Comentarios al artículo "Los príncipes y el Bicentenario" de Armando Montenegro (El Espectador, 30 de mayo de 2009).

Riosucio, Caldas, 2 de Junio de 2009

Doctor
ARMANDO MONTENEGRO
Columnista
El Espectador
Bogotá

Respetado doctor Montenegro:

Reciba un cordial saludo:

En su columna del 29 de septiembre de 2007 usted escribía: "Colombia no está haciendo nada para celebrar el bicentenario de su independencia. Sólo faltan dos años largos para el 20 de julio de 2010, y casi nadie parece interesado" (1); aportaba algunas ideas para una celebración digna y con impacto social, y señalaba los dos requisitos básicos para una conmemoración acorde con la importancia del motivo: que se expidiera la Ley y se conformara la Comisión correspondientes.

Hace unos días, el 30 de mayo, usted vuelve sobre el tema y hace la triste constatación de que "Colombia, a diferencia de otros países de América Latina, decidió preparar el bicentenario de su independencia de España tarde, a lo pobre y con un bajo perfil" (2), y pone de relieve la incongruencia de que España -potencia derrotada en su momento- sea quien esté marcando la pauta de la celebración.

Aunque en el primer artículo citado se hace un llamado a que "en lugar de especular sobre las razones del desdén por el bicentenario en nuestro medio, es mejor pensar en lo que se podría hacer en el corto tiempo disponible", usted mismo se convenció de que no hay mayor espacio para una actitud "proactiva", como se dice ahora.

En cuanto a las razones del desdén, estas deben buscarse en el alma de la nación entera, porque, como lo dijera desde hace sus buenos años monseñor Pedro Rubiano: "Esa fecha de 2010, el Bicentenario de la independencia, no nos puede dejar indiferentes. La nación se tiene que preparar para que no sea una celebración más, un desfile militar, sino que convoque a todos los colombianos" (El Espectador, 9 sep. 2004).

Pero habiendo una responsabilidad social, achacable también a todos los partidos políticos, no ha sido pequeño el papel del actual Gobierno en el retrasado, desorganizado, opacado y genuflexo Bicentenario a que estamos asistiendo: El presidente Álvaro Uribe pretendió desde enero de 2005 pasar por alto el Grito de Independencia del 20 de julio de 1810 y trasladar la fecha de independencia para la Batalla de Boyacá de 1819, aplazando por tanto el Bicentenario para 2019, no sólo para hacerlo coincidir con la culminación de sus miras políticas y su proyecto de nación (Visión Colombia 2019), sino con el fin de no caldear el imaginario público con discursos "veintijulieros" que hablaran de derechos del hombre y del ciudadano, de abajo el mal gobierno, de memorial de agravios, de igualdad y libertad, y en suma de revolución, cuando en la política de Seguridad Democrática dicha terminología se encuentra proscrita. Finalmente Uribe no pudo evadir las razones de los historiadores, y con desgano organizó en 2008 una celebración de tercera clase para el Bicentenario 2010.

Una organización medianamente eficiente de la efeméride hubiera partido de expedir una ley conmemorativa, que contemplara la comisión o junta encargada de los preparativos, una secretaría ejecutiva para llevarlos a cabo, una convocatoria a crear comisiones regionales y municipales, y una partida importante del presupuesto nacional. Aquí se procedió exactamente al revés: Fuera de que nunca se expidió la ley del Bicentenario (se archivaron tres proyectos en el Congreso, uno de origen en el Ministerio del Interior), primero se creó el organismo ejecutivo (Alta Consejería Presidencial para el Bicentenario, 15 feb. 2008); luego una comisión de coordinación interministerial (23 jun. 2008); después la Comisión de Honor del Bicentenario, en un decreto que no incluye funciones para el ente (23 de julio); posteriormente, se exige mediante carta a los municipios y departamentos que envíen a la Consejería un reporte sobre las actividades que desarrollan para el Bicentenario (enero 2009), y para no usar recursos públicos el 9 de febrero de 2009 se creó la Fundación Bicentenario, la mitad de cuyos integrantes son empresas españolas.

En resumen, el Gobierno actual intentó aplazar la celebración del Bicentenario para 2019; pero no logrando hacerlo, procedió a organizar para 2010 un Bicentenario de tipo administrativo, sin participación del Congreso, de las entidades territoriales ni de la sociedad civil, y finalmente financiado por las arcas españolas.

Espero, doctor Montenegro, haber demostrado que no hay necesidad de especular para encontrar las causas del fracaso del Bicentenario en Colombia.

Pero si nos sirve de consuelo, el panorama del Bicentenario latinoamericano no ha estado mejor. Aunque nueve países que celebran sus efemérides entre 2009 y 2011 han conformado el Grupo Bicentenario, este no ha sido capaz de organizar una celebración continental, y el inicio de esta celebración, que debía comenzar por Bolivia el pasado 25 de mayo (200 años del Grito Libertario de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809), realmente empezó en Madrid el 11 de mayo, en una ceremonia donde el Reino de España hizo la presentación pública de su programa para el Bicentenario de la independencia de sus ex colonias, mientras en Bolivia el Bicentenario fue sacrificado en la pugna entre el Gobierno y la oposición (véase la actualización del 27 de mayo de la página www.albicentenario.com).

Disculpe, por favor, la extensión de este comentario, y me solidarizo con usted en su congoja por la oportunidad desperdiciada del Bicentenario.

Felicitaciones por su artículo, y lógicamente apoyo la propuesta de rescatar el Tesoro Quimbaya, empezando, por ejemplo, por memoriales de los Concejos Municipales del Viejo Caldas dirigidos al Gobierno español.

Cordialmente,

Luis Javier Caicedo
Editor de la página www.albicentenario.com


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