Recientemente tuve la oportunidad de visitar el municipio de Toribio, en el marco de una investigación sobre retornos de población desplazada que realicé para CODHES, donde descubrí una experiencia de construcción de paz desde la base social ampliamente conocida en Colombia y el exterior: El Proyecto NASA Minga Vida Resistencia, consistente en la articulación de una estrategia comunitaria de resistencia al desplazamiento de la población indígena organizada del norte del Cauca.

Esta experiencia ha sido galardonada con varios premios, y representa para el país un ejemplo de vida en medio de la muerte, donde la dignidad asociada a la integridad de la comunidad en su indisoluble vínculo con la madre-territorio se convierte en la fuente de la fuerza que les permite resistir a la adversidad.

El caso de la comunidad indígena NASA, en particular el caso de Toribio da señales a un país invadido por el miedo, de cómo poder afrontar los embates de una guerra que no nos pertenece pero que a todos afecta, dejando importantes lecciones para la construcción de paz desde la base social.

Tal vez el principal aprendizaje que nos deja es algo tan obvio pero tan escaso que es necesario reiterarlo: la unión hace la fuerza que nos permite vencer el miedo, unión cimentada a partir de la construcción de referentes culturales de identidad, que construida palmo a palmo durante décadas, puede conducir a la reconstrucción del tejido social de una nación fragmentada por la desconfianza. Para esta cosmovisión, lo contrario a la vida no es la muerte sino el miedo.

En este caso en particular, el retorno de cerca de 8000 indígenas que fueron desplazados en el 2005 en medio de los combates registrados entre las FFMM y las FARC en torno a la toma de Toribio en ese año, nos muestra dicha fortaleza e integridad moral de un pueblo que se niega a vivir en medio del miedo, y le apuesta a la vida como proyecto comunitario de largo plazo.

Ojalá el resto de aislados y solitarios colombianos fuéramos capaces de vencer el umbral del temor que tanto nos paraliza, y nos arriesgáramos a construir apuestas desde lo colectivo y de largo plazo, sobre todo los urbanos hoy tan cerca unos de otros y tan separados a la vez, llenos de un miedo que solo parece superarse por el seguimiento fanático a lideres "salvadores de hecatombes".

O en palabras del maestro Estanislao Zuleta en su ensayo "Elogio de la Dificultad" al referirse a la tendencia a la comodidad de la sociedad urbana:

"En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas, y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente si han existido. Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelemos regresar a él. Desconfiemos de las mañanas radicales en las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la antigüedad hasta hoy, los horrores a las que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia- por la desgracia- de alguna revelación. (...) Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de pensamiento tal, que los que se atrevieran a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos no son sus argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos. En lugar de discutir un razonamiento, se le reduce a un juicio de pertenencia al otro- y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo- o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda opción, sino también toda diferencia: el que no está conmigo está contra mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo".

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