Del 16 al 18 de septiembre se reunieron en Cartagena organizaciones sociales de todo tipo para discutir y consolidar una alianza común de resistencia frente a la contaminación ambiental, a las grandes multinacionales y su voraz apetito por los recursos naturales, a los maquillados tratados de libre comercio, a las fumigaciones del Plan Colombia, pero también frente a la violación sistemática de los Derechos Humanos de indígenas, afrodescendientes, campesinos, defensores de la vida, líderes comunitarios, sociales y políticos en todo el mundo.
Bajo el sol de Cartagena se reunieron mas de 250 delegados de por lo menos 200 organizaciones sociales de todo el mundo, entre ambientalistas, defensores de derechos humanos, indígenas, afrocolombianos y amigos de la paz, alrededor de la Conferencia Internacional de Derechos Ambientales y Derechos Humanos, un espacio convocado por Amigos de la Tierra Internacional, Transnational Institute y la red Oil Watch, con el objetivo de fortalecer una alianza de lucha entre lo ambiental y los DDHH.
“Este espacio fue de vital importancia para la lucha por la defensa del medio ambiente, un medio ambiente que es nuestro entorno natural, y también por la defensa de los DDHH. Son puntos y experiencias en común que dejan la discusión abierta y que genera impacto en la opinión pública”, dijo Alejandro Pulido, funcionario de CENSAT Agua Viva, una de las fundaciones organizadores del evento.
Durante tres días, delegados de Chile, Barcelona, Sur África, Uruguay, Estados Unidos, Nigeria, Inglaterra, Tailandia y El Salvados discutieron temas como: a) Las guerras, derechos ambientales y derechos humanos; b) Violaciones de derechos humanos de ecologistas; c) Biodiversidad, propiedad publica o mercancía?; d) Ética y responsabilidad de corporaciones transnacionales; e) Tierra y territorios; f) Justicia ambiental; g) Deuda ecológica del norte al sur, entre otros.
Paralelo a la Conferencia se realizaron eventos culturales protagonizados por delegación indígenas de Embera Katios, U´was y Paeces, que danzaron alrededor de la Torre del Reloj de Cartagena ante la mirada de más de 500 espectadores, como símbolo de resistencia ante las voraces multinacionales (URRA S.A. – OXI) que devoran sus territorios y las riquezas del país.
De esta experiencia resultó una Declaración Publica, que “no pretende ser una exigencia para el Gobierno, pero si para generar un gran impacto en toda la sociedad”.
DECLARACIÓN DE CARTAGENA
La Conferencia Internacional de Derechos Ambientales y Derechos Humanos realizada en Cartagena, Colombia, los días del 16 al 18 de septiembre de 2003, convocada por Amigos de la Tierra Internacional, Transnational Institute y la red Oil Watch, declara:
Doscientos cincuenta delegados de organizaciones ambientalistas, ONGs y movimientos sociales de todo el Planeta hemos examinado concienzudamente cómo muchos gobiernos pregonan las virtudes del libre mercado, que benefician principalmente a las grandes empresas transnacionales y a las elites económicas del Planeta, mientras se acrecienta la guerra y se empobrecen cada vez más los pueblos y las naciones del Sur, principalmente.
Acudimos a Cartagena convocados por el son de los tambores africanos que todavía retumban en la geografía de América, como lo han hecho durante los últimos trescientos años, llamando a la emancipación y a la resistencia contra la esclavitud y el destierro que se padecen.
Reconocemos que aunque ha habido avances significativos en el reconocimiento internacional de derechos humanos individuales, algunos dictadores y torturadores aún gozan de impunidad. Violaciones de derechos colectivos y derechos ambientales, causadas por un modelo económico depredador prevalecen y crecen.
A los pueblos desheredados de todo el Planeta, negros indígenas, campesinos, y habitantes de las barriadas, se les arrebata el aire, el agua y la tierra, se les arrincona en los lugares más insalubres, se les somete a la hambruna, se les ahuyenta de los lugares turísticos, se les persigue y se les encarcela. A los negros en Colombia, se les asesina y se les impide enterrar a sus muertos. Nosotros afirmamos que estas son injusticias sociales cometidas por unos pocos en contra de casi toda la humanidad.
Las injusticias ambientales son el pan diario de los trabajadores en las fábricas, de los vendedores ambulantes en las calles, de las mujeres, niños y niñas que cargan el agua escasa desde distancias inmensurables. La contaminación urbana se concentra en los lugares que habitan los más empobrecidos, allí se localizan los efluentes de las aguas servidas y las gentes se disputan con las aves de rapiña las sobras en los basureros.
En Colombia, las fumigaciones que persiguen exterminar los cultivos de coca y amapola, base para las sustancias psicoactivas que son la escapatoria de jóvenes desesperanzados en todo el mundo, se llevan a cabo a sangre y fuego y en contra de toda razón jurídica, médica o social. Pero así como se fumiga la Amazonía para golpear las finanzas de la guerrilla, también se fumiga, sin que nadie diga nada, grandes extensiones de cultivos que dejan su huella tóxica e infertilizan las tierras.
