foto petro

Guillermo Segovia Mora

Aún la justicia no ha dilucidado del todo, ni se ha cerrado el proceso, juzgado ni condenado a los responsables del ominoso episodio palaciego de espionaje ilegal, desprestigio, acoso y acorralamiento  a los opositores al gobierno de Álvaro Uribe Vélez -quien asombrosamente levita sobre el episodio como en tantos hechos escabrosos de su mandato- y una estratagema similar, que bien podría llamarse Operación Trasmilenio II para seguir a tono con las “chuzadas”, está de nuevo en curso contra una de sus víctimas: Gustavo Petro. Pero esta vez, no para minar la credibilidad de sus denuncias sobre la estructura política y económica del paramilitarismo, sino para sabotear la gobernabilidad  de la capital del país y dar al traste con el proyecto que el Progresismo le propone a la ciudad y que debería formalizarse legalmente en el Plan de  Desarrollo.

Es evidente que hay un sector del establecimiento capitalino que no “traga” a Petro. El partidismo reaccionario, el empresariado y el cartel de la contratación, jamás aceptarán, salvo para las imágenes de conveniencia, que un ex -guerrillero llegue tan lejos -“el que fue no deja de ser”, dicen sin mirar su propio pasado. El triunfo electoral del candidato progresista se les impuso por desdeño puesto que creían que el desprestigio del Polo, gracias a su apego enfermizo a los hermanos Moreno Rojas, aún ante las evidencias del desmadre al que llevaron a la ciudad, sería suficiente para que los votantes, “curados” de izquierdismo, se volcaran en masa a favor de las propuestas políticamente “correctas” de la tecnocracia neoliberal. ¡Y ahí fue Troya! Petro se distanció a tiempo y denunció sin tapujos la corruptela del partido al que pertenecía,  se les creció a sus rivales y ganó proponiéndole a los bogotanos gobernar para el futuro.

Entonces comenzaron a operar las acostumbradas  tácticas de desestabilización, por conocidas menos efectivas y, de alguna manera, neutralizables, pero con secuelas. Al anuncio de la posible fusión de empresas de servicios, exitosa en Medellín, coincidente con una baja de precios de acciones por efecto de operaciones bursátiles, “alguien” le imputó un presunto pánico económico y “algún otro” detrimento patrimonial, resultado de lo cual, el necesario debate a la propuesta, fue congelado. Era claro que la tegua de los “cien días” no iba a operar en este caso. El segundo envión, luego de escaramuzas mediáticas, fue el sabotaje a Trasmilenio con aires de “Bogotazo” con el que el contubernio antipetrista respondió al anuncio de que se revisarían los contratos de la primera fase del sistema de articulados por leoninos.

Decenas de muchachos, debidamente coordinados, cuyas apariencias distaban de los tradicionales pelafustanes, se dieron a la tarea de destruir y saquear  las estaciones de norte a sur por la troncal de la Avenida Caracas ante la inacción policial, camuflados en la protesta ciudadana por el mal funcionamiento, en proceso de concertación con el gobierno distrital. El operativo de sabotaje fue tan efectivo que sorprendió al propio Alcalde, quien entre indignado e impotente, trató de conjurar la asonada a punta de “trinos” hasta que finalmente se impuso la autoridad. Fue una acción atroz, promovida y atizada por “algunos”, aún en el misterio,  que, desde luego, no son los jóvenes que poco a poco se han ido identificando como autores materiales y tendrán que responder por los daños producidos por su vandálica actuación.

Tras el fallido intento de colapsar por asonada a la Administración distrital, retornó el plan B: la proliferación de editoriales, columnas, comentarios, trinos, blogs, webs dados a analizar las propuestas, iniciativas y determinaciones del Alcalde Petro, desde la posición de autoridad superior, en la que “ellos”, los que “saben” gobernar, administrar, ejecutar y gerenciar, reconocen la “buena voluntad” del primerizo pero le ponen de presente los imposibles, las urgencias, lo práctico, lo conveniente y lo llaman a “aterrizar” sus ilusiones, utopías y promesas, todas ellas importantes y plausibles pero impracticables, no obstante corresponder a los lineamientos básicos para el desarrollo humano establecidos por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (previsión de los efectos del cambio climático, el agua como derecho y eje del desarrollo, preservación de la ciudad verde, salud preventiva, equidad educativa, prioridad a la infancia, movilidad con un sistema definitivo de transporte, entre tantos otros). Es la diferencia entre una ciudad excluyente y rentable para pocos y una ciudad incluyente y económicamente rentable para todos.

La ambientación del plan de desgaste y desprestigio, un  acuerdo tácito por convergencia de diversos actores con disímiles intereses, algunos satisfechos tradicionalmente por la misma fuente, es decir, la expoliación de la ciudad, es tal que un día Ideas para la Paz dice que la restricción de la venta de alcohol y la prohibición del porte de armas no tienen que ver con la reducción del homicidio y las lesiones por causas violentas en el último año y, al otro, el Noticiero CM& califica de “avión” y “desagradecido” al Alcalde Petro por su audaz propuesta al Gobierno Nacional, para que 10 mil de las 100 mil casas gratuitas que prometió a los más pobres, se construyan en Usme, para lo cual, de manera excepcional, ya se dispone de los terrenos de la ciudadela no realizada por Samuel Moreno.

Como resultado del efecto de la operación en varios frentes, la imagen y credibilidad del Alcalde se vino para el piso preciso en las encuestas realizadas y presentadas en el momento estelar de la faena: el proceso de estudio del Plan de Desarrollo en el Concejo. Allí, el 8 de mayo se produjo el primer banderillazo: dos concejales del Partido de la U, recogiendo el guante, se vinieron lanza en ristre contra el nuevo Secretario de Gobierno, por afirmaciones suyas a los medios sobre las razones rentísticas y rentables de la oposición a Petro, logrando sabotear la sesión y colocando el tono de lo que será el debate si el gobierno no cede.

Si bien, dado el ambiente políticamente adverso en el cabildo, el Alcalde podría aprobar el Plan por decreto, quedaría seriamente limitado para sacarlo adelante pues no tendría posibilidad de obtener el cupo de endeudamiento necesario ni de introducir ajustes al régimen tributario de la ciudad en busca de nuevos recursos. Los argumentos sobre la cortedad de metas, cambios en las propuestas, vacíos y omisiones y sobre el tema de fondo de la  desfinanciación, necesidad de crédito y posibles ajustes tarifarios van y vienen, pero para eso se lleva al Concejo: para que se acuerde  y ajuste en función de los intereses de la ciudad y de todos sus habitantes, no para que los viudos del poder intenten sacarse el clavo, menos aún cuando están penalmente encausados.

Desde luego, parte de este entuerto estaría claro para la mayoría de los bogotanos y en alto la legitimidad y la imagen del Alcalde y su programa, si la ciudadanía se apropiara de él y se movilizara en apoyo, pero hasta ahora se carece de una estrategia pedagógica y comunicativa agresiva, amplia y permanente hacia ese objetivo. De contera, el ejercicio participativo ha estado por debajo de las expectativas, por razones de sobra conocidas y eludidas por los animadores institucionales. Al Plan de Desarrollo Bogotá Humana le falta con afán pueblo y, como decía  a la frase de campaña: ¡Ya!

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