Maidol Arredondo, directiva de la Fundación para el Desarrollo Humano y Comunitario de La Guajira, una ONG que desarrolla diversas actividades en la Sierra Nevada de Santa Marta desde hace varios años, informó sobre una situación delicada que en materia de salud se está presentando actualmente en territorio Wiwa, una de las etnias más afectadas de la Sierra.

 

Al respecto señaló que en las comunidades Wiwa de Mamarongo, El Limón, La Laguna, Guamaka, entre otras, localizadas en jurisdicción de Riohacha, en la cuenca alta del río Ranchería, se han presentado varios casos de personas cuya sintomatología es la siguiente: fiebres, dolores de cabeza, dolores musculares, diarreas, vómitos, sangrado nasal y en algunos casos sangrado por la boca, lo que hace pensar que se pueda tratar de un brote de dengue hemorrágico.

 

De acuerdo a lo expresado por Maidol Arredondo, las autoridades locales de salud, tanto del municipio como del departamento, no han hecho nada para indagar sobre la eventual relación de esta sintomatología con una epidemia de dengue hemorrágico. Al parecer, dichas autoridades han señalado que esos asuntos son competencia de la ARS y no de las administraciones municipal y departamental.

 

Teniendo en cuenta la visión holística que caracteriza la cosmovisión Wiwa y su vulnerabilidad cultural y social, este problema de salud aparece estrechamente asociado al ejercicio de sus derechos humanos, pues pone en riesgo la existencia de una etnia protegida por la normatividad nacional e internacional.

 

 

Los Wiwa: un pueblo que desaparece

 

Los indígenas Wiwa son un pueblo que se localiza en la vertiente nororiental de la Sierra Nevada de Santa Marta, entre los ríos Barcino y Guamaca. Allí comparten su territorio con los Kogui o Kággaba en los resguardos de Campo Alegre (Becerril) y Kogui-Malayo-Arhuaco de Valledupar, pero también existen pequeños asentamientos en la vertiente norte de La Serranía y una comunidad en la Serranía del Perijá. Hoy su población se calcula en unas 5.785 personas, localizadas en un perímetro de 383.879 hectáreas que contiene 26 comunidades.

 

Los grupos de la Sierra han sido de los pueblos que menor contacto han tenido con la sociedad nacional. En la cabeza de su organización política se encuentra la autoridad de los cabildos, institución heredada de la colonia, pero existe una autoridad superior espiritual que recae en la figura de los mamos y tiene como fin armonizar el pensamiento con la acción y la naturaleza. Al igual que otros grupos del país, los Wiwa también cuentan con una organización regional que agrupa a todas las comunidades en la Organización Wiwa Yugumaiun Bunkuanarrua Tairona (OWYBT).

 

La situación de derechos humanos de esta comunidad puede catalogarse de crítica. Así lo evidencia la desaparición de las comunidades La Laguna, El Limón, Marokazo, Dudka, Linda y Potrerito y el destierro de 850 indígenas que andan a la deriva, viviendo del apoyo de sus familiares. En los dos últimos años, según el Cabildo se presentó el asesinato sistemático y selectivo de 50 de sus líderes y la desarticulación sociocultural y espiritual de las comunidades que otrora habitaban en el departamento de la Guajira, por violaciones que comprometen fundamentalmente a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), a las FARC EP y a las FFMM. 

 

La ola de violencia comenzó a partir de la masacre del 12 de Enero del 2001 perpetrada en el sitio la Ye, donde murieron siete indígenas. Desde entonces la violencia contra las comunidades Wiwa de las estribaciones de los ríos Ranchería, Guachaca, Palomino, Jerez y Tapias se ha desatado sin contemplaciones, con acciones que según los pobladores comprometen al Bloque Norte de las Autodefensas y a efectivos de las Fuerzas Militares adscritos a los batallones Cartagena y Rondón: bombardeos indiscriminados, saqueos a las tiendas comunitarias, destrucción y quema de viviendas, profanación de tumbas y sitios sagrados, desplazamiento de seis comunidades, amenazas y asesinatos, son algunas de agresiones infringidas a este pueblo. En lo corrido del año 2004 han sido asesinados cuatro indígenas y han sido desplazadas las comunidades de La Celosa, Sabana Joaquina y El Filo del Machín. Ellas tuvieron que abandonarlo todo el pasado domingo 11 de abril, cuando la Fuerza Aérea realizó bombardeos indiscriminados que afectaron sus territorios.

 

Toda esta situación, ligada a los bloqueos económicos ejercidos por las autodefensas, ha tenido impactos desastrosos en la vida de esta comunidad que desde hace más dos años padece una aguda crisis alimentaria. La estrategia de terror y hambre aplicada contra este pueblo, en contra de todos los preceptos establecidos por la carta de derechos humanos y el derecho internacional humanitario está cumpliendo su cometido: afectar las posibilidades de desarrollo de esta etnia, cuya única culpa parece ser la de estar “en el lugar equivocado”, pues -según distintas fuentes de organizaciones indígenas- el desarrollo de varios megaproyectos ha generado la situación de violencia que se vive en la zona. Son ellos:

 

·         La construcción de la represa de Bezotes en la cuenca del Río Ranchería, que, aunque no se desarrollaría al interior del resguardo, si afectaría zonas sagradas.

·         La desviación del cauce del río Ranchería para facilitar la extracción carbonífera.

·         La puesta en marcha de un complejo plan etnoturístico en la Sierra Nevada de Santa Marta, que sería entregado por concesión a la empresa privada y que de manera informal fue anunciado hace algunos años por el entonces ministro del Medio Ambiente, Juan Mayr.

 

Así, el terror y el destierro se constituyen en los métodos más eficaces para “limpiar” los territorios ancestrales que “se oponen” a una concepción de desarrollo que se ha impuesto en occidente dejando de lado principios y valores étnicos y culturales que construyeron durante milenios diversas culturas de la humanidad. Hoy estas comunidades indígenas sobreviven en medio de la enfermedad, el hacinamiento y la inseguridad ocasionado por la ausencia de políticas que garanticen su derecho a la diferencia y por el sistemático desplazamiento forzado al interior del resguardo en la Sierra Nevada. Las cifras hablan por sí solas, aunque la Fundación Hemera sólo ha logrado documentar 22 casos de homicidio y la memoria oral de sus líderes habla de 50 víctimas, y por lo tanto las cifras son sólo puntos referencia, al mirar la evolución por años sí es posible observar una tendencia de incremento y ver como los tipos de violación predominantes son el homicidio y el desplazamiento, no registrándose denuncias de amenazas. Es decir, a los wiwa simplemente se les mata o se les desplaza, ni siquiera media la amenaza.

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