Bolivia es un país como tantos de este continente azotado por la historia, un Estado tercermundista a la fuerza, que se debate entre las aspiraciones de progreso y justicia de un creciente número de su pueblo frente a la fuerza y violencia de los que han gobernado desde siempre. Un país con una importante riqueza en recursos naturales, que entre otros valores posee una de las mayores reservas de gas natural del mundo y que a la vez mantiene a más del 60% de su población sumida en la pobreza.


Una Bolivia que se ha vuelto todo un ícono de la resistencia popular a las políticas neoliberales e imperialistas en el continente, una resistencia que no sólo se ha expresado en las calles, sino también electoralmente. Para conocer un poco más de esta experiencia, conversamos con el líder del movimiento popular boliviano y diputado nacional, Evo Morales Ayma, quien en las pasadas elecciones presidenciales en su país estuvo a punto de acceder a la primera magistratura.


Sobre todo el último tiempo hemos vistos grandes movilizaciones contra el modelo neoliberal, movilizaciones que han puesto en jaque al gobierno y a las aspiraciones imperialistas en la región. Sin embargo, ya se ha vuelto un arte el lograr reacomodar este tipo de proyectos tras los momentos de crisis. A su juicio, ¿está definitivamente fracasado el neoliberalismo en Bolivia?


"El modelo en Bolivia ya no es alternativa de sobrevivencia para las mayorías nacionales. El modelo en Bolivia se agotó y las imposiciones del Fondo Monetario Internacional lamentablemente vienen a subvertir el país. El FMI es el que conspira contra el pueblo, trae enfrentamiento. Y un gobierno tan obediente y servil al modelo y al Fondo trae muertos y heridos. Las imposiciones y la intromisión de Estados Unidos también es otro instrumento de confrontación dentro del pueblo boliviano. Si hablamos del partido que está en función en el gobierno, yo no sé si es lamentable o felizmente para el movimiento popular que todos los partidos de la derecha -sea el MNR, el MIR, o el Bolivia Libre- se hayan unido contra el pueblo representado en los movimientos sociales. Ni aun así han podido gobernar.


Y si bien toda esta coalición tiene una precaria mayoría dentro del Congreso, una mayoría ganada a punta de prebendas como siempre, funcionan con base en el sometimiento al FMI, al Banco Mundial y a la embajada de EE.UU. Esta es la situación que más les afecta pues han perdido toda legitimidad, en particular tras la gran cantidad de muertos que ha dejado el gobierno tras las últimas movilizaciones, con 32 muertos tan sólo entre el 12 y 13 de febrero, sumándose una totalidad de 64. Todos, ultimados a bala. Esta es la rebeldía de un pueblo que resiste al modelo y a sus representantes, mientras el gobierno ni siquiera puede ver lo que realmente está pasando en Bolivia. Digo esto porque no quiere cambiar el modelo ni hacer ajustes profundos en las políticas macroeconómicas. Es en este contexto de lucha que surgen muchas propuestas para alcanzar un pacto social y político propiciado por la iglesia católica. Es decir, nuevamente la iglesia católica, que respeto muchísimo pero no a todos, habla de un pacto que no tiene otro objetivo que salvar al modelo. Frente a esto, nosotros tomamos distancia, no estamos para salvar al modelo ni al gobierno; y si queremos un pacto social y político, eso pasa necesariamente por revisar las políticas macroeconómicas.


Esto significa, por ejemplo, terminar con la libre contratación al sector obrero, con la libre importación, con las políticas de libre mercado y una serie de otras medidas, como la ley de capitalización que en otras palabras es la subasta de nuestras riquezas, de nuestras empresas. En Bolivia sólo se exportan dos cosas: seres humanos, ya que mucha gente se va a buscar fuentes de trabajo, antes a Estados Unidos y ahora a Europa; y divisas que surgen de las remesas de capital de las empresas privatizadas en manos de las transnacionales, que se llevan miles de millones de dólares. El año pasado se llevaron más de 1.700 millones de dólares, lo que es harto para un país con 8 millones de habitantes. Si ahora el gobierno se encuentra buscando desesperadamente 100 millones de dólares para su presupuesto, curioso por lo menos es que sólo los italianos se lleven esa misma cifra al año.


