PROYECTO DE ACUERDO No. 146 POR EL CUAL SE CREA LA COMISION DE NOMBRES GEOGRAFICOS EN EL DISTRITO CAPITAL Y SE DICTAN OTRAS DISPOSICIONES”

 

 

EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

 

 

1. MARCO LEGAL Y NORMATIVO

 

CONSTITUCION POLITICA DE COLOMBIA

 

Artículo 7. El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana.

 

Articulo 72. El patrimonio cultural de la Nación está bajo la protección del Estado…

 

LEY 388 DE 1997

 

Articulo 6. OBJETO… El ordenamiento del territorio municipal y distrital se hará tomando en consideración las relaciones intermunicipales, metropolitanas y regionales; deberá atender las condiciones de diversidad étnica y cultural, reconociendo el pluralismo y el respeto a la diferencia; e incorporará instrumentos que permitan regular las dinámicas de transformación territorial de manera que se optimice la utilización de los recursos naturales y humanos para el logro de condiciones de vida dignas para la población actual y las generaciones futuras.

 

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9 CONFERENCIAS DE NOMBRES GEOGRAFICOS DE LA ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS

 

 

 

CONSIDERACIONES ACERCA DE LA IMPORTANCIA DE LA CREACIÓN DE LA COMISIÓN DE NOMBRES GEOGRAFICOS EN EL DISTRITO CAPITAL

 

Tal y  como se describe conforme al diccionario de la real academia de la lengua, una comisión es un conjunto de personas encargadas por la ley, o por una corporación o autoridad, de ejercer unas determinadas competencias permanentes o entender en algún asunto específico.[1]

 

En lo atinenente a los nombres geográficos, y en particular a lo que tiene que ver con el manejo de la toponimia tanto en los ámbitos nacional como distrital  existen una serie de  vacíos que deben ser suplidos para garantizar la  integración de los diferentes significados de los sitios de especial relevancia en la ciudad tomando en consideración simultáneamente los diferentes nombres dados a los mismos por los primeros pobladores, por los conquistadores y por los pobladores actuales conforme a los criterios establecidos internacionalmente por las diferentes Conferencias de Nombres Geográficos adelantadas por la Organización de las Naciones Unidas en materia toponímica.

 

SIGNIFICADO DE LA TOPONIMIA[2]

 

Los nombres de lugar (también conocidos como topónimos o nombres propios geográficos) constituyen por sí mismos un amplio campo de estudio, cuyo interés no se circunscribe al ámbito académico. De hecho, la naturaleza peculiar de estos nombres y su trascendencia social se encuentran en la base de la curiosidad que despiertan con carácter general. Un especialista en la materia, el lingüista Joan Coromines, ha explicado esta circunstancia de un modo muy elocuente:

 

“El estudio de los nombres de lugar es una de las cosas que más ha desvelado la curiosidad de los eruditos e incluso la del pueblo en general. Es natural que sea así. Estos nombres se aplican a la heredad de la que somos propietarios, o a la montaña que limita nuestro horizonte, o al río de donde extraemos el agua para el riego, o al pueblo o la ciudad que nos ha visto nacer y que amamos por encima de cualquier otra, o a la comarca, el país o el estado donde está enmarcada nuestra vida colectiva. 

  

El hecho de que toda la sociedad, en principio, sea depositaria del patrimonio lingüístico que constituyen los nombres de lugar ha llevado a algunos autores a plantearse la cuestión de su “pertenencia”. A este respecto, Henri Dorion habla de la memoria colectiva como punto de referencia fundamental en relación con la naturaleza del topónimo:

 

“El nombre de lugar es a la vez propiedad de todos y de nadie. Si hay que hablar en cualquier caso de pertenencia hay que referirse a la memoria colectiva. Tal nombre es tomado en préstamo por sus usuarios, con la particularidad de que el uso puede modificar el objeto del préstamo. En definitiva, el nombre de lugar es antes que nada un modo de comunicación y un testimonio del contexto de su origen, de sus transformaciones y de todo aquello que tales transformaciones atestiguan” (Dorion, 1993: 9).

 

Los diccionarios acostumbran a definir el término topónimo como “nombre propio de lugar” (en este sentido, Real Academia Española, 1984: 1320). Se trata, de todos modos, de una definición excesivamente abierta, que algunos autores han intentado acotar. En este sentido, una definición propuesta que creemos significativa es la que considera el topónimo como un “nombre propio que sirve para distinguir un lugar preciso y único en un contexto concreto” (Moreu-Rey, 1995: 45). De todos modos, tales intentos de definición no son incompatibles con la voluntad, manifestada en ocasiones, de caracterizar el concepto de topónimo desde una perspectiva más amplia y más abierta -y, por tanto, más útil a efectos prácticos.

