Recientes artículos de prensa sobre la realidad de América Latina y el repentino viraje hacia la izquierda en algunos países, han provocado reacciones en sectores políticos de derecha en Colombia, que no escatiman la posibilidad de que Colombia pueda tomar un rumbo similar. En las pasadas elecciones para alcaldías y gobernaciones, las tres más importantes ciudades del país y uno de los más importantes departamentos fueron a parar a las manos de líderes de centro izquierda; y en los dos últimos años, los Indígenas colombianos han realizado varias marchas, en una capacidad de movilización única, las cuales gozan de la simpatía de grandes sectores de opinión.

 

Considera el ex ministro Londoño que los componentes “pueblo empobrecido, Partido Único (Léase Polo Democrático Independiente - Alternativa Democrática), grupos armados (por supuesto se refiere a la insurgencia armada) y capacidad de movilización (léase Indígenas), se van constituyendo en elementos claves para el desarrollo de una revolución. Y lo que preocupa al ex ministro Londoño no es justamente la existencia de organizaciones políticas fuertes, porque olvido mencionar que el Partido Único ya viene siendo constituido por el Uribismo, ni la existencia de la guerrilla, a la cual ha dicho se puede derrotar por la vía de las armas a corto plazo, sino justamente la capacidad de movilización encarnada en las comunidades Indígenas. Y le preocupa, no tanto por tratarse de los indígenas, como ese elemento constitutivo de la identidad, sino por tratarse de esa extraña asociación de ignorancia y miseria, lo cual se constituye en un caldo de cultivo ideal para la instauración del totalitarismo socialista, ahora que dicho proyecto tiene voceros tan cercanos (Castro, Chávez y Lula) e incluso Zapatero, aunque pudo haber quedado bastante tranquilo, después de las declaraciones del presidente español a su paso por Bogotá.

 

Los últimos acontecimientos de Bolivia se han constituido en una especie de alerta temprana para la derecha colombiana, que ve como en Colombia coexisten elementos similares a los de la república del sur. Y agrega, por fortuna en Bolivia “aparece en el horizonte un tal Samuel Doria Medina, que sería hombre para librar una guerra civil”… Por supuesto que ese hombre con coraje para enfrentar los peligros que encarnan los presidentes vecinos y del caribe ya en Colombia es una realidad y lo que se necesita es perpetuarlo para alejar el peligro de vecinos que exportan revoluciones. Y todo esto, con el apoyo incondicional del amo del universo.

 

Entonces, el peligro en Colombia se va quedando reducido a la presencia de esas masas “ignaras” de indígenas que pueden movilizar a miles de colombianos. Y es que las grandes movilizaciones que han desplegado solidariamente pueblos indígenas y afro descendientes y otras comunidades organizadas del país como los campesinos, han devenido en la conformación de un “frente popular” que reafirma una y otra vez la capacidad y posición política de las poblaciones étnicas que se vienen fortaleciendo en los últimos años como muestra de una forma de  participación política constante, organizada y democrática, a pesar de las desventajas y restricciones que representa un conflicto armado a la población civil.

 

Frente a las violaciones de derechos humanos que indiscriminadamente cometen los diversos actores armados en contra de las poblaciones étnicas, así como el irrespeto y desconocimiento de sus derechos, autoridades, usos y costumbres, las poblaciones indígenas se han organizado para reafirmar su autonomía, para socializar su posición política y para declararse opositores de las dinámicas degradantes que constituye el actual conflicto armado colombiano, y no como forma para reivindicar y mendigar al Estado sus derechos sino para que se les reconozcan y puedan ejercerlos; no como forma para centralizar un poder político indígena, sino para ejercer la participación política y consolidar una sociedad democrática; no como una simple movilización de masas de personas sino como un ejercicio político, informado y consciente de cada una de las comunidades indígenas para exigir sus derechos, el reconocimiento de sus autoridades y el respeto a sus poblaciones. Finalmente, se trata de un gran movimiviento de resistencia pacífica y democrática, en el cual el problema va más allá de las condiciones indignas que se generan en medio del conflicto interno, girando alrededor del histórico problema del territorio, situación a partir de la cual no sólo  se mengüan las garantías para ejercer el derecho al desarrollo propio y la pervivencia, sino que también deteriora la calidad de vida y empobrece a sus comunidades.

 

Por último, la satanización y estigmatización de la que son víctimas los pueblos indígenas, al ser asociados directamente con el cultivo de la coca y con los grupos guerrilleros, ha oscurecido el carácter democrático y político que tienen las organizaciones indígenas. Se debe reconocer que los cultivos de coca y la vinculación de indígenas a las filas armadas, son en su gran mayoría, si no en todos los casos, situaciones asociadas al deterioro de sus territorios ante el avance de megaproyectos que impiden el desarrollo sostenible del medio ambiente y de sus comunidades, así como de las innecesarias fumigaciones que se dan en muchos territorios donde la gran mayoría de las poblaciones se resisten al cultivo de coca. Lo anterior incide en los bajos índices de calidad de vida y en los altos niveles de pobreza que afrontan estas comunidades. Por lo tanto, seguir condenando a los pueblos indígenas colombianos, al vincularlos con estas situaciones, aumenta el desconocimiento de sus derechos propios, arriesga cada vez más su existencia colectiva y por consiguiente, nos aleja de la posibilidad de consolidar un Estado-Nación basado en la diversidad y pluralidad étnico cultural que desde hace 14 años legitima la Constitución Nacional. Claro que al ex ministro lo que realmente lo trasnocha, es que pueda aparecer en Colombia un Evo Morales y para colmo, chavista.

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