Interesante el cruce de notas entre Luis Javier Caicedo y varios de sus lectores, sobre el artículo ¿OTRA VEZ VAMOS A PERDER TERRITORIO POR UNA GUERRA INTERNA?

Dice Efraín “Cuando digas, me pongo los arreos de guerra, desenterramos los arcabuces y nos vamos a rescatarle a estos filibusteros el mar que nos quitan, que entre otras cosas debe ser para garantizarle la seguridad alimentaria a los Sanandresanos y no para ponerlo a disposición de petroleras, pues me cuentan amigos que Daniel Ortega está prometiéndole al pueblo Nica de salir de la pobreza, explotando estos recursos, que seguramente hay. Pero antes de ir a la guerra, deberíamos enjuiciar a los responsables colombianos de este fiasco. Son otros filibusteros." Este y otros comentarios, llevaron a Luis Javier a presentar una explicación necesaria, la cual publicamos en su integridad

¿Porqué propongo no acatar el fallo de la Haya y decretar la Conmoción Interior para afrontar sus efectos?

Por Luis Javier Caicedo

Hola Efraín:

Como ya me empiezan a llover rayos y centellas por la propuesta de no acatar el fallo de la Corte Internacional y acudir a la conmoción interior en su remedio, creo que debo explicar un poco.

Como en todo, viejo, la propuesta tiene a su alrededor un intexto, un contexto y una literalidad.

El intexto, lo que ocurre en uno, la lógica personal de lo que se escribe, la coherencia consigo mismo y los costos que se asumen en la formulación, se resume en el efecto de la propuesta sobre las ideas y proyectos en que uno cree y por los que se mantiene en permanente confrontación casi con todo:

Por ejemplo, no es fácil proponer hacer uso de un estado de excepción, cuando personalmente estuve en los años 80 en muchos procesos de resistencia al estado de sitio, no solo por la afectación masiva de los derechos humanos a su cobijo sino por la desistitucionalización que producía su uso recurrente, y en 1991 me tocó participar, dentro del equipo de la ONIC en la Constituyente, en el desmonte de esa nefasta figura.

También me costó mucho escribir, y creo que pudo redactarse de otra manera, que el fallo de la Corte Internacional de Justicia es equiparable a una agresión externa, cuando en mi tesis de grado hice tanto énfasis en que cuando la Corte Suprema de Justicia declaró inexequibles el Estatuto de Seguridad y la Reforma Constitucional de 1979, el presidente Turbay -en foros en la Escuela Militar y en el DAS- acusó a los magistrados de ser agentes de perturbación del orden público y equiparó las sentencias a las bombas de la guerrilla. En la tesis sostuve como conclusión que este tipo de mensajes que circulaban en esa época entre los estamentos políticos y militares fue determinante para que se produjera en 1985 el Holocausto del Palacio de Justicia, ya que para el coronel Plazas Alcid los magistrados y los guerrilleros estaban en el mismo nivel: tan subversivos eran los unos como los otros.

Respecto del no acatamiento como tal, ahí sí no tengo reparos de conciencia ni jurídicos, porque el fallo es tan absurdo (dividir en dos un archipiélago poseído siempre como una unidad) y de alcances tan ostensiblemente desproporcionados (el país reclamante queda con todo mientras la otra parte sufre lesión enorme), que creo que ni siquiera es revisable, sino que Colombia puede tenerlo por inexistente; de manera similar a como hace unos años, con ponencia de mi dilecto profesor de Derecho Civil  Jairo Duque Pérez, la Corte Suprema de Justicia consideró inexistente el tratado de extradición con los Estados Unidos porque no lo firmó el presidente de la República sino un ministro delegatario, a quien no se podían delegar las atribuciones de jefe de Estado.

El contexto de la propuesta, por su parte, tiene en cuenta varios factores:

Primero. Se teme el desborde del estado de excepción. Pero para eso está el control jurídico-político de la Corte Constitucional tanto sobre su declaratoria como sobre los decretos, en lo que la Corte ha sido estricta. Y además, está el control que pueda darse desde la mesa de diálogo de La Habana, por parte de quienes pudieran sufrir los impactos de los abusos.

Segundo. Está en el medio del problema la comunidad raizal de San Andrés y Providencia, que no solo pide garantías para continuar su actividad pesquera tradicional, sino que desde hace tiempo reclama el cumplimiento de  sus derechos constitucionales como grupo étnico: autodeterminación, saneamiento de su territorio ancestral y descolombianización de su cultura; algo similar a lo que obtuvo el pueblo Cuna o Tule de Panama en 1925 (ONIC, “Territorio y territorialidad de los pueblos indígenas: historia y perspectivas”, 2012).

Tercero. Aunque el “rechazo” al fallo proviene de boca del presidente Santos, la connotación de “no acatar” es de Uribe, quien pretende liderar el reclamo nacional contra el fallo de La Haya, cuando el ex presidente no tiene autoridad alguna para intervenir en este asunto y, por el contrario, debería ya estar siendo juzgado como responsable del fracaso.