Por otro lado, las transnacionales prácticamente no pagan impuestos; sólo los pobres pagan impuestos. Estas situaciones son muestra y razón de la profunda crisis económica que estamos viviendo. Es frente a esta situación que se levanta el movimiento popular encabezado por el movimiento campesino indígena, que es el sector más organizado. Pienso que el rol protagónico que han jugado los indígenas se debe a que es un sector que no tiene patrón, sea el Estado, un empresario local o una transnacional. Esto porque tener tierra es ser libre. El campesino que posee tierras puede, si quiere, trabajar las 24 horas o flojear las 24 horas. Es decir, mantiene un espíritu libertario que lo hace más rebelde frente a la opresión, se rebela frente al despojo de sus tierras o frente a la concentración de ella en pocas manos. En su lucha, el movimiento indígena crea un sistema de alianza directa con el sector obrero y la gente empobrecida de las ciudades, que son los que están dando una dura batalla contra el modelo".


Ante el ascenso del movimiento popular, el gobierno de Sánchez de Losada se ve acorralado, sosteniéndose sólo gracias al apoyo de los militares y de EE.UU. ¿Qué futuro le ve a esa administración?

"El gobierno está totalmente deslegitimado, incluso con una fuerte oposición de la policía y un sector de las fuerzas armadas. Frente a esta situación es que la intromisión de los Estados Unidos es descarada, cuya embajada en el país hace y deshace, es la que determina las leyes y el presidente no está más que al servicio de los mandatos de la embajada norteamericana. Cuando las democracias dejan de estar al servicio del sistema y el modelo, el embajador de EE.UU. llega a la conclusión de que llegó el momento de gestar golpes militares de carácter fascista. Chile me ha sorprendido mucho, porque tiene un partido de nombre socialista, un presidente que se dice socialista pero que, sin embargo, parece que gobierna para el capitalismo, y me pregunto cómo un socialista puede gobernar para el capitalismo.

Entonces, yo veo dos cosas: cuando las democracias ya no están al servicio del imperio, pues automáticamente gestan golpes militares. En Bolivia, la embajada tiene un serio problema para lograr que el sistema funcione de acuerdo al modelo, y es que frente al ascenso del movimiento popular no hay unidad dentro de las fuerzas armadas. Algunos buscan el autogolpe de Gonzalo Sánchez de Losada, otros buscan una Junta Militar, mientras que también hay quienes comparten la lucha del pueblo boliviano, que fundamentalmente se expresa en la aspiración de recuperar para Bolivia los hidrocarburos. El problema central del gas no es que salga por Chile o por Perú: el problema es quién posee la propiedad. Sánchez de Losada aprobó una serie de normas que se tradujeron en la subasta de estos recursos al capital foráneo, por lo que hoy la lucha frontal es para recuperarlos. Para nosotros, que somos un país tan subdesarrollado, es un contrasentido vender -o mejor dicho, regalar- a las transnacionales nuestros recursos, las que actualmente sólo pagan el 18% de sus utilidades al Estado. Si bien actualmente las fuerzas armadas no tienen un líder, sí hay muchos comentarios en el sentido de que en Bolivia puede volver una dictadura. En ese sentido, el embajador de EE.UU. lamentablemente le entregó un documento, un panfleto, en donde acusa al MAS de estar impulsando un golpe de estado, un golpe en donde Evo Morales sería asesinado. Al respecto, creo que esto busca generar un escenario propicio para un golpe fascista, para asesinarme y enfrentar al movimiento popular descabezándolo. Buscan confundir a la población; además, desprestigiarnos, una práctica que también vivimos en las pasadas elecciones nacionales cuando el ex embajador de EE.UU. amenazó al pueblo boliviano para que no votaran por el MAS ni por Evo Morales.


Si analizamos la historia de los golpes de estado en Bolivia, el 64 fue para descabezar al movimiento minero, el 71 para descabezar a la Central Obrera Boliviana y el 80 el golpe más sangriento de los narcofascistas militares para descabezar al partido socialista. Ahora, cuando el pueblo se levanta con mucha naturalidad contra el sistema y sus representantes, tratan de crear un ambiente propicio para un golpe de Estado".


La rebelión popular del pasado 12 y 13 de febrero, a muchos nos recordó el levantamiento social en Argentina. Sin embargo, en Bolivia se dio un fenómeno particular y en extremo interesante: se rompió el monopolio de la fuerza por parte del Estado. Balas salieron de ambos lados de la barricada. ¿Cuál es la situación que hoy se vive en las Fuerzas Armadas?

"Es difícil hablar ese tema, pero sí, en resumen, hay malestar tanto en las Fuerzas Armadas como en la policía. Yo no diría tanto por las medidas económicas que ha ido implementando el gobierno boliviano, sino fundamentalmente por un sentimiento patriótico, nacionalista, desde estos sectores, y también existe una molestia sobre el tema de la corrupción, porque sigue imperando y reinando. Hay una reacción masiva del pueblo boliviano, las fuerzas armadas y la policía nacional".

