La limitada participación de afrodescendientes en puestos de decisión tanto públicos como privados, sugiere la existencia de una discriminación estadística en la contratación de personal motivada por  aspectos étnicos, de sexo y/o región. Los empresarios y dirigentes públicos de las ramas ejecutiva, legislativa y jurisdiccional, así como de la empresas industriales y comerciales del país, utilizan esta práctica a sabiendas que la correlación entre estos factores y el grado de capacidad es imperfecta, pues existen afrocolombianos y amerindocolombianos para el desempeño de cualquier cargo  directivo, tan capaces como los hispanocolombianos, al igual que las mujeres respecto de los hombres, y en el mismo sentido podríamos circunscribir los factores regionales: Los chocoanos y demás profesionales del Pacífico son tan capaces como sus símiles antioqueños, caldenses y demás gentes del Eje Cafetero, Región Andina, Santanderes, Orinoquía u Amazonía Nacional. Pero lamentablemente, en Colombia aun estamos lejos de valorar esta realidad.


Las cifras estadísticas reflejan de manera fehaciente la asimetría de nuestro mercado laboral antes descrita, basta con revisar las cifras de profesionales afrocolombianos y amerindocolombianos vinculados en altos tribunales, ministerios, embajadas, fuerza pública, clero, grandes empresas, etc. En el Chocó, por ejemplo, los cargos de jerarquía superior en el Tribunal, en el Consejo Seccional, en la Fiscalía y en la Procuraduría, son ejercidos por profesionales de otras regiones, contrario a lo que sucede en aquellas, donde la vinculación mayoritaria de directivos recae en gentes de la misma región, hecho que atiende a una sana lógica. El fenómeno del Chocó se reproduce en todas las demás regiones de predominio poblacional afrocolombiano, basta con mirar ciudades como Cali y Tumaco en el Pacífico, Cartagena, Santa Marta y Barranquilla en el Atlántico, etc. y ni qué decir de metrópolis como Medellín y Bogotá donde la situación se torna peor.


Si nos detenemos a revisar el porqué de este fenómeno encontraremos que la situación actual es fiel réplica de nuestro pasado colonial, donde el patrón de las relaciones económicas, sociales y políticas, estaban bajo el dominio de los españoles, quienes impusieron el sistema de castas que aunque  no incluía la segregación racial, -por lo menos en los estatutos jurídicos-, sí quisieron hacer una diferencia profunda entre esos españoles y sus hijos criollos y los descendientes de africanos y de amerindios, y para eso "instituyeron el cartabón de la pureza de sangre, en donde se reconocía a los españoles y sus hijos criollos todo el derecho de gobernar, todo el derecho que quisieran sobre las tierras, todo el derecho de promulgar sus religiones, sus credos, etc., pero se les negaba a los africanos descendientes de la madre África, y se les negaba el derecho también a los nativos de este país, a los únicos que nos pueden dar la ciudadanía de América, a nuestras comunidades amerindias "Este efecto diferenciador se logró con la división de oficios y ocupaciones en nobles y plebeyos, reservándose los primeros a los "limpios de sangre" y las segundas a "mestizos", "indios" y "negros". "La burocracia, aún en los más modestos niveles, como la escribanía de oficinas públicas, así como las profesiones y oficios eclesiásticos, eran reputadas actividades nobles. En cambio todo lo que significaba trabajo manual, como oficios artesanos y aún las profesiones de maestro de escuela y cirujano, se tenían como propias de las castas de mestizos y pardos"; condición que aunque persiste en ser heredada por descendientes de estas mismas castas, será imposible contrarrestar la hola creciente del mestizaje a pesar de los costos que por muchos años deberán soportar las mal llamadas "minorías étnicas" mientras logran las necesarias reivindicaciones socioeconómicas que les han sido esquivas en el transcurso de tantos años de dolor y marginación.

 

De allí que, la consolidación del dominio español resultó más fácil de lo que ellos mismos pensaron, pues la nueva sociedad mestiza emulaba el comportamiento de los españoles para ganarse el beneplácito de éstos y ganar el reconocimiento social en detrimento del resto de la sociedad; es así como surge lo que el poeta Francisco Amín ha denominado como "el racismo criollo", que no es más que la propia negación de identidad, ya que, bajo la connotación de identidad republicana de democracia e igualdad, por la que todos los grupos lucharon en contra del opresor español, se esconden nuevos patrones de discriminación sociorracial que se expresan tanto en el disimulado uso de eufemismo como negrito, o morenita como en la negación histórica de oportunidades que respondan a la pluriétnia y la multiculturalidad plasmada en nuestra Constitución política.


*Economista Afrocolombiano

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