En ética nadie puede ser juez de nadie, salvo de sí mismo. La ética es autoimposición y obediencia a la naturaleza del ser humano, y sus decisiones son personales. Obedecen a circunstancias y motivos que solo conoce cada uno. Pero en el caso de los periodistas Jorge Enrique Botero y Hollman Morris hubo demasiados jueces que pretendieron conocer sus intenciones y juzgarlos.

"(Jorge Enrique) reportero a sueldo de Telesur," sentencia uno de esos jueces y agrega: "Cuando un avión zumbó, cacareó como una gallina. Por su ego y su alharaca casi se tira una importantísima liberación". Dice otro juez sobre Hollman Morris: "Con un ego que se sueña un argentino, hace reportería a los secuestrados con libreto de la guerrilla". Sobre la "impertinencia de Botero y lo dudoso de Morris", escribe otro colega que encuentra eco en otra columna en donde el trabajo de Morris se califica como "ambiguo y pernicioso". "Por razones inexplicables (Morris) registraba el hecho, en entrevistas con respuestas obligadas por los captores". "Abominable irresponsabilidad de Botero y Morris como mercenarios de la primicia".

Entre las muchas intencionalidades que pueden mover a un periodista, les atribuyeron las más innobles, sin prueba alguna y los responsabilizaron por consecuencias como éstas: "Pudieron reversar el proceso de liberación", "reacción inmediata por esta falta de seriedad fue impedir a los demás periodistas cumplir su papel".

Otros columnistas no asumieron el papel de jueces. Escribió uno: "Hay un largo trecho entre un error o una confusión, a los señalamientos del gobierno a estos periodistas como afines a la guerrilla". Y agregaba: "La falta de una estrategia y los daños de no haberla tenido, no se reparan con la estigmatización injusta de los dos periodistas". "El caos que pudo hacer fracasar la operación fue el sobrevuelo", se lee en otras partes. El sobrevuelo fue "error de buena fe" ¿por qué presumir que el del periodista es de mala fe? Operación Jaque fue espectáculo, esta no debía serlo a pesar de que toda liberación es un hecho tan admirable como un nacimiento o una resurrección.

Una elemental técnica periodística enseña que toda afirmación debe sustentarse en hechos comprobados. No ocurrió así en este juicio. Las condenas resultaron desmentidas por los hechos, conocidos después, cuando hablaron los testigos: a Botero le permitieron viajar con su cámara, y la usó cuando creyó que con ella podía salvar la operación, según dijo. Morris no había hecho uso alguno de su material que, por inútil y sesgado, archivó; y llegó al sitio guiado por la guerrilla.

Encuentro escrito en alguna columna: "Son periodistas que se separan de la opinión mayoritaria", "han mostrado aspectos del conflicto que de otra forma hubieran quedado en la oscuridad".

El periodista, en efecto, no es un simple notario o escribano de los poderosos, sean del gobierno o de la guerrilla, tampoco lo son de las mayorías. Cumple su tarea moviéndose entre sus propios errores y limitaciones y las condenas ajenas. Más duras cuando proceden de los colegas. Es consciente de que cada día debe comenzar de nuevo y de que no está para darle gusto a nadie, sino para servir a todos, no con entretenimientos sino con el conocimiento de la realidad.

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