Richard Webb, escribió para el diario El Comercio el artículo “Qué hacer con Q´ero”, que relata la situación que este grupo indígena esta viviendo en el Perú. Asegura que el progreso sigue barriendo con los pocos queros que queda, y que esto ha empezado a provocar la pérdida de su cultura. Los Q'ero son los últimos incas, es una tribu de 600 personas que buscaron refugio con el fin de escapar de los conquistadores. Durante 500 años los jefes de la tribu Q'ero han conservado una profecía sagrada sobre un gran cambio, o pachacuti, en el que el mundo daría la vuelta, y en el que la armonía y el orden se restablecerían, poniendo fin al caos y el desorden. Los Q'ero habían vivido en sus aldeas a lo alto de los Andes, prácticamente aislados del mundo hasta 1949.

Qué hacer con Q'ero

Por: Richard Webb

Tomado de: El Comercio

Paradójicamente, la crisis que motivó el viaje de los comuneros a Lima se debe más a la invasión de la vida moderna que a la exclusión. La semana pasada visitó Lima un grupo de integrantes de una de las comunidades más perdidas de la sierra cuzqueña, conocida por su orgullo étnico, sus conocimientos ancestrales y sus sacerdotes, la comunidad de Q'ero. Vinieron en busca de ayuda, pero no de donaciones, sino de consejos. ¿Cómo proteger su identidad, fue su pregunta? Su cultura, dijeron, se encuentra en peligro de extinción. Los jóvenes buscan trabajo en los pueblos, hablan castellano, visten jeans y zapatillas chinas, y se niegan a las obligaciones del ayni. Con honda tristeza, un comunero viejo dijo: "Estamos perdiendo a nuestros hijos". Además, sus ritos sagrados se corrompen ante la seducción de los que organizan tours: los actos de intimidad espiritual se van convirtiendo en actuaciones para turistas.

El acervo de creencias, de conocimientos artesanales y de medicina natural, desaparece ante la avalancha de productos de fábrica. La solidaridad comunal se erosiona ante las mayores ganancias de algunos, como las tejedoras más expertas y los agricultores que residen más cerca de los pueblos, y también ante el divisionismo que traen los misioneros. Su dignidad y capacidad de iniciativa son subvertidas por el paternalismo aplastante de los que buscan ayudarlos. Paradójicamente, la crisis que motivó el viaje de los comuneros de Q'ero a Lima se debe más a la invasión de la vida moderna que a la exclusión.

Q'ero se ha vuelto un emblema del lado oscuro del llamado progreso, dilema compartido por otras comunidades de la sierra y la selva. Mirando hacia atrás, nos damos cuenta de que la agonía tan publicitada de Q'ero --Eliane Karp les puso los reflectores y se dedicó a 'salvarlos'-- ha sido la tragedia poco percibida de gran parte de la humanidad.

El siglo XX fue una etapa de desarrollo económico y social, pero a la vez de extinción cultural en gran escala. Anteriormente, la mayor parte de la humanidad vivía en el campo y cada tribu, cada valle, hacía gala de una cultura singular, o sea, de una respuesta propia a las necesidades prácticas de las relaciones sociales y económicas y a la necesidad de darle un sentido a la vida.

Era un mundo constituido por cientos de miles de queros, casi todos hoy borrados del mapa. La poca conciencia de ese apocalipsis se debe a que han desaparecido los testigos y a que no son los pobres ni los perdedores quienes escriben la historia. Además, ha sobrevivido el simpático folclor y los vestidos, bailes, comidas, música y artesanías de un gran número de esas culturas.

Pero el folclor es a la cultura lo que una vitrina de animales disecados a una selva viva. Hoy leemos a diario de las especies biológicas en peligro de extinción, desde ballenas hasta sapos y golondrinas, pero poco se habla de la más grande extinción que nos ha tocado vivir como especie humana, la de nuestras propias creaciones, esos cultivos sociales que llamamos culturas. Y la vorágine llamada progreso sigue barriendo con los pocos queros que quedan.

Imposible no sentir nostalgia y dolor ante la pérdida de una cultura. En mi opinión, sin embargo, la protección que llega desde afuera no es solución. Un ejemplo extremo de ese error son las reservas nativas de EE.UU., que subsisten como sociedades degradadas y, en cierta forma, cárceles. El mundo vive cada día en un contexto nuevo, y cultura que no se adapta, pierde sentido. Tampoco debemos endiosar las culturas: el valor absoluto es el hombre, no sus formas de vida.

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