La principal crítica que se ha hecho al movimiento popular boliviano es que si bien se ha logrado constituir como un sólido frente contra el modelo, no ha logrado articular un proyecto alternativo.

"Una cosa es el programa de gobierno, otra cosa es construir un nuevo Estado, y ese sí es una debilidad nuestra porque este Estado, su estructura, su modelo económico, se cae, ya no va. Si el gobierno no cambia sus políticas macroeconómicas, con seguridad sigue teniendo contados los días como presidente, como gobierno. Estamos en la etapa de cómo justamente construir un nuevo Estado, cuestión que pasa por dos cosas: en lo económico, fundamentalmente la recuperación de nuestras riquezas y de nuestras empresas, lo que evidentemente significa afectar a las transnacionales y el monopolio; y dos, en lo político pasa por la refundación del país mediante una asamblea constituyente popular y con las naciones originarias, porque un 70% de la población son quechuas, aymaras y guaraníes, fundamentalmente en el campo pero también en la ciudad. A pesar del peso que tenemos en la proporción de la población boliviana, los indígenas nunca hemos participado en la fundación del país, estas son estructuras importadas de fuera y no responden a las formas y la administración de una comunidad, de un ayllu, y hay que mejorar eso y ésa es una profunda observación que apunta a un cambio de fondo. Pero para todo esto hay que desarrollar análisis, pensamiento, alternativas, sugerencias. No tenemos un diseño del nuevo Estado, pero hay que consensuar y eso es un proceso".


Hoy Bolivia se ha transformado en uno de los íconos del desarrollo de las fuerzas populares en el continente, ¿cómo se fue construyendo una fuerza de esta magnitud?

"El resultado del 30 de junio (elección presidencial) es la expresión de la lucha de más de 500 años. España e Inglaterra intentaron exterminar a los indígenas para arrebatarles sus riquezas, pero felizmente hoy son estos mismos sectores -que son los más despreciados, los más odiados, los más humillados, los más marginados- nos unimos para construir un instrumento político de liberación, una forma de romper el apartheid en Bolivia.


Si bien hemos logrado importantes avances, aún no estamos unidos; porque si estuviéramos unidos tanto en las luchas sociales como en las luchas electorales, ningún partido, ningún gobierno y menos la embajada norteamericana, podrían pararnos. Aún hay hermanos quechuas y aymarás que están al servicio del modelo, lo que nos ha debilitado. Pero los importantes triunfos que hemos tenido en los mismos marcos de la democracia burguesa, nos alientan para seguir trabajando, ya que esto nos dice que sí se puede ganar".

Frente a un imperialismo más agresivo, se viene desarrollando en América Latina un fuerte movimiento popular que está teniendo, también, importantes resultados electorales. ¿Cuáles son las perspectivas que le ve a la región frente a desafíos como el ALCA o el Plan Colombia?

"Las luchas sociales contra el modelo están siendo acompañadas por luchas electorales, esto es lo que pasa en Bolivia gracias a la conciencia del pueblo. El gobierno sigue creando instrumentos de sometimiento, de colonización, y si hablamos del tema de la lucha contra el narcotráfico, la droga sigue siendo una excusa para que Estados Unidos mejore el poder y el control hacia nuestros países. En términos económicos, el ALCA para nosotros, los pueblos indígenas, es un acuerdo para legalizar la colonización de las Américas. O como un experto que dice que en vez de llamarse ALCA debería llamarse ALGA, porque va a ser un . Como te digo, son instrumentos de sometimiento y de control porque si lo aprueban y aplican, realmente va a haber un colapso en la agricultura, especialmente en los pequeños y medianos productores agropecuarios.


Otro instrumento de sometimiento es la deuda externa, y este gobierno quería doblar la deuda externa. Ni siquiera podemos pagar en estos momento 4.500 millones de dólares, y endeudarse en cinco años en 5.000 millones de dólares o 10.000 millones de dólares... dónde se va a pagar. Otro instrumento de sometimiento, de carácter militarista, es la llamada Iniciativa Regional Andina, es el Plan Colombia, y yo estoy convencido que el Plan Colombia es el segundo Plan Cóndor. En las dictaduras había un Plan Cóndor, el exterminio de los movimientos políticos con orientación antiimperialista, y ahora ¿quiénes son esos movimientos que luchan por el poder y territorio?: fundamentalmente los pueblos indígenas, conjuntamente con los trabajadores y los intelectuales honestos y dignos".


Publicado en El Siglo Digital

Escribir un comentario

Código de seguridad
Refescar