calle octava, desde la carrera del mismo nombre, se tiene la impresión de recorrer un espacio desconocido para muchos en la capital colombiana, tan desconocido, como desconocida era hasta ahora la casa que buscamos.

 

En el entorno vecino se encuentran ministerios tan importantes como el de Cultura, también ocupado por una ministra de la célebre etnia a que hacemos mención. En la portería del edificio del ministerio, encargado de hacer honor a nuestras tradiciones y valores nacionales, culturales y patrimoniales, nuestra búsqueda de la casa de los negros en Bogotá tiene un primer tropiezo: nadie en la recepción, incluida la autoridad de acceso al edificio, es decir el portero, sabe a ciencia cierta "en dónde es que queda eso que usted dice señor periodista".

 

La búsqueda continúa pero acompañada de un recuerdo reciente, caprichoso e inoportuno, que se cuela de todas maneras en la memoria de este reportero de asuntos étnicos: ¿No fue acaso a aquella casa, a la cual no fue invitada, en su inauguración, por parte de los organizadores del agasajo, la misma ministra negra de cultura, en diciembre pasado? Descartando la susceptibilidad del comentario pienso, mientras prosigo la búsqueda: no es posible que se trate de desinformación intencionada, me digo, es que el vigilante y la recepción del ministerio no tienen por qué saber lo que es propio de la competencia de otros funcionarios del Mincultura, por ejemplo, los de patrimonio, o los de etnocultura, si es que dicha dependencia figura en el tablero de la entrada, en donde posa el organigrama ministerial.

 

Al final desisto del intento de buscar por allí, y concluyo: que así como no es posible ignorar la presencia cada vez mayor de ciudadanos negros en la vida de la capital de Colombia, tampoco es posible desconocer que en ella el mundo negro, el mundo "afro", es tan aislado y tan poco relatada su suerte hacia el resto de los ciudadanos de esta urbe, que ambos, mundo y suerte, permanecen ocultos en una especie de ghetto informativo: sombra dentro de la sombra.

 

Lo cierto es que no debería decir que permanecen ocultos a causa de que el barrio sea un ghetto, que no lo es (situado está en el mismo vecindario del poder). Se trata tan sólo de sugerir que no hay un suficiente poder informativo, entre nosotros, que dé cuenta de la existencia de estos espacios y de los procesos que tienen lugar entre sus paredes y exteriores.

 

Mas aún, tratándose de una comunidad con pocas posibilidades de acceso a los medios de su visibilización, es necesario hallar no solo referencias físicas y espaciales de identidad, sino también referentes comunicacionales de la misma, señales del poder simbólico de esta raza y de esta cultura, tan evidentes, como para saber que en el barrio Los Cerezos por fin tenemos casa, y no "la vamo a tumbá"... A pesar de la canción.

 

Nuestro recorrido con reflexiones de este tenor nos ha llevado a descubrir la "casa blanca", por fin, en el céntrico lugar ya referido, rodeada de viejos caserones y virtualmente confundida entre el "camuflaje" de los negocios de prendas militares que abundan a su alrededor.

 

Al costado de la puerta de entrada, del lugar ya identificado, encontramos uno de estos negocios abierto al público y situado en uno de los locales pertenecientes al edificio, otorgado en usufructo a los "afrobogotanos".

 

He llegado allí gracias al poder informativo de la calle, al "radiobemba" y al "correo chismoso" o "chismorreo" de estos barrios ocultos, casi desconocidos, en el mismo centro de la capital.

 

La puerta se abre luego de un persistente "toqueteo" que dura diez minutos. Nadie lo oye al interior, pues la remodelación y readecuación no incluyó el moderno sistema del timbre: Ignoro si por estrictas razones culturales la única forma de ingresar al recinto es por medio del tambor llamador de los nudillos gruesos de los visitantes, que se hacen sentir con fuerza en la madera, pintada de verde, muy natural, que barniza la puerta.

 

Ya adentro hay un único personaje que me atiende como en su propia casa. La estancia está vacía aún. En efecto, es blanca desde el piso hasta el mismo techo y la vaciedad temporal de los recintos recién acabados la hace lucir todavía más blanca e iluminada, con muy pocos "corotos", sin hamacas ni señal étnica alguna, exceptuando a sus anfitriones.

 

Uno de ellos me conduce por los corredores y me va indicando que cada tramo fue pensado para una función determinada: "aquí están los baños", "hay para niños y discapacitados", "la casa tiene dos patios, una aula máxima, comedor, cocina, tendrá restaurante...", "los dos locales de afuera fueron asignados para comercio", "hay hasta sistema contra incendios".

 

La casa es de paredes altas y pulidas, la limpieza inicial concuerda con la poca cantidad de muebles que se han venido agregando a uno que otro artículo de oficina, incluidos los únicos dos escritorios que logré ver flotando entre los espacios amplios y todavía vacíos.

 

El blanco cubre también los pisos y trepa por los taburetes que en poquísima cantidad esperan, al lado de los dos escritorios, a que alguien deposite toda su historia y colorido en su asiento de plástico.

