Hace tres horas aterricé en el Dorado con músculos encalambrados, la ropa cubierta de barro endurecido, la piel manchada con los restos de la selva y de los cadáveres y mis párpados requiriendo el apoyo de unas pinzas para poder mantener los ojos abiertos; empero estas molestias no bastan para quitarme de encima la introspección y la alegría evocadas por lo que acabo de vivir.

nino-awa-300x400-mark-aeActualidad Étnica decidió enviar a un periodista para acompañar la Misión de la Minga humanitaria del pueblo awá que terminó ayer en las horas de la tarde con una asamblea, corregimiento El Diviso en el departamento de Nariño, y esta vez me tocó a mí mover ficha.

Estoy en el proceso de elaborar la crónica final y editar la multitud de fotos que tomé, pero parece primordial plasmar virtualmente algunas meditaciones antes que se acabe la semana y que los usuarios se retiren a la Semana Santa. También parece necesario señalar los tres aspectos más destacados que por el impacto todavía tengo crudos, viscerales y calientes en la cabeza.

La Minga indígena logró en cuatro días lo que el Estado, con todos sus aparatos y comisiones, no hubiera podido hacer nunca. Gracias a su iniciativa, a los testimonios de los habitantes de las comunidades y a una búsqueda y mano de obra brindadas, la Misión pudo realizar su objetivo con agilidad y con ánimo. No debemos hacer caso omiso frente a los resultados concretos de esta gran Minga humanitaria, cuya elaboración implicó el desentierro y tratamiento directo de cadáveres, una faena que deja un sensación desagradable en el corazón.

A pesar de la amargura con la que los indígenas se movilizaron a nivel nacional para enfrentar un acto tan salvaje de las Farc, el espíritu de fraternidad, bondad y voluntad de la Guardia Indígena que tuve la suerte de observar y experimentar durante la Misión, jamás escapará de mis recuerdos. Ellos caminaban, se alimentaban y chismoseaban siempre juntos, emprendiendo el trabajo con disciplina, seriedad y pudor, protegiendo a los miembros de su Comisión, invariablemente conscientes del estado de bienestar de cada persona.

De la Asamblea salieron muchas proposiciones, una de ellas, extender la Guardia Indígena por todo el país y se espera que eso se vuelva una realidad.

En lo que a mí me atañe, me preocupa que al estar en la zona roja, quienes siguen viviendo allá, en las comunidades afectadas por la masacre, corran riesgos con sus vidas diariamente. Frente a las amenazas de los actores armados locales la decisión es no desplazarse y no renunciar al territorio, sin embargo, la coyuntura está embrollada y las soluciones no son sencillas.

Quedé impactado por la realidad a la que los sobrevivientes enfrentan y triste por la inacción del Estado. Este fin de semana concluiré mi crónica sobre quince días en la selva nariñense buscando aquellos seres humanos brutalmente masacrados por otros seres no tan humanos.

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