 

En general los especialistas, al tratar de caracterizar la toponimia como campo de conocimiento, se han referido de un modo específico a su naturaleza interdisciplinaria. Unas veces han puesto énfasis en las materias que tienen una mayor relación con el estudio de los nombres de lugar; y otras veces han puesto el acento en la perspectiva de análisis adoptada. El canadiense Poirier, por ejemplo, habla de los tres grandes bloques de “ciencias auxiliares de la toponimia”: la historia, la geografía, y la lingüística (desdoblada en dialectología y fonética) (Poirier, 1965) lo que hace necesaria la participación de diversos sectores dentro de la comisión a ser conformada para su implementación.

 

Por su parte, Dauzat incide de un modo particular en las vertientes psicológica y sociológica de la toponimia, y afirma que “esta ciencia constituye un capítulo precioso de psicología social. Nos enseña cómo se han designado, según las épocas y los medios las villas y los pueblos, las propiedades y los campos, los ríos y las montañas. En suma, nos permite comprender mejor el alma popular, sus tendencias místicas o realistas, sus medios de expresión en definitiva” (Dauzat, 1971:9). A su vez, un autor especialista en metodología, Querol, defiende con argumentos basados en la propia naturaleza de la disciplina la necesidad de unas actitudes epistemológicas abiertas. Para este autor, “la toponimia estudia un material que contiene una gran pluralidad de informaciones, de tal modo que puede haber innumerables formas de acceder a ellas y ninguna de ellas debe postergar a las otras; sólo así puede quedar la puerta abierta a hipótesis que no se han planteado pero que pueden tener su razón de ser en el futuro” (Querol, 1995:65).

 

El carácter plural de la toponimia y el papel que ejerce como “puente” entre disciplinas muy diversas queda bien reflejado en el texto siguiente, en el cual, su autor, Moreu-Rey, propone una caracterización amplia del objeto y del alcance de la disciplina.

 

Considerando la opinión de otro especialista sobre estas cuestiones, H. Dorion. Su reflexión complementa, desde una perspectiva crítica, las consideraciones que acabamos de señalar:

 

“Recordemos en primer lugar que la toponimia, del mismo modo que numerosas ciencias humanas, se inscribe en una doble dimensión: la del espacio (denominada también ‘función toponímica’) y la del tiempo (la ‘memoria toponímica’). En consecuencia, la toponimia tiene una relación esencial con la geografía (los nombres de lugar constituyen el vocabulario propio de esta ciencia) y con la historia (puesto que los nombres son el testimonio, a través del tiempo, de una forma determinada de relación entre el hombre y el lugar).

 

De las diferentes aproximaciones referidas podemos extraer una conclusión básica: estamos ante una materia que no puede justificarse por sí misma, sino que requiere la aportación de disciplinas muy diversas para poder llegar a resultados sólidos. Y la mayoría de especialistas destaca que, entre estas disciplinas, la geografía, entendida como “ciencia general del espacio”, puede jugar un papel fundamental. En los años cincuenta, el inglés H.C. Darby expresó esta circunstancia de un modo muy claro, señalando la limitación que podía significar no tener en cuenta la vertiente geográfica de los nombres de lugar:

 

“Debemos subrayar que la afinidad entre toponimia y geografía no es una cuestión secundaria. Un autor como Allen Mawer ya alertó del peligro de una aproximación exclusivamente filológica, y destacó la importancia de tener un conocimiento directo tanto de los nombres como de los lugares. Él mismo escribió que las conclusiones del filólogo deben ser siempre puestas en relación con la realidad topográfica; sea a través de mapas, de comprobaciones en directo o de encuestas específicas. Y es que, frecuentemente, el conocimiento del territorio nos da las claves del significado de los nombres” (Darby, 1957: 390-391).

 

IMPORTANCIA DE APLICACIÓN DE LOS CRITERIOS TOPONIMICOS ESTABLECIDOS INTERNACIONALMENTE POR PARTE DE LA COMISION DE NOMBRES GEOGRAFICOS DEL DISTRITO

 

La aplicación de la toponimia debe corresponder según el criterio de los expertos a varios factores, dentro de los que cabe destacar la integración cultural de los habitantes del territorio con el fin de que estos se apropien histórica y culturalmente de los mismos por un lado, y por otro la correspondencia que debe existir entre la significación misma del nombre del lugar con lo que este representa, razón por la cual esta debe ser concertada entre diferentes actores de la administración y de la sociedad en general.

Los nombres que los aborígenes dieron a los diferentes topónimos tienen significados que resulta interesante conocer para comprender la Geografía del Distrito.

 

Los nombres de los lugares expresan, generalmente, alguna característica importante del paisaje geográfico, y en algunos casos la característica que los tipifica, que los hace diferentes entre sí. Esto sucede cuando el nombre no es sobre impuesto sino una expresión cualitativa del paisaje. El estudio del origen y significado de estos topónimos favorece, en gran medida el aprendizaje geográfico de los Ciudadanos.

