"Con los gitanos se ha llegado a conseguir algo que parecía imposible, y es que en España se pueda ser demócrata y racista al mismo tiempo, y además con toda naturalidad." (Agustín Vega).

 

Hablar de la evolución de la escolaridad de los niños gitanos supone referirse al esfuerzo adaptativo realizado por las familias gitanas, así como a las políticas llevadas a cabo por las distintas administraciones, pero también es hablar de nosotros mismos: del grado de acogida de la sociedad mayoritaria y de la implicación de los colegios y enseñantes en su incorporación y éxito escolar.

 

Desde este enfoque interpersonal/ sistémico, voy a plantear algunos elementos para la reflexión.

 

Evolución escolar

 

1. Logro de la plena escolarización unido a abultado fracaso y deserción escolar de los niños gitanos.

 

La escolarización de los niños gitanos ha experimentado un avance muy importante en los últimos veinticinco años. No hay que olvidar que en 1978 la tasa de analfabetismo de los gitanos españoles mayores de 10 años era del 68%, y el volumen de escolarización del periodo escolar obligatorio sólo alcanzaba al 55% de los niños gitanos (Instituto de Sociología Aplicada de Madrid, 1982). Hoy es el día en que el 100% de los gitanos están escolarizados en Educación Primaria, y más del 80 ó el 90% de los niños de 3 a los 6 años, y entre los gitanos menores de 25 ó 30 años el analfabetismo es (por primer vez en la historia) casi inexistente. Persisten, sin embargo, unos altos índices de absentismo y de fracaso escolar, y todavía es escasa su continuidad a partir de la adolescencia.

 

Hay que considerar, además, que esto ocurre en un momento en el que la Enseñanza Secundaria e incluso la Superior se ha generalizado entre los grupos sociales mayoritarios.

 

2. Sistema educativo bifronte.

 

El sistema escolar, en consonancia con la sociedad en la que está inmerso, tiene también un carácter antinómico: basado en la igualdad y la cooperación entre los alumnos y el derecho de éstos a desarrollar al máximo sus capacidades, prepara, no obstante, para la inserción en un sistema productivo y social estratificado. Por duro que nos parezca, en el sistema educativo -y a la par que las nobles funciones que tiene encomendadasse reproduce la lucha de clases (existe un conflicto de intereses entre los distintos grupos sociales), lo cual va a engendrar posiciones defensivas y tensiones, así como riesgo de doble currículo, de estereotipia sobre los alumnos y los centros y de competencia entre los distintos colegios. Esta situación se ve acentuada actualmente por el descenso de la natalidad y el consiguiente excedente de plazas escolares.

 

En la actual coyuntura los centros luchan por ganar clientela (alumnos), y los padres tratan de llevar a sus hijos al colegio que les parece de mayor garantía/prestigio/"nivel". Como ha recordado Juan de Dios Ramírez-Heredia, en los años 70 había carencia de plazas escolares y a menudo cuando un grupo de niños gitanos era matriculado en una escuela algunos padres no gitanos protestaban airadamente; hoy, por el contrario, sobran plazas y muchos de estos padres payos, sin armar jaleo, se limitan a matricular a sus hijos en colegios "donde no hay gitanos", con la consiguiente guetización de los centros en los que estudian varias decenas de niños gitanos.

 

Los casos de Vicálvaro y Mancha Real, a principios de los 80, donde los padres payos se negaban a aceptar a un grupo de niños gitanos en la escuela, y el de Barakaldo, de mayo del 2.000, no son sino los exponentes más claros de ello. La privada-concertada está siendo utilizada como vehiculación de la diferenciación de clases sociales: son muchos los padres que matriculan a su hijo en un centro en función de la composición social del alumnado. Se perfilan también ahora dos tipos de colegios públicos: los de barriada "libre de gitanos" (donde suelen acudir niños de clase mediabaja y clase obrera no gitana) y los colegios-guetos de gitanos y de otras minorías étnicas.

 

Muchos padres matriculan a sus hijos en un centro y no en otro en virtud de estos estereotipos y adscripciones, y los propios centros escolares (que muchas veces quieren atraer clientela y que sea lo más selecta posible económicamente) establecen mecanismos selectivos de un modo más o menos subrepticio: trabas en la matrícula, pagar cuotas extraescolares, gastillos por el chándal colegial y la compra de diversos materiales complementarios que se exigen a los alumnos, sugerencias y presiones para que abandonen el colegio los alumnos considerados problemáticos, no se pone comedor escolar para que "no se llene de gitanos", etc. (vid., por ejemplo, SOS Racismo, 1999).

  

Tomado de: http://www.aulaintercultural.org/article.php3?id_article=854

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