El inicio de las patentes sobre recursos vivos se remonta a finales de los años 70, cuando algunas corporaciones farmacéuticas, químicas y agroalimentarias estadounidenses vislumbraron la posibilidad (económicamente muy rentable) de concebir la vida como algo manufacturado que podía estar sometido a los derechos de propiedad. En poco tiempo, fueron conscientes de que si el objetivo era conseguir patentes sobre la vida, la puerta de entrada estaba en la ingeniería genética. Entonces, esas grandes compañías -que, en la mayoría de los casos, estaban (y están)relacionadas con el negocio de la guerra- descubrieron que en ciertas esferas universitarias se estaban llevando a cabo importantes avances en el campo de la biología genética. De este modo, emergió la poderosa industria biotecnológica, que a finales de los 80 comenzó a ejercer una presión feroz para que se crearan nuevas normativas que permitieran "patentar la vida".
Con el apoyo activo de la Organización Mundial del Comercio (OMC), estas corporaciones consiguieron que se ampliara el abanico de bienes y recursos patentables, expandiendo los derechos de propiedad a medios de vida como las semillas o los genes. Posteriormente, la OMC empezó a presionar a los países en vía de desarrollo para que adaptaran sus legislaciones a las nuevas ampliaciones en el campo de las patentes, amenazándoles, por ejemplo, con no conceder visados a sus estudiantes e investigadores. "Una forma de actuar, señaló Vandana Shiva durante su intervención en las II Jornadas Copyleft, propia de una organización dictatorial que, bajo una engañosa apariencia democrática, responde exclusivamente a los intereses de las multinacionales". De hecho, la OMC consiguió criminalizar una práctica habitual en la mayor parte de las comunidades rurales del planeta: el intercambio de semillas y de técnicas de plantación.
Del mismo modo que ha hecho Microsoft en el sector del software, las Grandes empresas agro-alimentarias (Novartis, Monsanto, Dupont, Cargill) se han apropiado de la mayoría de las semillas, explotando en su propio beneficio la biodiversidad y el conocimiento colectivo. En ocasiones, ante la imposibilidad de patentar determinadas semillas o técnicas, lo que hacen es añadir algunos elementos o "mejoras" adicionales. Todo esto genera una situación tan perversa como paradójica: los campesinos de las comunidades pobres sólo pueden acceder (sin infringir la ley) a unas semillas y procesos productivos que siempre han utilizado libremente, si pagan los derechos derivados del uso de las patentes.
Curiosamente, aquellos que reclaman la propiedad de estas semillas, se autodenominan a sí mismos como "descubridores", igual que hicieron en el siglo XV los conquistadores españoles cuando llegaron a América. "En ambos casos, recalcó Vandana Shiva, legitiman su apropiación indebida de una serie de bienes que son colectivos, mediante unas herramientas jurídicas arbitrarias".
La justificación de las patentes sobre recursos vivos parte, según Vandana Shiva, de un equívoco filosófico no exento de arrogancia antropocentrista: pensar que ciertas formas de vida derivan de una "invención" humana, sustituyendo así a su verdadera creadora -la naturaleza- por un mero intermediario (las corporaciones transnacionales que poseen las patentes)que se quiere erigir en el propietario exclusivo de dicha forma de vida.
"Lo más irónico, puntualizó la autora de ¿Proteger o expoliar? Los derechos de la propiedad intelectual, es que las patentes sobre semillas y genes destruyen la multiplicidad y la diversidad (tanto biológica como cultural)que posibilita la pervivencia de los sistemas vivos".
Para Vandana Shiva, que apuesta por llevar a cabo una estrategia Consciente y organizada de resistencia al sistema, la auténtica piratería del siglo XXI la ejercen empresas como Monsanto que hasta hace apenas 20 años se dedicaba a producir gases tóxicos y, ahora, se ha convertido en el principal propietario de semillas modificadas genéticamente. Junto a otras multinacionales agro-alimentarias, Monsanto también controla la mayor parte de las semillas tradicionales, dándose la paradoja de que el "contaminador" que, en el sistema actual, suele evitar fácilmente las penalizaciones por su acción contaminante), logra además importantes beneficios económicos por el uso de materia prima "ecológica".
Precisamente en estas fechas, se está intentando revocar una biopatente de Monsanto sobre una semilla de trigo que se puede utilizar sin necesidad de agentes químicos. Dicha patente no sólo incluye la propiedad de la semilla, sino de todos sus derivados (la masa, el pan...). "Parece que Monsanto quiere, ironizó Vandana Shiva, que en vez de a dios, le agradezcamos a ellos el pan nuestro de cada día".
El actual modelo de patentes posibilita la privatización de recursos biológicos (no sólo semillas o genes, sino también del agua), de técnicas tradicionales (en muchos casos, milenarias) y de saberes colectivos que pertenecen al dominio público. Y también afecta directamente a la innovación científica y tecnológica, donde el sistema de patentes ha impedido el desarrollo de importantes líneas de investigación. Por ejemplo, el avance en el estudio de enfermedades como el cáncer, el sida o la neumonía atípica se ha resentido visiblemente por la aplicación del sistema de patentes al código genético.
A juicio de Vandana Shiva hay que frenar lo antes posible estas Prácticas de biopiratería, ya que, según ella, "nos están robando el futuro y entran en > >>colisión con algunos de nuestros derechos fundamentales". En este sentido, la ecofeminista india cree que uno de los primeros pasos que se pueden dar es denunciar en todos los foros en los que se participe el apoyo directo que obtienen estas corporaciones de ciertos organismos públicos nacionales e internacionales. En un campo de acción más local, se sitúan las Iniciativas de Navdanya, un colectivo de mujeres fundado por Vandana Shiva que, al margen de la legislación oficial sobre patentes, ha creado un banco de semillas autóctonas de libre uso.
"En India y otros países, subrayó Vandana Shiva en la fase final de su intervención en las II Jornadas Copyleft, hay cada vez más campesinos que empiezan a ser conscientes de que para garantizar su propia supervivencia y el futuro de sus descendientes) tienen que encontrar modelos alternativos a la dinámica productiva-destructiva que promueve el poderoso lobby agro-alimentario transnacional (con el beneplácito de la OMC)". En este sentido, la autora de Cosecha robada: el secuestro del suministro mundial de alimentos cree que, en la legislación actual, aún existen ciertos dispositivos jurídicos que permiten revocar algunas patentes y frenar el avance de la biopiratería.
* Resumen de su ponencia en las "Jornadas críticas sobre propiedad intelectual".
http://www.unia.es/arteypensamiento