Bogotá, 28/09/2006. Alrededor de 100 mujeres indÃgenas de 22 departamentos de Colombia se dieron cita Bogotá, el 27 de septiembre en el marco de la Misión Internacional de Verificación (MIV) sobre la situación humanitaria y DDHH de los pueblos indÃgenas de Colombia. Decidieron unirse en un mismo clamor de respeto y allà estaban denunciando públicamente la violación de sus derechos. Vestidas de su cultura, maquilladas como sus ancestros y con la sencillez de sus rostros, ralataron cuál es la lucha que viven diariamente en sus casas y en sus resguardos, siendo madres y lÃderes comunitarias. Ellas con un estilo especial y en medio de las limitaciones propias por no manejar bien el castellano, se armaron de palabras para no someterse al silencio.
Sus experiencias han sido bañadas por lágrimas y escritas con la esperanza firme del mañana y estuvieron atentas al sentimiento de solidaridad para entender que trabajan por una misma causa. "Buscamos mantener la integridad de la familia, enseñar nuestras culturas a los hijos y no permitir que el conflicto armado nos arrebate las ganas de vivir". Asà mismo, las mujeres no indÃgenas entregaron los resultados de sus estudios e investigaciones sobre las diversas problemáticas y ofrecieron su trabajo como apoyo al movimiento de género.
Entre las denuncias que hicieron resaltan las violaciones a los DDHH y el DIH, atentados a la vida, la honra y la seguridad personal; asesinatos de mujeres, niños, niñas y su compañeros; tortura y malos tratos de los grupos armados, el ejército y la policÃa nacional en medio de protestas pacificas; abusos sexuales, enamoramientos de niñas y contagio de enfermedades de transmisión sexual; amenazas de muerte, desplazamientos forzados, restricciones de alimentos y combates; detecciones arbitrarias contra las mujeres por calumnias; muertes de niños, niñas y adultos mayores por minas antipersonal y otros explosivos; la pérdida del territorio por megaproyectos; y la falta de polÃticas sociales del gobierno a favor de las comunidades.
Exigen al Estado, a los grupos alzados en armas y a los organismos internacionales: intervenir para la desmilitarización inmediatamente de sus territorios, el cese de hostilidades y se castigue con prisión a los infractores de derechos humanos, en especial a quienes torturan a los niños y a las mujeres indÃgenas; fortalecimiento de los programas de atención a mujeres y a niñas agredidas sexualmente, reparación integral; respeto por las autoridades y las formas tradicionales de justicia indÃgena; medidas reales de control con respecto a las recomendaciones de los organismos de DDHH; retorno con garantÃas de seguridad y dignidad para las poblaciones desplazadas; devolución de los niñas y niños que han sido reclutados; no a las fumigaciones con glifosato; y acompañamiento a las situaciones de conflicto en pro del fortalecimiento interno de las organizaciones indÃgenas.
Algunas relataron sus tragedias personales; otras el sufrimiento colectivo de sus comunidades y ninguna expresó haber perdido las esperanzas, en medio del llanto de sus hijos y la indiferencia de la sociedad colombiana, por el contrario invitan al paÃs a respetar sus idiosincrasias y a que les permitan construir un paÃs como cualquier ciudadano, sin ser marginado e invisibilizado por su origen étnico y con las mismas posibilidades y garantÃas.
La fuerza de sus palabras
Mujer indÃgena de Canadá: “En Canadá hemos efectuado un trabajo de cabildeo bastante fuerte con las organizaciones, los foros nacionales e internacionales y el gobierno, juntos trabajamos por la situación de nuestras comunidades y asÃ, poder crear una relación cercana con la mujer; porque ella sigue siendo invisibilizada y muchos casos de desaparición y asesinatos no se conocen y no hay eco en los medios. Nuestra organización tienen 32 años y sólo en los últimos tres años hemos podido alcanzar condiciones de igualdad en la mesa de negociaciones, por eso estamos en Colombia para contarles a la indÃgemas de este paÃs que se pueden lograr cosas en cualquier parte del mundo. Quisimos contarles nuestra historia, pero sobre todo escuchar sus experiencias, discusiones e invitarlas a trabajar conjuntamente con nuestras organizaciones y apoyarnos en la laborâ€.
