Mientras el debate en el Congreso se intensifica, buena parte del oficialismo peruano ha aprovechado el enfrentamiento de Bagua entre la policía y las comunidades nativas para criminalizar el elemento indígena y polarizar a la opinión pública.

En el texto que sigue hago referencia a cuatro testimonios del Presidente, Alan García, y debajo analizo las contradicciones existentes entre sus palabras y la realidad fáctica que las contextualiza.

1. El Presidente ha calificado a los nativos amazónicos de Bagua como "hordas enardecidas" y al vocero de las organizaciones, Alberto Pizango, de "delincuente, criminal, instigador de la violencia y rebelde", entre otras lindezas.

2. García ha destacado en los días posteriores al enfrentamiento que "dieciséis de los diecisiete ministros coinciden en que la democracia no debe ceder al chantaje de fuerzas de pequeños grupos que no representan lo más avanzado en el país".

Además, el Presidente se jacta de haber negociado los decretos durante más de un año y de haber cambiado diecisiete artículos del antiguo decreto forestal que hoy es la Ley Forestal y de Fauna Silvestre, el famoso Decreto 1090, a petición de las comunidades.

3. Tanto García como el Primer Ministro peruano, Yehude Simon, han dicho que "la insurgencia de los nativos está relacionada con una conspiración internacional" y ambos mandatarios han hablado de "influencias extranjeras" escondidas tras las reivindicaciones indígenas.

4. Por último, esta misma mañana el Presidente aprovechó un encuentro con los medios tras visitar las obras de un complejo deportivo en la capital para hacer un análisis macropolítico de la situación en América Latina.

"Existen dos orientaciones en el continente", señaló. "Una que cree en la modernidad de la democracia y otra que continúa anclada en un estatismo de viejo cuño". Su Gobierno, asegura, pertenece a la primera categoría.

1. Cuando Nicaragua aceptó el asilo de Pizango en su embajada el Gobierno peruano salió al paso rápidamente dejando claro, por si alguien tenía alguna duda sobre la altura de los valores democráticos que predica, lo obvio: "que aquí se juzga a las personas sin satanizarlas". Lo de delincuente y criminal debe haber sido un exabrupto producto de las tensiones del conflicto.

Por otro lado, tampoco está tan claro quién es el verdadero "instigador de la violencia", cuando desde hace más de un mes algunos analistas políticos e incluso instituciones como la Defensoría del Pueblo vienen advirtiendo de que el debate sobre los decretos podía terminar en tragedia.

Algunos expertos se hacían eco, incluso, de un núcleo duro dentro del Gobierno "que reclama detener a Pizango, despejar las carreteras a tiros y tirarse a Aidesep", palabras proféticas del politólogo Raúl Wiener escritas un mes antes de la masacre.

2. Me pregunto si realmente el Gobierno, que acaba de sacar a la luz un spot televisivo en el que tacha a los nativos de extremistas, torturadores y asesinos, cree seriamente en lo que dice.

Si se trata de una masacre perpetrada por asesinos y terroristas, ¿por qué se está negociando nuevamente la derogación del Decreto 1090 y por qué se está hablando de crear una Mesa de Diálogo con las comunidades?

Parece evidente entonces que o bien el Gobierno está cediendo al chantaje de los asesinos o bien ha tenido un cruce de cables con los apelativos. Aunque yo me inclinaría más por la primera opción, porque aquí se juzga a las personas sin satanizarlas.

3. Lo de las teorías conspiratorias es harina de otro costal. Si querían chivos expiatorios podían haberlos encontrado dentro de casa, en el nacionalismo de Humala o en la oposición decorativa de Toledo, sin necesidad de complicarse tanto la vida.

García ha hablado de "mensajes incandescentes" lanzados a la opinión pública desde otros países del continente y, aunque no ha dado nombres y apellidos, su mirada parecía perdida entre Bolivia y Venezuela.

La prensa de La Paz ya se ha encargado de recordarle que, antes de llamar a las puertas de la Embajada de Nicaragua, Pizango había fracasado en los edificios de Estados Unidos, Francia y, oh sorpresa, Bolivia.

4. Con los ojos puestos en Evo y Chávez y después de hacer alusión a una América Latina rota entre dos tendencias irreconciliables, el jefe del Ejecutivo peruano definió a una de ellas como "inmovilista y estática". Luego la acusó de hacer campaña "contra el progreso, la modernidad y la democracia" y, para terminar, advirtió: "yo no ataco a los que piensan de otra manera".

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