 

"De color" a dolor

 

En mi segunda visita al lugar encontré a esos "alguien", y, en efecto, tienen mucha historia y mucho color en su piel, pero no son "de color", como dice el eufemístico término, pertenecen a alguna de las 104 organizaciones de ciudadanos negros que habitan en la capital colombiana y que se agrupan alrededor de una cantidad similar de temas: algunos motivan su participación en la aguda condición de abandono a la que se ven sometidos los "afros" en la "sociedad blanca", abandono que se hace visible en todas las esquinas ocupadas por la indigencia del desplazado.

 

Indago por el estado de la representación organizativa de esta comunidad, por los avances que a pesar de todo se han reflejado en la emergencia de nuevas políticas públicas que tienden a la atención del drama social que viven. Percibo algo de prevención ante la insinuación de que todo ello represente un gran avance. Dicha prevención es explicable si tenemos en cuenta que existe desconfianza y falta de permanencia de los avances políticos alcanzados ante los cambios de enfoque de las distintas administraciones.

 

Además, las comunidades están aquejadas por la debilidad de su gestión interna y externa, como lo afirma la profesora Adiela Dagua, miembro de la consultiva distrital de comunidades negras en representación de ORMUAFRO, una organización de mujeres que gestiona y ejecuta recursos para el desarrollo de líneas de política pública que beneficien a la población negra en la capital, especialmente con enfoque de género.

 

Ella está convencida de que en el plano organizativo y en otros espacios del proceso reivindicativo de su etnia son las mujeres las que más lideran procesos de este corte.: "realizamos varios encuentros interlocales en Bogotá liderados por mujeres y las que más participan son ellas"...

 

¿En experiencias de base organizativa?, agrego. La respuesta hace que otros líderes presentes reaccionen, reclamándose como hombres comprometidos desde su condición de tales. La verdad, pienso, es que la gran afluencia del personal femenino dentro del alto flujo del desplazamiento en los últimos años ha puesto en evidencia que la mujer ocupe un alto porcentaje de demanda y reclamación de derechos ante los organismos de atención a dicha población, dado que en la mayoría de los casos el desplazamiento no es individual, involucra al núcleo familiar. Y esto, en el caso de las familias negras, extensas, pone de presente el lugar que ocupa la mujer como jefe o cabeza del núcleo parental.

 

Le expreso mi pensamiento a la líder femenina. Ella amplia la sonrisa franca que la distingue y le da crédito a mi explicación agregando nuevos ingredientes a la pequeña discusión que empieza a insinuarse con la presencia de otros recién llegados a la casa: "lo que pasa es que en los procesos organizativos nuestros está haciendo daño el clientelismo. La mujer afro trabaja más en la base, está mas cerca del proceso real". Me dice que ella misma ha participado con mujeres afro en la construcción de una agenda pública desde la base, con mujeres de Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá, y con mujeres de la localidad de Kennedy, al occidente. No es fácil convocar, aún así lograron hacer su trabajo con 387 mujeres. Los resultados van a ser publicados en un trabajo conjunto. Fue en el marco de un contrato con el IDEPAC, entidad que destinó los aportes para ejecutar el proyecto.

 

Al preguntarle sobre la casa, lo que ésta representa para ellos, insinúa que lo importante en realidad es trabajar por el fortalecimiento de la autonomía. "Lo de la casa en un empezar... mejor, es un continuar", "hay que gestionar recursos y concertar más acciones. Esto se concertó con el distrito desde la administración pasada de Bogotá, pero hay que hacerlo autosostenible. La casa es para la unidad afrocolombiana. Los locales son para la comercialización de actividades artísticas. Se tomó la alternativa dentro del Plan de Sostenibilidad de arrendarlos junto con el restaurante, sin embargo uno de los locales vende prendas militares, y esto, dada la situación de nuestros compañeros en situación de desplazamiento es un símbolo militar, y esto, de hecho, es algo agresivo ante ellos".

 

La directiva de la casa de la unidad afrocolombiana, que se define en estos días, tiene todavía mucho por hacer. Lo primero a lograr es poder reunirse y conformarse como tal, para decidir qué hacer con la figura de la cesión en comodato, dado que actualmente está en manos de una sola organización y la idea es que esté a cargo de un espacio representativo como la red de organizaciones que los "afros" han conformado, Coordine.

 

La unidad está en el primer orden de prioridades como lo afirman algunos de los líderes consultados de manera espontánea. La politiquería ya asoma sus hocicos por estos "lares", concluyen algunos más. Se expresó en los últimos acontecimientos de elección de la Consultiva y se presenta en la distribución de cargos a su interior que fue llevada a cabo en la última semana y en la cual algunos sectores políticos, representados en el concejo distrital, han buscado tener cuota de representación. ¿Estaremos ante un nuevo bastión de intentos por fraguar mayores divisiones o será posible cimentar la unidad a partir de compartir nuevos espacios para el reconocimiento de las organizaciones?

 

El proceso de construcción de un marco amplio e integrador de políticas públicas para este sector poblacional, la construcción de una agenda pública con amplia participación en temas y acciones programáticas, la materialización de ésta en un plan de acción convocante y un trabajo en la imagen corporativa que los proyecte, constituyen un conjunto de retos que los líderes del movimiento afrocolombiano en la capital alcanzan a percibir y que se antoja como el mejor resumen de sus propósitos inmediatos.


Actualidad Étnica tratará de hacerles seguimiento, y a los protagonistas de esta especie de borrador de agenda de urgencia y de unidad, como resultado de este encuentro con ellos, reconocerles su aporte.

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