Hemos venido de África, de Asia, de Europa, de Australia, de Oceanía, de toda América, citados por quenas y zampoñas y las gaitas fiesteras de los indígenas. Hemos afirmado nuestro compromiso de resistir a la injusticia de los codiciosos del Sur y mayoritariamente del Norte, que destruyen los valores ancestrales y las culturas, que ocupan los lugares sagrados, que instalan máquinas que horadan y mancillan la Tierra para sustraer los metales, los minerales, el petróleo, y las aguas prístinas. Los codiciosos polucionan las aguas e inundan las tierras fértiles y despojan a los débiles y extinguen la vida y desaparecen los peces y llenan represas para generar energía que dilapidan. Los codiciosos invaden la cotidianidad de los pueblos con torres petroleras y diseminan las modernas pestes transgénicas; ellos talan selvas y bosques para hacer envolturas de papel para objetos inútiles.
Es por su voracidad que surgen los problemas ambientales. Y es por la existencia de estos problemas que nuestras sociedades padecen, por lo que estamos decididos a fortalecer y multiplicar nuestras organizaciones. Los defensores de los derechos ambientales y los derechos humanos existimos porque a la Naturaleza y a los seres Humanos se nos niegan los derechos. Porque hay injusticias ambientales es que procuramos la justicia ambiental.
Por eso, organizaciones como Environmental Rights Action de Nigeria, germinan y luchan para que las empresas no violen sus derechos y no se alíen con las dictaduras; Madreselva, en Guatemala, en alianza con la red Oil Watch., luchan contra las operaciones petroleras, porque han visto que el lugar sagrado de Tikal, en las selvas del Petén, está siendo profanado, como han sido profanados la desembocadura del Níger, del Orinoco y las costas de Galicia, Alaska y de Brasil por la industria petrolera. Porque los Bancos Multilaterales y las Agencias de Crédito y todos sus congéneres no se responsabilizan de las consecuencias sociales, políticas y ecológicas de sus operaciones financieras es que existen campañas y redes que las confrontan. En Cancún, campesinos y movimientos sociales se alían con los países que se oponen a las reglas de comercio injustas, y protestan contra la OMC, porque saben que esta institución trata de garantizar derechos para Corporaciones Transnacionales en vez de derechos colectivos y ambientales para los pueblos.
Porque la producción, la comercialización, y la distribución del agua y la energía dejan a miles de personas sin acceso estos servicios, como es evidente en la Costa Caribe Colombiana, donde los habitantes de las barriadas sacrifican sus ingresos para pagar los crecientes costos, es que existen iniciativas como la Plataforma de Energía que crea escenarios para la confluencia de organizaciones que levantan reivindicaciones comunes sobre las condiciones de operación, el acceso y la calidad de los servicios de energía.
En Estados Unidos han surgido organizaciones que luchan por la Justicia Ambiental y contra la discriminación ecológica y aún, que sepamos, no las han llamado terroristas. Algunas de nuestras organizaciones han surgido en Europa, en Asia y en Oceanía, luchando ante las catástrofes ocasionadas por las centrales nucleares y la explotación de materiales radiactivos; otros para oponerse desde su condición de habitantes de los bosques a la capacidad destructiva de los monocultivos forestales y las plantaciones de árboles. También nos hemos organizado frente a las amenazas sobre las comunidades rurales y los consumidores en todo el mundo debidas a la introducción de Organismos Genéticamente Modificados OGM que destruyen prácticas agrícolas tradicionales y minan la soberanía alimentaria.
Nuestras organizaciones no han surgido como fruto de una conspiración, ni de un complot terrorista ni pasado ni reciente, sino que existen porque los derechos ambientales y humanos y de los pueblos son conculcados y negados. Nuestras organizaciones son reconocidas, premiadas y apoyadas, local e internacionalmente por su profundidad argumentativa, por su tesón, su compromiso, su equidad y su búsqueda de la justicia ambiental. Muchos gobiernos deberían aprender a defender los derechos y la soberanía frente a la explotación desmesurada de su patrimonio recursos y sus ciudadanos por el gran capital; deberían aprender de las organizaciones ambientales y de derechos humanos a defender los derechos de sus pueblos, contra las actitudes imperiales de las instituciones, las naciones codiciosas y las Compañías Transnacionales.
Para lograr la seguridad, palabra que en latín se refiere a la paz, ha de combatirse la inseguridad. La inseguridad viene de que algunos gobiernos, instituciones multilaterales y el gran capital buscan la seguridad de unos pocos, sacrificando la seguridad de la mayorías.
Nos proponemos que la palabra seguridad recobre su significado, queremos seguridad ecológica, alimentaria, energética. La seguridad de que no vendrán a expropiarnos el agua. La seguridad de que no nos desaparecerán los nevados, de que no desertizarán nuestras selvas y tierras, que continuarán alterando el clima; la seguridad que los campesinos no serán desplazados, que la Amazonía no será fumigada, que la banca multilateral no seguirá financiando el saqueo y la destrucción del Planeta. Queremos seguridad de que no se seguirá criminalizando ni persiguiendo a los defensores de derechos humanos, a los ambientalistas, ni a quienes se manifiestan contra las injusticias y la guerra.
Nosotros queremos la paz y la seguridad para todos. Queremos la seguridad de que tendremos un Planeta habitable para ofrecer a las generaciones presentes y futuras. Por ello nos comprometemos a articular nuestros propósitos y nuestras acciones para construir un mundo con justicia ambiental y social.