Los grupos oligárquicos y la derecha ecuatoriana, ante la reconstitución del movimiento indígena, como lo demostró la gran fortaleza durante las luchas victoriosas contra el TLC y la OXY, han diseñado una nueva estrategia tendiente a deslegitimar al movimiento indígena, sobre la base de los resultados electorales.

Efectivamente, si se estudia con atención la direccionalidad impresa a sus comentarios por parte de Jorge Ortiz de Teleamazonas, Roberto Baquerizo de Gamavisión y Manuel Maldonado de Canal 1 -mal llamados comunicadores sociales, dada su parcial opinión política y comunicacional, reflejada en un constante alineamiento en contra de los movimientos sociales de izquierda, especialmente el indígena-, se descubre que, desde hace algún tiempo atrás, esgrimen como único argumento de legitimidad política la representatividad que reflejaría la votación alcanzada en anteriores procesos electorales o por alcanzarse en las próximas elecciones.

Al respecto valga señalar que si ese fuese el rasero único para otorgar o no legitimidad a un gobierno de elección popular, ningún presidente elegido en las urnas habría gozado de legitimidad en toda la historia del Ecuador. Efectivamente, el porcentaje de votantes respecto al total de potenciales electores nunca ha superado el 55 por ciento del total. Si a ello se agrega que el Presidente de la República se elige, actualmente, con la mayoría de los votos válidos, resulta inobjetable que cuando se han alcanzado las mayores votaciones estas han representado, en el mejor de los casos, un 25 por ciento del total de electores. Es decir que la legitimidad ha sido otorgada siempre por una ridícula minoría.

Si lo anterior expuesto es importante para desvirtuar el argumento de Ortiz, Baquerizo y Maldonado, no lo es en el imaginario popular, ya que a ellos es ajeno el tipo de reflexiones como la antes incluida. Por ello, las conductas aberrantes antes mencionadas tienen asidero y la posibilidad de lograr el objetivo que se proponen. Si ello es así cabe reconocer que es necesario lograr las mayores votaciones posibles, para, en los hechos, impedir el logro de los objetivos que se propone alcanzar la derecha ecuatoriana con la estrategia en marcha.

Contra lo antes dicho, algunos no dejaran de desestimar la estrategia mencionada y de minimizar sus posibles efectos, escondiéndose tras el argumento de que el pueblo es sabio y que, en consecuencia, sabrá descubrir la maniobra. Pero la verdad es que ello no pasa de ser otra cosa que una visión forzada, irreal, que deja de lado la diferencia sustantiva que reflejan los distintos niveles de conciencia expresados, por ejemplo, en los conceptos “clase en sí” y “clase para sí”, los que denotan, precisamente, los esfuerzos ideológicos y políticos que deben realizarse para pasar del un al otro estado de conciencia, desestimando el espontaneismo antes criticado.

Si a ello se agrega que la estrategia develada tiene un segundo elemento, la división del movimiento indígena, propiciada desde varios frentes, incluso desde el interior de Pachakutik como lo revelaron los esfuerzos desplegados por los “correistas”, debe preocuparnos puesto que entre aquellos nuevamente juegan un papel importante los medios de comunicación social. Claro ejemplo de esta actitud es la insistencia de los entrevistadores antes mencionados por contraponer a la FENOCIN con la CONAIE, destacar el apoyo de la FEINE a Roldós, propiciar la división utilizando a Correa como instrumento de sus pretensiones, resaltar la disputa que mantienen Lourdes Tibán y su esposo con los compañeros Umajinga y Guamán, divulgar artículos que minimizan sus fuerzas por supuestas fracturas, en los que se desprecia la condición de los dirigentes indígenas (1), calificándolos, desde ya como populistas (2), en la línea del nuevo argumento acuñado por el imperialismo para defender los “logros” del neoliberalismo.

Lo expresado entonces, es un elemento adicional a considerar para avanzar en la unión de todas las fuerzas de la izquierda asistémica a propósito de las próximas elecciones presidenciales. Unión que debe conformarse con un núcleo principal constituido por Pachakutik y el MPD. No solamente por su importante votación cautiva sino y fundamentalmente por un hecho innegable: son las dos únicas organizaciones que disponen de una estructura partidaria activa en todas las provincias del país, lo que asegura una base de trabajo cierta para la campaña electoral que ya enfrentamos.

El desestimar esa alternativa de unidad, sobre la base de una sobre valoración de las propias fuerzas o de prejuicios políticos en los que más pesa el corazón y el hígado que el cerebro, es un error que confluye con la estrategia del enemigo. La creencia de que solos podrán lograr un éxito electoral, como lo pretenden algunos militantes de Pachakutik, es una falacia, una posición subjetiva insostenible. Es no entender que los resultados electorales, si bien no son indiferentes para el MPD, juegan un papel menor que en el caso de Pachakutik, puesto que las dos organizaciones tienen objetivos temporales diferentes: el MPD apunta más al largo plazo, por lo que las elecciones son un recurso adicional para acumular fuerzas antes que un objetivo final. No así en el caso de Pachakutik, cuyas miras son de corto y mediano plazo. Esta es una razón adicional que explica por qué ponemos énfasis en la unidad de esas dos fuerzas, en el movimiento indígena y en el rol de sus organizaciones sociales y políticas.

El tiempo para concretar la unión se acorta pero aún estamos a tiempo. Si los compañeros de la CONAIE y de Pachakutik desestiman los objetivos que persigue la estrategia de la derecha ecuatoriana, la que apunta principalmente al movimiento indígena, cometerán un grave error. Esperamos que revean su posición actual. De mantenerse en sus ocho, en el futuro cercano podremos afirmar lamentablemente que, así como junto a muchos otros, los compañeros Luís Macas y Gilberto Talahua fueron los líderes que recompusieron las fuerzas de la CONAIE y de Pachakutik, luego de la brutal embestida de Gutiérrez, fueron también quienes crearon las condiciones para la deslegitimación del movimiento indígena.

Notas:

1) La muestra por excelencia de esa execrable posición es el Editorial del Diario El Comercio, publicado bajo el título de: “La división indígena en el Ecuador”. Artículo que fuera divulgado por el compañero Víctor H. Jijón de Pachalutik, sin comentario alguno, por lo que desconocemos las razones que le impulsaron a ello.

2) Los libros publicados en los último meses, simultáneamente en varios países de América Latina, bajo la autoría de conocidos siervos del imperio, tienen un argumento único y común, resaltar los equilibrios macroeconómicos como el jauja del desarrollo, contraponiéndolos a las, según ellos, nefastas políticas de gasto público que se destinan a subsidios o a los sectores sociales. No es entonces casual que Osvaldo Hurtado en el Ecuador, Jorge Castañeda en México, u Openheimer en los Estados Unidos, por citar a los más conspicuos servidores, hayan publicado un libro sobre el tema con iguales argumentos.

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