SIEC - Actualidad Étnica. Popayán - Ibagué, Colombia. Sentado en la sala de entrada de la ONIC, consciente del hecho de que dentro de cinco minutos me iban a presentar a cuatro mujeres indígenas provenientes de Canadá con las cuales trabajaría durante una semana, empecé a divagar haciendo conjeturas sobre sus posibles apariencias físicas, sus raíces, sus experiencias en un país cuya población indígena casi no se proyecta a nivel internacional y sobre las razones que las habían motivado a llegar hasta Colombia.

 

En mi trabajo como intérprete, ya me había empapado de la información preliminar: un grupo de indígenas de la organización NWAC (Asociación de Mujeres Aborígenes de Canadá) estaría entre el 29 de noviembre y el 9 de diciembre con la intención de tener dos encuentros: uno para reunirse con los Embera Chami, Embera Siapidara, Nasa, Yanakona y Kononuko en Popayán , y otro para conocer a los pueblos Pijao, Wayúu, Sikuani, Kankuamo, Uitoto y Muisca en Ibagué con la pretensión de hacer encuentros informativos y relevantes sobre la coyuntura indígena en los dos países y buscar cómo poder trabajar conjuntamente en el futuro.

 

Empero, aparte de los detalles básicos del encuentro, tenía curiosidad por conocer las metas y los pormenores de un viaje tan largo y tan poco frecuente.

 

Mis inquietudes y vacilaciones no se resolverían nunca. Los detalles y las metas de su visita a Colombia se definirían mientras estaban en el país y los logros de sus andanzas no tendrían tampoco una fecha de expiración. De hecho, el encuentro fue convocado per se, para que, con la ayuda de una agenda suelta, se desarrollara de forma orgánica y según las necesidades y los antojos de los participantes compartiendo y discutiendo temas para el porvenir. Inmediatamente después, al final de la actividad, se aclararían algunos de mis pensamientos y reflexiones originales que en aquellos momentos iniciales me tocaba cavilar y profundizar.

 

Al llegar a las dos regiones, tras las ceremonias de bienvenida y los rituales de harmonización correspondientes, las identidades indígenas, sus semejanzas y diferencias fueron quienes se robaron el protagonismos del diálogo.

 

En contraposición a Colombia, donde existen 102 pueblos indígenas, en Canadá sólo hay tres grupos aborígenes: los Metis, las Primeras Naciones y los Inuit, reconocidos por la Constitución canadiense de 1982. No obstante, ya que las visitantes canadienses Beverly Jacobs (Presidenta de NWAC), Judy Hughes, Terry Villeneuve y Sarah Rose (integrantes de la Junta Directiva) representaban mujeres y autoridades de los cuatro puntos cardinales del país, sus presentaciones trataron de sintetizar la variedad de costumbres y voces indígenas de un país mucho más inmenso y extenso que Colombia.

 

Aunque se evidenció la participación de los pueblos colombianos de forma regional, frente a la unidad nacional de las canadienses, gracias a esta mezcla, las exposiciones de los dos países abarcaron problemáticas tanto internacionales como locales.

 

Para arrancar, el CRIC en el Cauca y el CRIT en Tolima explicaron las estructuras de sus "plataformas" con las que los cabildos pretenden valorar y desarrollar la etnicidad dentro de sus resguardos y territorios. El énfasis de sus exposiciones estuvo en la unidad acerca de la cultura y la lengua, la tierra y su propiedad, la autonomía política, la parte jurídica y el establecimiento de centros de salud propios con el sistema de IPS.

 

Beverly Jacobs, en respuesta a la elaboración política anterior, relacionó a la audiencia las metas y la razón de ser de la organización NWAC, la cual se basa en allanar los desigualdades dentro de las comunidades y frente al Gobierno. Subrayó que ellas también tienen ideas afines esperando rescatar su identidad para revitalizar y otorgar poderes a su pueblo tal como los tenía antes de la conquista.

 

Las mujeres indígenas apenas habían iniciado los pormenores de sus historias cuando las colombianas comprendieron que sus homólogas de América del Norte han sufrido igual que ellas en la lucha indígena. Enjuagándose las lágrimas, Terry Villeneuve relató una historia prácticamente oculta de su país, cuyo impacto está empezando a adquirir presencia y empuje social. Terry narró algunas de sus experiencias en las escuelas residenciales creadas por el Estado canadiense en las que los indígenas fueron "bautizados" y despojados de su cultura, lengua e identidad.

