¿Confianza Inversionista? ¿Para Quien?

Por Mario Serrato

"La inversión extranjera y la confianza inversionista no han dejado en américa latina nada significativo en materia de infraestructura o empleo."

 

Durante los ocho años de gobierno del señor Alvaro Uribe y los casi cuatro del señor Santos, se ha pregonado que la  confianza inversionista y la inversión extranjera constituyen la panacea del desarrollo. Gracias a esta limitada manera de comprender la economía, se permitió el ingreso de capital extranjero en condiciones tributarias muy cercanas a las que se usan en un país invadido.   
Las condiciones en que el capital extranjero negocia con Colombia, presentan, en materia ambiental, repetidas situaciones como las que nos ha mostrado la Drummond, o como las dejadas por la International Mining Company en el río San Juan en el Chocó. 
En otras modalidades del balance que se debe hacer con esas inversiones, conocemos que su interés apunta casi que de modo exclusivo a la minería o a la extracción de materia prima o a la explotación irracional de la dotación ambiental. Poco o nada en transformación de materia prima, servicios profesionalizados y tecnología. 
Otro renglón del mercado que despierta el apetito de los inversionistas extranjeros lo constituye el mercado financiero. Dicho de otro modo: el renglón más expoliador y estéril de la economía. En este campo, el mercado financiero, asegurador y bursátil, reporta ganancias inverosímiles, con proyecciones de fantasía y cero creación de infraestructura. 
En sectores de la economía como la agricultura, los inversionistas extranjeros aseguran su inversión rápidamente: la cuestión consiste en que los capitales foráneos se amparan en los sistemas de soporte crediticio de la nación.  En otras palabras: el dinero del Banco Agrario y FOGAFIN, avala las inversiones de las multinacionales, con lo que, en caso de pérdida o imponderables, el patrimonio público protege al inversionista pero, en caso de ganancias, que las van a tener, se trasladarán sin limitaciones a las cajas fuertes de los bancos de Europa, Estados Unidos, Brasil y China. 
Lo singular consiste en que el periodo de inversión, en la mayoría de los casos, ya cesó. Nos encontramos en la etapa de recuperación de inversión, situación que empuja el capital al retorno a su lugar de origen. 
En efecto, las economías de América latina reportan, en las últimas semanas, la salida de nueve mil millones de dólares hacia el mercado bursátil de la recuperada economía gringa. Situación inexorable que se repetirá de manera constante durante 2014 y que refleja el beneficio obtenido gracias a políticas tributarias laxas y nocivas a los intereses de estas republiquitas bananas. 
El capital no es malo en sí, lo malo es la forma en que los administradores colombianos y de américa latina permiten su ingreso y la forma en que se presenta su egreso. 
La participación en dividendos es una idea profana que los dirigentes latinoamericanos repelen y y califican de desestimulante de la inversión, siendo que muchos inversionistas están dispuestos a aceptarla en condiciones beneficiosas para las partes. 
La inversión extranjera y la confianza inversionista no han dejado en américa latina nada significativo en materia de infraestructura o empleo. Tampoco en capacitación o calificación de profesionales o tecnólogos, menos en lo relacionado con sostenibilidad de proyectos, o recuperación e indemnización al daño causado en materia ambiental. 
Una divisa romana lo explica mejor: Vinieron, vencieron y se fueron. Y un verso de una canción chilena concluye la aventura: "Y solo nos fue quedando miseria y sudor de obrero". 

 

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