Primero les llega la policía pero no a defender el pueblo sino a protegerse con el pueblo, ubicándose en el centro del caserío y construyendo trincheras en las calles. Con ello, dieron el pretexto preciso para que las FARC destruyeran las casas de los indígenas a punto de bombazos supuestamente dirigidos contra la policía. Diez días más tarde les llega el ejército el cual, al ser atacado por los guerrilleros, dice que los indios son cómplices. Entonces, empiezan las pescas milagrosas, ya no de las FARC sino de la fuerza  pública, para tener a quién acusar de su fracaso y sobre quien descargar su ira. Ya son 20 los indígenas de Jambaló arrestados sin orden judicial. Esas tácticas no dejarán sino más resentimiento ante el Estado. Por lo visto, no han aprendido la lección de Arauca!. Después, vendrán los asesinatos selectivos, para descabezar la dirigencia de la resistencia indígena, dejando la duda de cuál fue el bando asesino. Los organismos del Estado dirán que fue la guerrilla y ésta, que fue el Estado. La creciente brutalidad de las acciones bélicas y la violación de los derechos humanos no hará sino deslegitimar cada vez más la estrategia de seguridad “democrática” y la lucha armada insurgente.

 

Ese es el panorama que enfrentan hoy día los indígenas del Cauca y de todas las regiones donde la fuerza pública, los paramilitares y la guerrilla se disputan el control territorial. Los unos, para ofrecerle los recursos naturales en bandeja a las multinacionales, a los narcolatifundisas y a la empresa privada. Los otros, para demostrar que siguen vivos y dando la pelea, lucrándose –al igual que los paramilitares-, de las variadas modalidades de economía ilegal, principalmente del narcotráfico. En medio de este berenjenal (caos), las comunidades permanecen amenazadas de lado y lado, pues si en algo coinciden todos los actores armados es en su interés por acabar la resistencia indígena. Para la guerrilla, acostumbrada a imponer su autoritarismo en las comunidades, les resulta obviamente incómodo que una organización popular la rechace y le pida que respeten y abandonen su territorio, que los cabildos no les obedezcan y que se opongan a que recluten los jóvenes. El gobierno, por su parte, ha fracasado reiteradamente en su intento de colocar la resistencia indígena al servicio de su estrategia militarista. Los indígenas ni le agacharon la cabeza al presidente, ni le comieron cuento a sus consejos comunitarios.

 

A pesar de que a algunos jóvenes los reclute el ejército y a otros la guerrilla, la posición del movimiento indígena es no dejarse involucrar en la guerra. Cualquiera pensaría que la resistencia ha llegado a su límite, dado el peligro tan grande que enfrentan las comunidades. Pero lejos de doblegarse, los indígenas del Cauca reafirman su decisión y en medio de la guerra realizan asambleas masivas en las que refuerzan su Plan de Resistencia y lanzan una estrategia de convocatoria a la sociedad civil y a la comunidad internacional con tres objetivos: primero, visibilizar su problemática para que ni el Estado ni los grupos irregulares puedan cometer sus atropellos en la sombra y el silencio, correspondiéndonos a todos los colombianos apoyarlos para que su grito se escuche en el mundo; segundo, fortalecer su proceso organizativo, que constituye su principal garantía para el ejercicio de su autonomía ante los actores armados y para sobrevivir en medio del conflicto armado; y tercero,  proteger a sus dirigentes ya que cualquiera de los actores armados puede estar interesado en practicar “tiro al indio” sobre la cabeza de esos dirigentes.

 

En desarrollo de la mencionada estrategia, se convocó a una reunión el 12 de mayo en el Hotel Tequendama a la que asistieron más de 70 representantes de organizaciones sociales. En esta reunión se explicó la situación que están viviendo los indígenas de la zona norte desde la toma de Toribío, y el Plan de Resistencia con el que reafirman su decisión de permanecer en sus territorios aun en medio de la confrontación armada. Esa actitud de resistencia, tan característica del pueblo Nasa, se ha convertido en un símbolo de fortaleza para todas las organizaciones y personas que rechazan esta guerra por degenera y absurda.

 

Los indígenas piden:

 

Que la fuerza pública levante sus trincheras y se ubique fuera de los poblados.

Que la guerrilla abandone sus territorios y respete la autonomía de las comunidades.

Que paren la guerra y se le busque una salida política al conflicto.

 

Como colombianos que aspiramos a la paz, nos sumamos a estas peticiones y respaldamos la resistencia del Pueblo Nasa.

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