 

Apoyado en lo dicho: en la cultura, la lengua y la identidad, el encuentro floreció con el abordaje de temas relativos a la cosmovisión indígena. Los traductores se encontraron perdidos en una plétora de leyes originarias de cada pueblo allí representado, de historias de la Madre Tierra con sus círculos y ciclos, de explicaciones de la masculinidad del sol y la feminidad de la luna, de visiones ancestrales detallando las diferentes etapas y niveles del mundo según la cosmovisión del pueblo y mayormente la importancia atribuida a la naturaleza como fuente de inspiración y vida.

 

A pesar de las diferencias políticas entre los dos países, las mujeres coincidieron en que el auto reconocimiento, el hecho de que "somos de acá, no llegamos acá", es la razón por la cual han sufrido tanto desde la conquista.

 

Las indígenas de las dos Américas contaron historias de supresión y negación de sus derechos. Las canadienses, por ejemplo, citaron varios tratados unilaterales divulgados por el Gobierno en Canadá, como la Proclama Real de 1763, responsable del bienestar de los pueblos aborígenes prohibiendo el desmembramiento de sus tierras. Sin embargo, el Gobierno de Canadá rehusó reconocer sus responsabilidades y se negó a comtemplar sus derechos políticos como pueblo soberano poseedor de su propia cultura y tradiciones, con sus reclamos inherentes de tierras y autogobierno. Indignada, la señora Beverly Jacobs señaló el "Acto de los Indios" aprobado en el 1976 como "la legislatura más racista del mundo".

 

Algo similar señalaron las colombianas con referencia a la Constitución de 1991, en la que existen 18 acuerdos que supuestamente fortalecen los derechos de los indígenas en Colombia pero por los cuales siguen luchando y reclamando.

 

No obstante, pese a que se discutió el auto reconocimiento como la causa principal de su sufrimiento, la búsqueda y fortalecimiento de identidad constituye el por qué de su lucha.

 

Después, vinieron los apuntes y la descripción del papel de la mujer dentro de la comunidad indígena y los roles que desempeña. Hablaron de la "participación de la mujer" en todos los sentidos, concluyendo que participar es tener voz, tener voluntad, proponer y defender ideas y aprovechar los espacios políticos ya accesibles a las mujeres.

 

Los dos días en Ibagué y Popayán se agotaron aún con muchas historias por compartir, y con aras a dirigirse a conclusiones concretas, las mujeres cerraron las sesiones con evaluaciones y clausuras. A continuación las más destacadas:

 

· La ONIC pide la participación de la NWAC en la primera cumbre de las mujeres indígenas de las Américas (mayo de 2009, Perú).

· Se exige el fortalecimiento de la solidaridad y comunicación entre las dos organizaciones.

* A través de la ONIC, se buscará presentar la guía sobre violencia doméstica y autoayuda producida por la NWAC. A su vez, las canadienses apoyarán su posible implementación en Colombia.
* Se mencionó la idea de devolver la invitación, es decir, buscar recursos para poder enviar indígenas colombianas a Canadá, con énfasis en los jóvenes.
* Reflejar por escrito y organizar las distintas cosmovisiones, para tenerlas documentadas y archivadas.
* Averiguar la posibilidad de formar una red de apoyo para los refugiados indígenas que se encuentran en Canadá.

Al finalizar las dos reuniones, varias de mis reflexiones iniciales e inquietudes se habían resuelto. Primero que todo, las mujeres de Canadá habían llegado con la intención de ser escuchadas y solidarizarse con sus homólogas colombianas, conocerlas. Gracias a los diálogos, las discusiones y las mesas de trabajo surgieron conclusiones contundentes y se demarcaron algunas de las metas a conquistar.

 

El ambiente de los encuentros fue positivo, inclusivo y relajado, y debido a la participación de tantas mujeres de distintos pueblos de Colombia la cantidad de información que todos recibieron fue muy abundante. Empero, queda por preguntarnos, ¿cuáles son los verdaderos resultados que lograron las mujeres con estos encuentros? ¿Van a poder hacer frente a las conclusiones? A su regreso, la señora Beverly Jacobs dio un discurso sobre la actualidad colombiana en Canadá. En cuanto a lo demás, sólo el tiempo lo dirá.

Escribir un comentario

Código de seguridad
Refescar