Mucho se ha dicho y escrito sobre la segregación racial en Estados Unidos, sin embargo, uno de los aspectos de menor difusión es lo relativo al racismo y discriminación aplicado en las filas de las fuerzas armadas norteamericanas. El artículo, El difícil camino hasta Benjamín Davies y Collin Powell, de Jorge Gómez Barata, presenta un recuento de hechos históricos y actuales sobre esta particular manifestación de la segregación racial en el país que detenta la democracia más promocionada del mundo. El siguiente análisis es un material de interés para los asiduos lectores de Actualidad Étnica.

 

El Difícil Camino hasta Benjamín Davies y Collin Powell

Por Jorge Gómez Barata, Red Altercom.

13 de Septiembre de 2005.


Sería hacerle el juego a la reacción culpar a los negros norteamericanos por la supervivencia del racismo y juzgar como fallidas sus luchas. La culpa tampoco es de los blancos. Se trata de un complejo fenómeno de enajenación social del que unos y otros son víctimas en una sociedad en la que conviven los preceptos de la libertad individual, los paradigmas del éxito económico, el capitalismo salvaje y un sistema político fundado sobre falsos valores.

Uno de los más conmovedores capítulos de la lucha de los afronorteamericanos para elevarse desde la triste condición de sus ancestros, se encuentra en el tenaz empeño de los soldados negros para que se les permitiera morir por su país. En Estados Unidos a los negros el éxito les cuesta el doble del esfuerzo que a los blancos y humillaciones que avergüenza mencionar.

El racismo en las fuerzas armadas norteamericanas no es un comportamiento impuesto por la derecha reaccionaria, sino que fue introducido por aquellos que debieron conjurarlo. En los combates de la revolución participaron más de 5.000 afronorteamericanos. En la hora de la victoria no se les permitió ingresar en el ejército nacional.


Al principio de la Guerra Civil, el ejército norteño que supuestamente luchaba contra la esclavitud, se negó a aceptar en sus filas a los esclavos escapados del sur, incluso durante las treguas se permitía a los esclavistas ingresar a sus campamentos para atrapar a los esclavos
fugitivos. Ese criterio fue modificado al adoptarse una ley que calificó a los negros evadidos como «propiedades» susceptibles de ser confiscadas como botín de guerra.


Cuando por razones prácticas el gobierno norteño, que supuestamente luchaba contra la esclavitud, permitió a los afronorteamericanos intervenir en el conflicto, los agrupó en unidades integradas exclusivamente por negros. Durante la Guerra, del lado del norte, de modo voluntario, participaron 186 mil negros, de ellos el  37 % fueron muertos o heridos.


No se trata de que los negros fueran más audaces sino de que los Confederados no tomaban prisioneros negros y los norteños los utilizaban en las vanguardias y en las posiciones más peligrosas.

Durante la guerra civil y hasta 1886, los militares negros en campaña, raras veces participaban en servicios religiosos, la razón era muy simple: no se permitían capellanes de color. Fue en 1886 cuando un ex esclavo, Allen Allensworth fue autorizado por el presidente Cleveland para ejercer como tal.


La misma sociedad que consideraba inferiores a los negros casi para todas las actividades, cuando se trataba del derecho a morir, modificaba el estándar. En las cargas a la bayoneta siempre iban delante.


En la Primera Guerra Mundial, el 26 % de los blancos registrados fue considerado apto para el servicio. Entre los negros el porcentaje ascendió al 32 %. Los negros no eran más fuertes ni más saludables, sino que los exceptuaban menos. No obstante, no se admitieron en la fuerza aérea, mientras que en la marina se asignaban exclusivamente a la impedimenta.


La II Guerra Mundial, el mayor conflicto en que se hayan involucrado  los Estados Unidos y que requirió la movilización de todas sus capacidades, los militares negros tuvieron una amplia participación, combatiendo en los teatros de operaciones de Europa, el Pacífico y África del Norte y por primera vez, en casi todas las armas.


Ningún ejemplo más conmovedor que el proyecto Tuskegee, concebido como una investigación que intentaba probar que los negros eran genéticamente incapaces para pilotar aviones de combate. El experimento fracasó, porque los jóvenes entrenados resultaron ser excelentes aviadores y bravos combatientes. No obstante, sólo se les utilizaba para ataques a objetivos en tierra, es decir, les impedían combatir contra los pilotos blancos de la Luftwaffe. Las colas de sus aviones estaban pintadas de rojo. De aquella promoción formó parte Benjamín O. Davies Jr, el primer general de cuatro estrellas negro de los Estados Unidos.


Existen cientos, tal vez miles de pequeña y grandes anécdotas que recuerdan la suma de humillaciones, insultos y maltratos de que fueron víctimas los militares negros.


En cierta época en la base de Charlotte en Carolina del Norte había estacionados 10 mil soldados negros que sólo disponían de una mesa para escribir cartas. Dado el poco tiempo libre de que disponían y su escaso nivel escolar, escribir una carta a la madre o a la novia, podía tomar meses.

 

En septiembre de 1917, en Texas, grupos racistas agredieron a militares negros. En el altercado murieron 17 blancos. 13 soldados negros fueron condenados a morir en la horca y 41 fueron sentenciados a cadena perpetua. 56 años después, el Secretario del Ejército ordenó la rehabilitación, tanto de los 13 ahorcados como los 41 sentenciados a perpetua. La reparación llegó tarde.


Finalmente, durante la Guerra de Corea, el presidente Harry Truman abolió la segregación racial en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Habían pasado 178 años desde la revolución, casi 100 desde la abolición de la esclavitud y faltaban otros 20 para que la segregación en la sociedad fuera suprimida.


Largo camino para los que gastan el doble y se divierten la mitad.

 

Jorge Gómez Barata

Profesor universitario, Investigador y periodista cubano, autor de numerosos estudios sobre EEUU, Miembro del Consejo Editorial de Altercom.

 

 
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