Esta imputación se basa en la evidencia que fue durante los ocho años de su Gobierno que se tramitó el proceso en la Corte Internacional de Justicia, no habiendo tomado las medidas que estaban a su alcance como jefe de Estado para evitar la afectación de los intereses nacionales. Y su disculpa no puede ser más inculpadora:  Ayer (22 de noviembre) le dijo a Teleantioquia  que quien debió retirarse de la Corte fue el gobierno anterior, pues él recibió el proceso en marcha y “con el pleito andando, el retiro de la Corte habría sido inútil en lo jurídico pero útil en lo político”. O sea que, estando enterado del riesgo que se corría, ni actuó sobre La Haya ni buscó apoyos internacionales ni a nivel interno movilizó a las fuerzas políticas y sociales para prevenir un fallo adverso.

De otro lado, le queda mal a Uribe mostrarse ahora como el adalid de la Independencia Nacional, cuando su Gobierno hizo hasta lo imposible por evitar que el Bicentenario del Grito de Independencia de Colombia se celebrara en la fecha que correspondía (2010), intentando aplazar la fecha hasta 2019, por el mero interés de que coincidiera con su proyecto de “Visión Colombia Segundo Centenario 2019” y tal vez con su reelección hasta ese año. Sólo la presión de la comunidad de historiadores logró que a última hora se creara una pequeña oficina y se organizara un exiguo programa para 2010, privando a los colombianos de una conmemoración colectiva, digna, ilustrada y crítica de esa fecha tan importante, así como de la oportunidad ritual para reforzar el sentido de pertenencia a este suelo. Omisiones como estas producen efectos como los que ahora sufrimos: Nos pueden quitar medio país y los colombianos ni nos inmutamos.

Y las razones de Uribe para oponerse a la celebración de los 200 años de la Independencia en 2010 serían risibles, por lo pueriles, si no implicaran un enorme error de perspectiva en la concepción del Estado que lo llevó a desatender los peligros externos que se cernían sobre el país por concentrarse, de manera obsesiva y paranoica, en el conflicto interno.

Uribe creía que no podía celebrarse la Independencia hasta que no se derrotara el Terrorismo, pues con una celebración anticipada al país de ahora le pasaría lo mismo que en el siglo XIX: La independencia se proclamó en 1810, pero como nos quedamos en la Patria Boba a los seis años regresaron los españoles y reconquistaron el terreno perdido. Pues el tiempo demostró que no se derrotó al terrorismo pero sí llegó el Tribunal de La Haya y nos quitó 90 mil kilómetros cuadrados de mar territorial. Ese error de Derecho Público de creer que la independencia se predica frente a un enemigo interno hizo que Uribe descuidara el ámbito propio de la soberanía: los poderes externos al país. Por eso es responsable del fracaso en La Haya y debería estar vetado para referirse al tema. Hundirse en el mar que por su culpa se nos quita.

Bueno, Efra, esto es lo que quería comentarle de las cosas que me estaban zumbando en la cabeza cuando escribí el texto que le envié. Estos son el intexto y el contexto de esa propuesta que a algunos les ha parecido un descache, a otros patriotismo barato, a otros cosa de caterva de fachos, y que a mí, personalmente, me parece que es solo otra de esas causas perdidas que de tanto en tanto me da por avivar.

Ah, y se me olvidaba. La importancia del territorio para la identidad e integridad de un pueblo la aprendí de tanto trabajar el tema con los indígenas.

Un abrazo, y tranquilo, que todavía el arcabuz sigue en el armario.

Luis Javier

Itagüí, 24 de noviembre de 2012

Posdata:

Lo que le digo del error de perspectiva conceptual de Uribe al mezclar independencia con insurgencia hace parte de un libro que escribí en 2009 llamado “Disputas por la historia en los Bicentenarios de Colombia y Latinoamérica”, del que le copio un fragmento:

Para auscultar el pensamiento del jefe de Estado acerca del Bicentenario, es preciso acudir a rastrearlo en espacios distintos a los conmemorativos, de los que son muestra los discursos que se reseñan a continuación.

El 3 de diciembre de 2004, un mes antes de presentar la Visión Colombia 2019 ante el Consejo de Ministros, durante la ceremonia de ascensos a subtenientes realizada en la Escuela Militar José María Córdova, el presidente dijo:

“Dentro de pocos años, Colombia celebrará dos siglos de Independencia. Ojalá los podamos celebrar con la nueva Independencia, que es la derrota del terrorismo, para que esta Nación sea una Nación fraterna, democrática y de opciones de pensamiento, sí, pero fraterna, sin exclusiones y sin odios. Una Nación en permanente progreso, una Nación justa, una Nación democrática, una Nación cristiana.

