Convencido de que el trabajo dignifica al hombre, Elkin Valencia Gutiérrez, el día de su cumple años (mayo 28) no pensó en descansar, pues como diría respecto a la situación económica “el palo no esta para cuchara”, y mucho menos para celebraciones; por eso aprovechó la oportunidad que brinda la administración municipal para el aprovisionamiento de arena, con miras a la construcción del aeródromo municipal.

 

A dicho menester se dedicó alegremente, pues unos cuantos pesos para alguien juicioso y hogareño podrían ser un gran empujón;  máxime que ya llevaba tan adelante la construcción de su humilde vivienda. Además, no pensaba tanto en su cumpleaños, si no al día siguiente el de su hijo Yesid de solo tres años, un negrito brioso, alborozado e inquieto, con una mirada tan brillante que ponía al descubierto sus travesuras y picardías.

 

Así trascurrió el día y descargaba ya el último bote de arena, cuando una balacera, la confusión y una herida abdominal dan inicio al viacrucis de uno más de los tantos mártires de la injusticia y la violencia en  nuestra tierra.

 

Al Hospital San Bartolomé de Murindó, ingresó unos treinta minutos después (4:30pm), con intensos dolores, angustiado por un presentimiento de que algo estaba saliendo muy mal;  justamente el día de su cumpleaños, conmocionado al ver a sus padres, esposa y amigos y adivinando en sus rostros, como si se mirara ante un espejo un mal desenlace, reclamó: “Ni si quiera tuve tiempo de almorzar y tengo mucha hambre”, pero luego pareció aceptar que dicha sensación era trivial ante el dolor y su grave estado; entonces abrazó a su esposa, lamentó no poder criar a su lado a sus dos hermosos hijos, como había planeado  y dijo “Creo que de esta no me salvo mija”.

 

Muchos Pilatos hubieron en la historia, entre ellos los médicos que lo asistieron pues con pocos vistazos concluyeron, que poco podían hacer y que la diferencia entre la vida y la muerte de este joven  atlético, apuesto y muy querido en la comunidad, tenia que ver con la oportunidad de una cirugía.

Tanto la familia como la institución, iniciaron gestiones desesperadas para su transporte aéreo a Medellín, pues los segundos contaban para salvar la vida de Elkin; pero no hubo razón, ni dinero que convenciera a algún transportador, pues según ellos era tarde 16:30 y había mal tiempo. Quedó como única opción el Hospital Antonio Roldan Betancur de Apartadó (Antioquia) a 8 horas en vehículo rápido por el rió.

 

Así pues, que nuestro Nazareno debería emprender un víacrucis de dolor, injusticia y sin razones a través del rió Atrato, cruzar el mar hasta turbo y luego continuar su  destino  hasta Apartadó.

 

Sin perder tiempo se embarcó en la ambulancia del Hospital, rodeado por toda la comunidad, que veía en  Elkin reflejada su propia tragedia, pues, ¿quién es inmune a las balas, cuando se está justo en medio de dos ejércitos antagonistas?. Fue una sentida despedida de la comunidad a uno de sus hijos más queridos.

 

El vehículo partió rápido, pero no lo suficiente. Todos quisimos que tuviera alas.

 

A una hora de recorrido, se presenta la primera estación de este víacrucis, pero, a diferencia de la narrada por los evangelios, ésta es una estación de policía, ubicada en el municipio del Carmen del Darién ( Chocó), donde varios uniformados interceptan la ambulancia y ordenan apagar el motor. Las explicaciones sobre derecho internacional humanitario (DIH), la urgencia vital, el peligro de muerte y los lamentos del paciente, no fueron suficientes argumentos y por el contrario, se escucha un ruido metálico, característico del desaseguramiento de los fusiles en señal de advertencia.  Había que esperar al comandante quien debía resolver la situación; pero una hora después sin ninguna respuesta,  la angustia del padre del herido, lo hacen tomar valor e intenta despegar el vehículo de nuevo, “le irá peor”, dice un policía, mientras le sube volumen al radio de comunicaciones, para que los presentes escuchen al comandante, que asegura que el paciente es un guerrillero de alta peligrosidad, que tiene orden de captura, por lo cual deberá ser escoltado en la  ambulancia, por dos agentes. Al fin, atendiendo a razones de espacio, peso y volumen que no permitían que el vehículo arrancara, uno de los agentes se quedó.

