El marco de derechos constitucionales ha sido una realidad virtual para los pueblos indígenas. Sin embargo, para más de la mitad de su población, las mujeres, ni siquiera han sido realidad virtual, pues el proceso de su reconocimiento como sujetos de derechos individuales y colectivos ha ido mucho más lento y la mayor parte de ellas no han tenido el mismo acceso a los beneficios que dichos derechos entrañan.

Ellas han sido casi invisibles y lo serán mientras sean ignoradas tanto por la historia oficial como por la propia, ignoradas por sus organizaciones y por las políticas de Estado; mientras se desconozca su situación y condición, su aporte al desarrollo de las comunidades y su contribución a las luchas de resistencia étnica y cultural.

Se ha dicho que las mujeres indígenas tienen particularidades étnicas y culturales que las diferencian, pero su situación económica y social, sus relaciones de género e imaginario no han sido lo suficientemente documentadas. Al respecto, algunas referencias[2] señalan como en la historia la mujer indígena no ha tenido rostro propio, aunque los pocos renglones dedicados a ellas en las Crónicas de Indias hablan de las nativas como seres audaces, "preparados para todos los oficios, incluidos la caza y la guerra” (Bermúdez, 1994: 86). En algunas de nuestras viejas culturas se permitió a las mujeres ejercer el sacerdocio y la medicina, pero son pocas las referencias de mujeres que ostentaran el poder.

Según Pilar Lozano (1994:87),[3] las nativas vieron cómo la cultura europea y las instituciones impuestas limitaron sus posibilidades de desarrollo, deterioraron su condición social, política y económica, y tuvieron que sufrir el dominio de las relaciones patriarcales y coloniales de los invasores. En el altiplano el proceso de mestizaje fue muy rápido debido a las ventajas que ofrecía para ellas y para sus hijos unirse con un español (Lozano, 1994:88). Poco a poco se fue imponiendo así un ideal de mujer distinto al indígena, basado en el recato, la obediencia, la fidelidad, la castidad, la resignación y la virtud como patrones de conducta que dieron pie a diferentes categorías de mujeres y colocaron a la indígena en situación de inferioridad respecto de la mujer blanca y de los demás miembros de sus propias culturas.

Con este breve pero revelador esbozo se evidencia la forma en que se configuró el imaginario de los roles, condición y posición de las mujeres indígenas que prima hoy como herencia colonial en muchas de sus culturas y convive de manera dicotómica con los establecidos, a partir de las recuperaciones de identidad cultural de las últimas décadas, que hablan de una relación con “sentido de igualdad y complementariedad de roles desde posiciones diferentes (...) que pueden reflejar jerarquías pero no así desigualdades antagónicas (...)”(Chipana, 2000).

Sin embargo, en la realidad actual esa visión matrística del origen de la vida, la naturaleza y la historia que se lee en el discurso de lo cultural tradicional y reivindica lo femenino como fuente originaria, parece contradecirse con la valoración dada a los sujetos concretos, con la invisibilidad, negación y exclusión que dicen padecer las mujeres en la vida práctica de gran parte del movimiento indígena[4] y de muchas comunidades, culturalmente influenciadas por la ideología patriarcal del occidentalismo judeo-cristiano. Hasta ahora, la mayor parte de los estudios antropológicos y el discurso “oficial” indígena han hecho visible a la mujer indígena en tanto sujeto que garantiza la reproducción física y cultural de las etnias, en su papel generador y fundacional de la cultura y de la raza; pero ello todavía no se traduce en una actitud y política de reconocimiento y de respeto, de mejoramiento de su posición al interior de las comunidades y de las organizaciones, porque se “afirma que la defensa de la cultura es prioridad y entrar a considerar los derechos específicos de las mujeres ocasiona conflicto dentro de las comunidades”.[5]

Así, se evidencia una fractura entre la representación del ser femenino en la cultura, reflejada en los mitos de origen o en los discursos reivindicativos y el valor asignado a las mujeres en la vida cotidiana de las organizaciones y comunidades; se confirma también la tesis según la cual al parecer la primacía de derechos colectivos tiende a suprimir derechos específicos tales como los de género y edad.



[1] Aparte del ensayo publicado por la Universidad Autónoma de México: Ciudadanía, Género y Conflicto en comunidades indígenas.

[2] Documento: “Las mujeres antes y después de la conquista”, Centro de Documentación www.etniasdecolombia.org, al parecer elaborado por Diana Martínez B.

[3] Ibid. Citando a Irene Silverblatt.

[4] Me refiero sobre todo al de zona andina, el de mayor trayectoria e impacto en la vida política nacional y en el desarrollo de la plataforma política indígena. A nivel del Caribe hay una situación deferente, hay mujeres importantes con un reconocimiento especial que pueden tener mucho impacto y traen un mensaje nuevo.

[5] Mesa de trabajo Mujer y Conflicto, 2003.

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