Mario Serrato

Ha quedado claro: los seres humanos somos responsables del calentamiento global. Los argumentos en contra de esta verdad incuestionable, emitidos por geólogos e ingenieros pagados por los petroleros y carboneros, quedaron desvirtuados.

Las empresas multinacionales que de ahora en adelante mantengan la explotación o desarrollen nuevas en materia de extracción de energía fósil, serán consideradas responsables directas del calentamiento  global. Los gobiernos ansiosos de recibir inversión extranjera en estos renglones de sus economías, contribuirán de manera inexcusable en el deterioro del planeta. 
A industrias como la automovilística, producción de acero y tecnología basada en combustibles fósiles, les corresponde una gran culpa en el deterioro de las condiciones climáticas de la tierra. 
Los jeques árabes que durante más de cinco décadas han gastado el dinero de sus pueblos en casinos de Mónaco, vestidos de París, diamantes de Bruselas y cocaína de Colombia, en adelante deben ser considerados enemigos del medio ambiente. 
La explotación de madera en las selvas de la amazonia y el cultivo masivo de maderables deteriorantes del medio ambiente, se tendrán que considerar como prácticas nocivas para el planeta y nocivas para la humanidad.
Las industrias que produzcan, usen y masifiquen artículos a base de plásticos o polímeros, como las aparentemente inofensivas bolsas para la basura, están destinadas a modificar los materiales de producción so pena de ser consideradas criminales en legislaciones que pronto adecuarán sus sistemas penales a la realidad ambiental irrefutable. 
El libre mercado, modelo que tanto se ufana de ser el detonante del incremento en la producción de elementos para satisfacer el mercado cautivo del consumismo irracional, deberá ser modificado si queremos asegurar para el hombre y los demás habitantes del planeta unos años más de vida como la conocemos actualmente.
Es hora de que acabemos con la inconciencia. Los argumentos que sostenían que el calentamiento global tenía orígenes geológico planetarios, solo le sirven a gerentes  inescrupulosos de multinacionales irracionales para seguir adelante con sus negocios de muerte. 
Confirmada la realidad, debemos iniciar con prontitud una adecuación normativa que presente a estos depredadores como criminales y que obligue a los gobiernos del planeta a sacar del cuarto de San Alejo de sus investigaciones, la tecnología limpia que tantos años lleva cautiva a propósito, para no perjudicar los intereses de las multinacionales del petróleo, los automóviles y el acero, entre otras. 
Aun no es demasiado tarde, pero es preciso sentir y comprender que tenemos la obligación de iniciar ya, ahora y sin excusas,  el cambio del sistema que nos agobia y que nos precipitará de modo inexorable a la debacle planetaria

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