 

Cada vez más débil, Elkin arribó a su segunda estación de dolor y humillación, ante la muchedumbre y lógicamente la policía que lo rodeó en el puerto de Riosucio, donde no pudo ser consolado y fortalecido espiritualmente por un cirineo, o mejor, el cura párroco de su comunidad, que se encontraba presente casualmente, debido a las medidas extremas y arbitrarias de la policía.

 

Otra hora desperdiciada por la dificultad para conseguir combustible, el cual no podía cargarse en cantidad suficiente en razón al peso y al espacio del vehículo. Seguidamente parten de Riosucio hacia el golfo siempre acompañados de lluvia y neblina. Así llegan al mar, tarde de la noche, con grandes marejadas que amenazaban con hundir el bote, que incluso se apago por un buen rato.

 

Elkin en un esfuerzo sobre humano, tal vez animado por la cercanía a las instituciones que podrían salvar su vida, se sentó para cruzar así el golfo y llegar a su tercera estación en turbo, donde una ambulancia lo estaba esperando, pero también un fuerte dispositivo policial, que lo escoltó, como en la mejores películas hasta el Hospital de Turbo y seguidamente al Antonio Roldán Betancur en Apartadó,  a eso de la 11: p.m., donde esperó pacientemente hasta las 2:am, que fue intervenido en primera instancia.

 

A la mañana siguiente, por su grave estado, los especialistas resuelven intervenirlo nuevamente, sin que pudiera recuperarse.

 

Deciden entonces solicitar los servicios de un Hospital de tercer nivel de atención y solo pudo ser ubicado hasta 1:pm en el Hospital San Vicente de Paúl,  pero Elkin con grave daño en su cuerpo y en su alma, ya agotado de tanto luchar contra la injusticia, la inequidad, los sin razones y la muerte, decide descansar.

 

Para tranquilidad nuestra y la de muchos, quisiéramos concluir: “el cielo lo necesitaba”, pero son tantos los inocentes que han caído y los que aún continúan expuestos e inermes en medio de la guerra, que no deben caber más en el cielo.

 

Estos no son eventos aislados o particulares, sino la cotidianidad de nuestras comunidades pobres y vulnerables, que viven en una región muy rica. Es evidente que para ellos el gobierno tiene grandes proyectos de inversión, pero no lo suficiente ni adecuado en seguridad social que permita garantizar la atención en salud y demás necesidades básicas de la población, consagradas en nuestra constitución. 

 

Por lo tanto nuestra comunidad exige al Gobierno:

 

-La construcción y dotación de un Hospital de segundo nivel en el Atrato.

-Garantizar los recursos económicos necesarios en salud a la población general y afectada por la violencia.

-La puesta en marcha de un plan de contingencia para responder a eventos desastrosos masivos por la guerra.

-La urgente inversión social que mejore la calidad de vida de la población.

-Trabajar por el respeto, la dignidad  y la no estigmatización de la población civil.

-Cumplimiento y verificación de los derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.

-La Investigación Exhaustiva de los hechos que ocasionaron la muerte al señor Elkin Valencia Gutiérrez y de todos los colombianos caídos injustamente en la geurra.  

 

OLMEDO QUEJADA

Coordinador

Comité Murindó Todos Unidos Por La Vida y La Paz

 

ELIAS PALACIO VALENCIA

Alcalde de Murindó

 

DONALDO ROVIRA OSPINA

Personero Municipal

 

OSCAR VILLA USUGA

Párroco

 

ANALDO TORRES VALENCIA

Presidente del concejo

 

EMIL EDUARDO QUEJADA MARTINEZ

Asociación de Padres de Familia

 

NORA GARCIA PALOMEQUE

Núcleo Educativo

           

ANTONIO ZAPATA

Gerente ESE Hospital 14

 

HERMELINDA TORRES ROMAN

Asociación de Mujeres de Murindó

 

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