Las crecientes demandas indígenas por el respeto a sus derechos culturales y políticos, así como una mayor conciencia internacional, se vieron favorecidas a mediados de los noventa con la declaratoria de la Década Internacional de los Pueblos Indígenas 1994-2004, por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas.

 

Como uno de sus resultados hay que destacar la creación del Foro Permanente sobre Asuntos Indígenas, establecido en el 2000 por el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, encargado de formular recomendaciones, tanto al Consejo como a los demás organismos del Sistema de Naciones Unidas, con quienes impulsa la coordinación e integración de actividades para temas indígenas. Igualmente, ha sido de gran importancia el establecimiento del Relator Especial para los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales de los Indígenas cuyas funciones principales son recabar y solicitar información de todas las fuentes pertinentes sobre la violación de los derechos humanos de los indígenas y formular las recomendaciones y propuestas pertinentes.

 

Más allá de los logros obtenidos hasta el momento, son aún enormes los desafíos que imponen, a las sociedades y gobiernos del mundo, los temas indígenas y particularmente aquellos relacionados con el desarrollo y la diversidad cultural. Así lo evidencia el Informe Mundial 2004 sobre Desarrollo Humano del PNUD, titulado La libertad cultural en el mundo diverso de hoy, el cual reconoce el continuo agravamiento en la exclusión y discriminación social, económica y política y la limitación de las libertades culturales de los grupos étnicos como una amenaza para el avance de las libertades, el desarrollo humano y la democracia.

 

El informe define a las libertades culturales como parte fundamental del desarrollo humano. Es decir que cada persona debe contar con la libertad  de participar en la sociedad sin tener que desprenderse de sus vínculos culturales y advierte a los gobiernos que de no abordar de manera adecuada las luchas por la identidad cultural estas podrían transformarse rápidamente en fuentes importantes de inestabilidad al interior de los Estados, desencadenando, a su vez, conflictos con consecuencias tales como el retroceso del desarrollo.

 

Colombia, que cuenta con 84 pueblos indígenas, no es la excepción y aunque el país ha sido destacado internacionalmente por el reconocimiento a los derechos de estos pueblos a nivel constitucional y por la declaración de cerca del 28% del territorio nacional como resguardos indígenas, son aún muchas las inquietudes e interrogantes que se plantean ante la difícil situación por la que atraviesan en la actualidad numerosos grupos étnicos.  

 

Las autoridades colombianas y las organizaciones indígenas deberán encontrar espacios de entendimiento para concertar soluciones a los problemas que afectan a estas comunidades, pues de no ser así el conflicto armado interno que vive el país, la crisis humanitaria y la expansión de los cultivos amenazaran, como nunca antes, los  territorios indígenas y su sobrevivencia cultural.

 

Entendiendo la importancia de la participación y el fortalecimiento de la sociedad civil en la construcción de la democracia, la superación del conflicto y el desarrollo humano, particularmente en el caso de los pueblos indígenas, el PNUD ha promovido, en una primera etapa, una serie de actividades especialmente con las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta y del Macizo Colombiano.

 

El objetivo es entender mejor, a partir de un diálogo constructivo y respetuoso, las realidades que afectan su desarrollo como pueblos indígenas y su situación humanitaria, así como valorar sus mecanismos tradicionales para enfrentar los conflictos. Igualmente busca establecer espacios de coordinación entre las  agencias del Sistema de Naciones Unidas, así como puentes de comunicación y coordinación con las diferentes entidades gubernamentales y estatales que tienen a su cargo los temas indígenas para buscar soluciones culturalmente efectivas.

 

Los pueblos indígenas con su sabiduría milenaria han contribuido de manera significativa a procesos de paz y reconciliación en diversas regiones del mundo. Tal  ha sido el caso de Sudáfrica donde conceptos culturales tradicionales fueron claves a la hora de lograr acuerdos. En el caso colombiano la diversidad cultural es motivo de esperanza ante el gran potencial que ofrecen estas comunidades para la búsqueda de salidas pacificas al conflicto que vivimos.

 

Es esta diversidad cultural la que representan los indígenas colombianos, como los de Toribío y Jambaló, que en los últimos meses han sido víctimas y objetivo militar de las FARC-EP. Estas poblaciones “han decidido optar por el respeto a las culturas, el desarrollo en armonía con su entorno y la resistencia a los embates del conflicto armado sólo con el poder de la autoridad ancestral y su guardia indígena, armada únicamente de bastones de mando”.

 

Así lo dijimos el PNUD y la UNESCO en un comunicado a la opinión pública en donde exigimos “a los grupos armados ilegales el cese inmediato de cualquier hostilidad en contra de la población civil en los territorios paeces y en cualquier lugar de Colombia”. Hoy, ese llamado sigue teniendo plena vigencia.

 

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