Mujer indÃgena: “Yo no sabia qué hacer, estaba sola en mi casa y las balas corrÃan por mi ventana; el ejército se enfrentaba con la guerrilla. Salà corriendo por miedo, cuando el ejército me retiene, me dice que soy guerrillera y eso es mentira, pero me tenÃan detenida y yo sólo pensaba en mi hija. De pronto un soldado se me acerco e intento violarme, ¡yo corrà y corrÃ, hasta esconderme!. El miedo está haciendo que nos desaparezcan. Por favor tengamos en cuenta y ayúdennos para poder vivir con dignidad en nuestros territoriosâ€.
Mujer indÃgena del Casanare: “El reclutamiento de niños y niñas menores de edad no es nuevo, hace diez años se llevaron a dos pequeños de una vecina y hasta el dÃa de hoy, no se sabe nada. Sicológicamente las mamás se torturan porque pierden a sus hijos; además son desplazadas, sin saber donde están sus criaturas y además son violadas. En la guerra nos quitan todo y el gobierno ni siquiera ofrece servicios de salud y educación dignos, mucho menos nos colabora para no perder nuestra cultura. Por ejemplo, para planificar a las mujeres indÃgenas en el centro de salud les entregan las pastillas y ya, sin mirar cual es la cosmovisión de nuestros pueblos y poder evitar que las niñas y las mujeres por la inocencia, pierdan los valores ancestrales y terminen en problemas sociales como la prostituciónâ€.
Mujer indÃgena, lÃder del Consejo Regional IndÃgena del Huila: “Como mujer siento el dolor de mi pueblo y por eso estoy aquà para contarles que en mi territorio hay una base militar desde hace seis años y hemos sido vÃctimas por acusarnos de informantes del ejército y miren!, este niño fue secuestrado en Yanacona, sacado del colegio y hasta ahora no aparece, está desparecidoâ€
Mujer indÃgena Embera: “Ha sido muy critico ser mujer, llevo 14 años de lucha, liderando el trabajo en el resguardo y con mujeres. Primero la guerrilla, después llega el ejército a perseguirlos, luego aparecen las AUC y ahà fue, cuando nuestro pueblo empezó a tener más vÃctimas. A los grupos cuando no les gusta algo o les parece que no está bien, llegan y se llevan a los indÃgenas y jamás se supo qué pasó. Lo mas complicado de esta situación es intentar buscar el diálogo de las partes; por ejemplo cuando dÃez compañeros son retenidos como objetivo militar, el desespero se apodera de la comunidad, hay que llamar a todas las organizaciones pues significa pedir ayuda y alcanzar a salvar a unos siete u ocho y no fue suficiente lo que hicimos, porque a los otros ya los han matado cuando llegamos a negociar. Por eso no hay que desistir, debemos seguir trabajando; las mujeres organizadas somos el brazo derecho de nuestros resguardosâ€.
Mujer indÃgena, lÃder del Consejo Regional IndÃgena del Caldas (CRIDEC): “Hablar de DDHH es complicado y cuando se hacen las denuncias, aún más, pero las mujeres venimos dando pasos de gigante para no permitir que nos sigan callando; estamos al servicio de la defensa de los DDHH de los pueblos y tenemos la tarea de seguir denunciando, diciendo, hablando y dialogando. En la medida en la que gritamos las infracciones a nuestros derechos, no somos indiferentes a la realidad; a parte, eso significa defender la vida, nuestro pasado, nuestra historia y nuestros principios como indÃgenasâ€.
Mujer indÃgena, lÃder de la Organización IndÃgena de Antioquia (OIA): “Nos hemos sostenido, hemos hablado con los comandantes de los tres bandos y se ha puesto en evidencia nuestra situación y su única respuesta ha sido: Nosotros los respetamos siempre y cuando no esté ninguno de los grupos armados en su territorio y aquà quienes ponen la ley somos nosotros. ¡Y quien tiene las armas, tiene el poder! Esto es una guerra que no iniciamos, de la cual no hacemos parte, pero somos sus principales victimasâ€.
Mujer IndÃgena Embera: “Somos demasiado inocentes; nos dicen ¿usted no escuchó noticias? y uno no tiene ni esa chatarra (La radio) y menos comprendemos lo que dicen ahà porque como no hablamos bien el castellano. Por eso nos va mal a los indÃgenas, pues no sabemos muchas que veces que pasó a nuestro alrededor y nos tienen por bobos, nos tratan a las patadas; ¿y que culpa tenemos?, si nuestros papás no pudieron llevarnos a la escuela a las que ustedes si fueron. No permitan que quedemos solos en la lucha y colabórennos para que jamás nos acusen de guerrilleros, pues apenas si tenemos fuerzas para trabajar por sobrevivirâ€.