“Ustedes van a darle a Colombia la segunda Independencia, la del segundo centenario, van a liberar a Colombia del terrorismo, y esa Independencia sí que será importante.

“Empecemos, con miras a estos 200 años, a recabar más en el recuerdo de los héroes. Ustedes hoy empuñan las espadas de la virtud de Colombia, ustedes empuñan la fuerza que conduce a la virtud. Bellamente El Libertador, en aquel mensaje a la Convención de Ocaña, relacionó la fuerza con la virtud. La fuerza transparente, la fuerza democrática, la fuerza institucional del Estado, es la que garantiza la virtud y la virtud es lo único que garantiza la permanencia de la Nación.

“La espada de ustedes, jóvenes subtenientes, tiene un llamamiento y una vocación, en las palabras del Libertador: defender al débil, ser la salvaguarda del débil y aterrar al delincuente. Recuerden: defender al débil, constituirse en la salvaguarda del débil y aterrar al delincuente.

“Que con la espada de ustedes, el débil se pueda sentir fuerte. Y que gracias a la espada de ustedes el delincuente se aterre y se le disuada y se le derrote para bien de Colombia”

(http://www.presidencia.gov.co/prensa_new/sne/2004/diciembre/03/04032004.htm )

Cuatro años después, el 18 de julio de 2008, durante la clausura del Encuentro Internacional de Acción Social en Cartagena, cuando ya está en marcha el Bicentenario para 2010, ad portas del primer Concierto Nacional y con destacados resultados en el orden público, el presidente expresó:

“Diría que todos estos pasos importantes, lo necesario es consolidarlos. Colombia le ha perdido el temor al terrorismo. Ese es un gran avance. Colombia ha aprendido a protestar contra el terrorismo. Ese es un gran avance. Las víctimas se han quitado la mordaza y ahora reclaman. Ese es un gran avance.

“Si algo importante ha ocurrido en este país, es que se ha recuperado el monopolio del Estado para combatir a los violentos.

“Esto que podríamos llamar el Grito de Independencia de Colombia, la Segunda Independencia, la Segunda Libertad, ahora que nos aproximamos a las celebraciones del 20 de julio, y que estamos en la víspera de la celebración mayor, la del Bicentenario, 20 de julio de 2010, amerita un raciocinio y una convocatoria de los colombianos.

“Este nuevo Grito de Independencia no puede ser sucedido por Patrias Bobas.

“El problema de 1810 fue lo que siguió: aquella Patria Boba en la cual quedamos inmersos, y que nos exigió otra década de profundos sacrificios y que nos retrasó tanto. Hay que estar muy alertas en eso.

“Lo importante es que lo [que] podríamos llamar este Grito de Independencia de los colombianos, ahora que se han quitado la mordaza del terrorismo, no vaya a ser sucedido por una época de Patria Boba, que nos retrasaría mucho”

(http://web.presidencia.gov.co/sp/2008/julio/18/16182008.html).

A lo largo y ancho de América Latina, el Bicentenario ha servido para que los pueblos recuerden lo que fueron tres siglos de coloniaje y la lucha librada por los antepasados en busca de su emancipación, resignificando esos hechos en el presente como la perseverancia en la defensa de la autodeterminación y el rechazo a la injerencia externa en la región. Nada de eso se aplica en Colombia. Aquí, el Segundo Centenario de la independencia, pasado por el tamiz de la política de la seguridad democrática, se convierte en un dispositivo más contra el enemigo interno.

Equiparado el Bicentenario con la meta de la derrota del terrorismo, su celebración en 2010 resultaba prematura. Teme el presidente que una celebración importante del Bicentenario en 2010 y un relevo en el mando de la nación antes de que se cumplan los objetivos de la Seguridad Democrática y de la Visión 2019, pueda desembocar en una nueva “Patria Boba”, nombre con que en Colombia se designa peyorativamente el periodo 1810-1816, cuando después de proclamada la independencia se abrió una guerra civil entre centralistas y federalistas.

Pero en materia de Patria Boba, aquí cabe recuperar la actualidad del discurso que pronunciara el presidente Alberto Lleras Camargo en el Sesquicentenario, refutando a quienes desde los partidos políticos -que irracionalmente se enfrentaron en 10 años de irrefrenada violencia- desdeñaban el homenaje a la generación del 20 de julio de 1810:

“¿Sería justo que quienes hemos turbado nuestra paz, sacrificado cientos de miles de colombianos, quemado sus riquezas, cometido delitos innumerables, sin objeto ni propósito, por un lapso más largo, nos volviéramos contra las sombras de los primeros mártires para recriminarles que perdieron el tiempo en ociosas disputas sobre la forma del poder y la organización de la nueva República, mientras España preparaba la revancha?” (Discurso del Señor Presidente  de la República,  doctor Alberto Lleras, con motivo de las festividades patrias del 20 de julio de 1960, pronunciado en sesión solemne de la Academia de Historia en el Sesquicentenario de la Independencia).

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