Acciones fuera de la escuela
Emilia Ferreiro sostiene que “la escritura es importante en la escuela porque es importante fuera de la escuela, no al revés.” Nosotros concordamos con Ferreiro y por ello, creemos que se deben desarrollar acciones para hacer que la escritura en lenguas indígenas tenga funcionalidad fuera de la escuela. En este apartado vamos a dar algunas recomendaciones para el desarrollo de la escritura fuera de la escuela. Lo que desarrollamos aquí es fruto de las reflexiones a las que hemos llegado al trabajar el asunto con los especialistas de los pueblos indígenas amazónicos. Como lo hemos señalado en el capítulo anterior, la escritura es una práctica cultural y por lo tanto diversas culturas desarrollarán diversas prácticas de escritura. Así, no vamos a dar recetas para la escritura fuera del aula pues son los propios comuneros quienes deben decidir qué escribalidades desarrollar y con qué fines. Nos limitaremos a señalar los puntos que a nuestro modo de ver deben tenerse en cuenta en el diseño de estrategias para letrar comunidades.
Nosotros pensamos que el letrado de las comunidades puede ser útil en el desarrollo de la escribalidad porque esta es una práctica de nuestra sociedad. En caso de que los comuneros consideren que también desean letrar sus comunidades, se pueden desarrollar espacios letrados en ellas. Decimos esto porque hemos observado que en algunas comunidades cuando se ha trabajado el letrado de estas, los docentes han realizado la labor con los alumnos y han escrito en las paredes de las casas, sin siquiera consultar a los padres si están de acuerdo con que se les pinte sus paredes[1].
El letrado de la comunidad
Hemos observado que cuando se realizan letrados de las comunidades, muchas veces estos se hacen como si la escritura tuviera un fin en si misma. Lo que ocurre es que se trasladan los objetivos que puede tener el letrado en la escuela a objetivos de letrado en la comunidad. En efecto, el letrar las aulas es un recurso pedagógico para que el niño aprenda a leer. Así, por ejemplo debajo o encima de una pizarra se escribe: “pizarra”, en una carpeta se pone un cartelito que dice: “carpeta.” Como vemos, lo escrito no tiene el fin de comunicar nada, el niño sabe que eso es una carpeta o que lo otro es una pizarra. Lo escrito ahí tiene un fin pedagógico. ¿Si decidimos letrar la comunidad, lo hacemos con un fin pedagógico o comunicativo?[2] No es necesario ser muy inteligente para darnos cuenta porque con los letrados pedagógicos no obtenemos ningún resultado y más bien estas acciones imposibilitan que la escritura sea una práctica de la sociedad. En efecto, se asume la escritura como una práctica escolar y la escuela, por más bilingüe e intercultural que pretenda ser, es vista como un elemento ajeno a la cultura indígena. Lo que debemos hacer es entender la escritura como lo que es, una práctica comunicativa y así, al pensar en el letrado de la comunidad debemos pensar que los letreros que se coloquen en la comunidad deben tener un fin comunicativo. Si lo que se quiere es convertir las paredes en muros que hablan, debemos tomar en cuenta que esos muros pertenecen a los comuneros y por lo tanto son ellos quienes deben decidir sobre qué deben hablar sus muros.
Debemos tener mucho cuidado y no suponer que letrar una comunidad indígena significa que se deba escribir en lengua indígena lo que en las comunidades mestizas se escribe en castellano. Vale la pena aquí reflexionar sobre este asunto:
“[M]uy a menudo planteamos las propuestas, las medidas y las estrategias de la planificación lingüística desde una lógica todavía anclada en el monolingüismo y, por eso, la salida más fácil es la voltear la tortilla. Todo lo que tenía una lengua debe tenerlo la otra.[3]”
Así, en las comunidades donde se opte por el letrado en lenguas indígenas debe haberse respondido la a la pregunta ¿Qué queremos que las personas sepan de nuestra comunidad al ver nuestros muros? Esta pregunta permite a cada comunidad decidir si es que solo desean escribir o si también desea que esos muros den a conocer otros textos que su cultura produce. Aquí estamos entendiendo texto en su sentido semiológico. Es decir como:
“una serie coherente de proposiciones vinculadas entre sí por un topic o tema común. En este sentido, incluso la secuencia de acontecimientos investigada por un detective puede definirse texto: no sólo porque puede reducirse a una secuencia de proposiciones (una novela policíaca o el informe policial de una investigación auténtica no son otra cosa), sino también porque los textos verbales o pictóricos, al igual que los casos criminales, requieren, a fin de ser reconocidos como un todo coherente y autoexplicativo, una regla idiolectal, un código propio, una explicación que pueda funcionar para ellos y dentro de ellos y que no puede transplantarse a otros textos.[4]”
Así, es posible que haya comunidades que deseen mostrar los diseños que desde siempre sus culturas han producido. El letrado de las comunidades, entonces, puede ser una estrategia para que las personas de las comunidades indígenas tomen conciencia de que la escritura alfabética no es la única forma que hay para producir textos y que una muestra de ello es que las culturas indígenas han producido diversos tipos de textos con distintas intenciones comunicativas.
Las prácticas letradas autogeneradas
Ivanic y Moss[5] diferencian entre prácticas letradas impuestas y prácticas letradas autogeneradas. Las prácticas letradas impuestas conciben la escritura como un fin en sí misma y en ella es posible encontrar normas prescriptivistas de estilo y de contenidos permitidos. La prácticas letradas autogeneradas, por su parte, son producto de las necesidades, propósitos e intereses propios y se introducen en la vida cotidiana de la comunidad. Al ser un hecho de la vida cotidiana, estas prácticas son dinámicas y se irán adaptándose a las necesidades comunicativas de la comunidad. Así, para desarrollar prácticas letradas autogeneradas no se necesita solo saber leer y escribir un texto sino que se debe saber usar este conocimiento para propósitos específicos y en contextos específicos de uso.”[6]
Para que tengan lugar la prácticas letradas autogeneradas en lenguas indígenas, se deben desarrollar las condiciones para su uso. Obviamente, quienes deben desarrollar esas condiciones deben ser los propios indígenas. El trabajo de los especialistas “externos a la cultura indígena”, por lo tanto, no está en dar respuestas sino en dar pautas para la búsqueda de las prácticas letradas de las comunidades. Esto significa que el trabajo de los especialistas externos debe ser formular “preguntas críticas que obliguen al autor autóctono a reflexionar su propia respuesta y asumirla después[7]”
Creemos que el primer paso para el desarrollo de prácticas letradas autogeneradas debe ser cambiar las representaciones y creencias que tienen sobre la escritura. Decimos esto porque, como lo hemos señalado antes, hay una sacralización de la escritura. Lo que se debe hacer es tomar conciencia de que la escritura es una herramienta que puede servir a la comunidad, pues permite lograr cosas que no son posibles con la oralidad.
El segundo paso en esta empresa debe ser abrir un espacio para la investigación y el debate de las necesidades comunicativas escritas que existen en las comunidades indígenas. Esto debe combinarse con una investigación de las representaciones sobre la escritura que han desarrollado las comunidades indígenas.
Un paso ineludible en la perspectiva de lograr sociedades letradas en lenguas indígenas es desarrollar en la escuela una nueva imagen de la escritura que no sea más una traducción de la literacidad impuesta en castellano. Si desde la escuela EBI se asume que la escritura es un producto cultural y se pone en práctica el discurso de que la diversidad cultural es una riqueza, desde la escuela producirían distintos tipos de textos, no los textos “escolarizados” creados artificialmente para cumplir con un currículo ajeno a las culturas indígenas.
Bibliografia
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