De un momento a otro, la política del gobierno hacia la población negra ha empezado a tener en Colombia un sesgo de pragmatismo político que no se corresponde con una idea auténtica de reconocimiento de los derechos de las comunidades afrodescendientes del país.

Recientes hechos de la vida colombiana confirman la anterior afirmación. Uno de ellos se refiere a la intención del actual gobierno de mostrarse ante la comunidad internacional y los organismos hemisféricos interamericanos, especialmente los Estados Unidos, como una renovada democracia con perspectiva étnica o interétnica: ministra negra, general negro agregado militar en Washington; año de la poesía negra; viceministro de protección social negro y, en general, actividades y reconocimientos que "exaltan" lo que Colombia hace por dar realce a algunos personajes de la vida cultural, social y política como representantes de la etnia afro.

Parece que estamos ante una revolución en nuestra patria multiétnica, en el marco del "Estado comunitario" del gobierno nacional. Desafortunadamente todo tiene una razón de ser en el contexto de la política y diplomacia internacional y las actuales circunstancias del mundo y del hemisferio occidental.

Está claro que el mundo no se transformó porque llegó un presidente negro a la conducción del Estado más poderoso del orbe. Pero es indudable que algo está cambiando en Washington y que los gobiernos subalternos se vienen acomodando a la nueva situación. Especialmente el gobierno de Uribe, cuya política de derechos sindicales, humanos e inclusión étnica fue duramente cuestionada por el mismo Obama durante su campaña y le ha costado la aprobación del TLC.

Todo indica que para darle respuesta a esta situación, se ha desarrollado una estrategia de gobierno basada en cambiarle el color a la administración más no sus fundamentos, altamente discriminadores y racistas; que asistimos a una política de maquillaje de la realidad a través del uso de los medios de comunicación y actos de gobierno que buscan mostrar una situación diferente a la de la discriminación y pobreza que viven los afrocolombianos en nuestro país, para congraciarse con el presidente afroamericano de los Estados Unidos y los afros del congreso de ese país. Sin embargo, la realidad afro grita que siguen en iguales o peores circunstancias y además han venido perdiendo los pocos espacios de representación comunitaria y territorial que tenían, para el ejercicio de sus derechos.

En síntesis, los hechos acusan al gobierno de querer ocultar, tras realidades políticas de fachada, la llaga vergonzosa de la discriminación, el "racismo de Estado" y la exclusión que esto conlleva. Si no, ¿cómo explicar que las regiones y territorios ocupados por afrocolombianos sean las más desfavorecidas en los planes de inversión y desarrollo?

Hace poco, muy poco, la carencia de políticas y planes de inversión en infraestructura vial del Chocó propició el accidente de un bus intermunicipal y ocasionó la muerte de más de cuatro decenas de pasajeros, casi todos afros. Dicha situación reveló nuevamente que el atraso y aislamiento no son consecuencia de una cultura de la marginación voluntaria, o de la autoexclusión como a veces suele decirse, sino que se debe a factores estructurales y a la falta de voluntad del Estado para direccionar políticas de desarrollo incluyentes de estas poblaciones.

Una Ministra Afro, un General Afro, un Vicemistro Afro y un Director Afro de políticas para esta población en el Ministerio del interior, supondrían un empoderamiento de los afros en Colombia y un viraje en las políticas públicas de atención de las necesidades de esta población. Sin embargo, a diario vemos cómo se incrementa la violencia contra ellos en sus territorios, cómo son expropiadas sus tierras por parte de grupos y sectores violentos, cómo son acosados y perseguidos por los paramilitares, cómo el desplazamiento es el pan que reciben cada día, y cómo los han venido sacando de los espacios donde se toman las decisiones de política económica y social.

Entonces, para nada se correlacionan los gestos diplomáticos del gobierno con sus propias acciones, en lo que a calidad de vida o reconocimiento real de esta población se refiere.

Sin desconocer la buena gestión que puedan hacer, ni las calidades humanas que seguramente poseen estas personas de piel oscura, que han pasado a ocupar importantes cargos del gobierno nacional, es presumible que están allí por el servicio que pueden prestar a una estrategia que está muy lejos de la lucha contra la discriminación racial de las comunidades afrocolombianas. Empero, el reconocimiento y posicionamiento de esta comunidad como sujeto de derechos sigue estando en primer orden del día, y para ello se requiere mucho más que simples nombramientos.

Si tenemos en cuenta que el color de la piel no es igual al de la conciencia, es fácil entender que los afros necesitan mucho más que "altos" funcionarios; que requieren una verdadera política de inclusión social, igualdad de oportunidades y trato no discriminatorio en la planeación del desarrollo.

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