 

Si buscamos mapas antiguos, más ricos en topónimos aborígenes, veremos que los nombres de los lugares, están muy bien determinados como si la geografía empírica de los muiscas hubiera sido más racional que la que hacemos hoy. Compárese río Vicachá", " El resplandor de la noche" de los muiscas con el río San Francisco; el primero aporta sentido al paisaje, el ultimo desafortunadamente no.

 

Tradicionalmente, el lenguaje de la ciencia es el lenguaje de los términos, así que el topónimo será mejor si está relacionado con el paisaje que lo contiene, más aún si expresa una cualidad representativa que lo identifique, lo caracterice, o sea, que lo diferencie de los demás. Entonces sería bueno conservar los topónimos aborígenes no sólo por su significado histórico, sino, más bien, por el valor cognoscitivo que poseen.

 

Lo anterior adquiere especial relevancia a futuro, si se consideran las múltiples variaciones paisajísticas que adquiere la geografía de la ciudad. Solo para citar un ejemplo se puede pensar en la cantidad significativa de construcciones y obras, que solo por concepto del Plan de Valorización ascienden a 137; por lo cual se hace necesaria la existencia de una comisión especializada que regule conforme a estos criterios la asignación de los nombres a las mismas.

 

 

ANTECEDENTES HISTORICOS DE LA TOPONIMIA

 

ANTECEDENTES HISTORICOS DE LA TOPONIMIA COLOMBIANA

 

En este sentido vale la pena resaltar que salvo algunas excepciones  como México  que proviene del náhuatl Metl (luna), xictli (ombligo) y co (lugar) lo que compone “el lugar del ombligo de la luna en lengua azteca, Perú que proviene de la hispanización de la voz “Biru” que correspondía al nombre indígena de un rió el la vertiente suramericana del pacifico y Cuba, que se cree que proviene de una voz taina aun sin descifrar, la mayoría de los nombres dados a los países latinoamericanos corresponden a la toponimia dada por los conquistadores españoles a su llegada a América.

 

Colombia no es la excepción a la mayoría, este fue el nombre dado a nuestro país en honor al colonizador de América, Cristóbal Colón, unos doscientos años después de la Conquista española en 1525, ya que el nombre original del país conforme a lo establecido por estudios del Instituto Geográfico Agustín Codazzi es el de Cariba en honor a sus pobladores originales los indios Caribes[3].

 

En la época de la independencia los criollos viendo la prosperidad amenazada por el permanente sometimiento a España, fomentaron las primeras resistencias al dominio español en forma de la Revuelta de los comuneros de 1781. Después de alcanzada la misma, en 1821, Nueva Granada se convirtió en la República de la Gran Colombia, que se mantuvo hasta 1830. (cf. Gonan). Hoy oficialmente llamada sólo República de Colombia.[4]

 

ANTECEDENTES HISTORICOS DE LA TOPONIMIA DISTRITAL

 

No obstante que Colombia no es un nombre que corresponda a la toponimia tradicional de los primeros pueblos de América, por ejemplo, se encuentran muchos nombres de ciudades en el país como Bogotá precisamente que se cree proviene de Wak'ata o de lo sagrado.

 

Otros investigadores se permiten afirmar que el nombre de la ciudad proviene del término Bacatá, que significa final de los campos; y otros dicen que viene de Bogote que era uno de los títulos dados al Zipa, no obstante lo anterior, cualquiera que sea la significación del termino implica un sentido histórico que representa las condiciones paisajísticas de los territorios de la sabana, termino que debe ser enriquecido con otros de igual trascendencia histórica en pro del rescate cultural de todas las naciones que han habitado los territorios del Distrito Capital.

  

 

RAZONES DE CONVENIENCIA DEL PROYECTO

 

La 1ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Normalización de Nombres Geográficos (Ginebra, 1967) "Reconoce que la uniformación nacional de nombres geográficos en todos los países es condición previa para la uniformación internacional". En la Resolución 4, recomendación e.) De esta conferencia se menciona la necesidad de que cada organismo encargado de la nomenclatura geográfica prepare listas de los nombres normalizados y las revise periódicamente. En particular, se recomienda la inclusión de los datos siguientes: clase de accidente geográfico al que se aplica el nombre; descripción de la ubicación y extensión; definición adicional de las partes de los accidentes naturales con referencia a la totalidad; información que se considere necesaria sobre zonas administrativas o regionales y, de ser posible, la referencia a un mapa en que figuren los accidentes geográficos respectivos. Por último, recomienda que si existen varios nombres oficialmente normalizados para un accidente determinado, se indiquen todos ellos y se incluyan también referencias cruzadas.[5]

 

Es así, como algunos países y ciudades de los mismos, dentro de los que se destacan Perú, Cuba, México y Venezuela han adelantado su normalización en términos toponímicos mediante comisiones de nombres geográficos considerando estos parámetros establecidos internacionalmente adelantando procesos de normalización de sus nombres geográficos  de manera integral.

 

 

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