Como una de las poblaciones más marginada y vulnerables del mundo, calificó el Centro de Investigaciones Innocenti de la UNICEF a los niños y niña indígenas que habitan el planeta. En el diagnóstico, la UNICEF instó a todos los gobiernos del mundo para que se adopten las medidas urgentes y necesarias para asegurar sus supervivencia y proteger sus derechos.
"La responsabilidad de promover y proteger los derechos humanos de los niños indígenas es universal", sostuvo la directora ejecutiva de UNICEF, Carol Bellamy, al presentar a la prensa el informe titulado Aseguremos los derechos de los niños indígenas.
El diagnóstico también señaló que es preciso y urgente mejorar las condiciones de vida de los niños y niñas indígenas, no solamente para su propio bienestar, sino también para asegurar el futuro de estos pueblos ancestrales y el lugar exclusivo que tienen en la familia humana.
Según este informe, en el mundo hay alrededor de 300 millones de personas indígenas que habitan todas las regiones existentes y procedentes de unos 70 países. Sus maneras de expresión son tan ricas y diversas que hablan tres cuartas partes del los 6 mil idiomas del planeta.
"Si se permite a los niños y niñas indígenas vivir en paz y seguridad y libres de discriminación, tienen un enorme potencial no solamente para realizar contribuciones en su propia comunidad, sino también en la sociedad de sus países y de todo el mundo (...) Si queremos conseguir objetivos como la reducción de la pobreza, la educación para todos y el fin de la epidemia VIH/sida, debemos concentrarnos en todos los niños y las niñas, sin olvidar los más vulnerables entre ellos, como son los de las comunidades indígenas", puntualizo la Directora Ejecutiva del UNICEF.
El informe señala, especialmente, cuatro esferas estratégicas en las que se ha demostrado que la inversión, cuando se aprovechan las ventajas de las comunidades indígenas, puede tener efectos positivos para los niños y las niñas indígenas. Algunos ejemplos básicos incluyen:
a) Salud y nutrición: Llevar a cavo estudios para evaluar las prácticas sanitarias indígenas y las funciones de los distintos miembros de la comunidad en la atención de la salud; capacitar a las personas indígenas como agentes de salud y trabajar con los curanderos y las parteras tradicionales. Mejorar el acceso a los servicios de salud, especialmente en los lugares más aislados y remotos.
b) Educación: Establecer programas preescolares; ofrecer programas de educación bilingüe; ofrecer una enseñanza adaptada a la cultura, por ejemplo solicitando a las personas más ancianas que intervengan en las clases; ofrecer horarios escolares compatibles con los ritmos cotidianos y estacionales de la vida comunitaria.
c) Protección y apoyo: reforzar las capacidades de las familias indígenas, de las redes familiares y de las comunidades; ocuparse especialmente de los niños, las niñas y los adolescentes indígenas en los entornos urbanos y periurbanos; asegurar que la administración judicial es consciente de las diferencias culturales y las tenga en cuenta.
d) Participación en el proceso de toma de decisiones: Hacer todo lo posible para superar los obstáculos que impiden el registro de los nacimientos, incluidos los temas relacionados con la información, el acceso y la oportunidad, permitir a los niños y niñas autóctonos participar en las discusiones comunitarias, nacionales e internacionales.
Caso colombiano
La población indígena colombiana vive en los 32 departamentos del país, distribuidos en 535 resguardos. Para el Departamento Nacional Planeación (DNP), las comunidades indígenas tienen derechos territoriales reconocidos sobre 279.487 kilómetros cuadrados, es decir, 24.5% del territorio nacional. Los departamentos con mayor población indígena relativa, es decir, comparando la población indígena respecto al total departamental, son en su orden: Vaupés, cuya población amerindia representa el 74.6% del total departamental; Guainía, con el 41% de población indígena; Guajira, con el 32.7%; Amazonas, con 31.5%; Vichada, con 26.9%; Cauca, con 13.5%.
Según una investigación realizada por la Fundación Hemera Comunicar sobre la situación de los derechos humanos de los grupos étnicos y, en especial los indígenas, demuestran que son los niños y las mujeres, las personas más vulnerables ante los efectos de la guerra sin cuartel que vive el país.
La población infantil indígena, cuyos derechos han sido protegidos y respaldados por organizaciones internacionales como la UNICEF y las Naciones Unidas por su condición de indefensión y vulnerabilidad, en Colombia sigue siendo la más descuidada y afectada directamente por la guerra que hasta el momento a cobrado la vida de 5 menores, desaparecido a otros 3 y heridos a 3 más, sin contar la situación que viven los jóvenes cuyos derechos humanos han sido violados en 8 ocasiones consecutivas.
Para Gabriel Muyuy, Defensor delegado para indígenas y minorías étnicas, “desafortunadamente la situación de derechos humanos en Colombia cada día es más compleja y más difícil, a pesar de que existen derechos especiales y diferenciados que deberían garantizar una situación digna a los grupos étnicos en materia de políticas públicas, económicas, sociales y culturales, ya que se entiende que la violación de derechos humanos no sólo es la agresión física de manera directa, también hay una agresión, en materia de grupos étnicos, cuando no se atiende a los derechos territoriales, a la autonomía, a la identidad cultural y naturalmente el derecho a la vida y la integridad cultural”.
Además de los anterior, continua Muyuy: “la tradición oral en los pueblos aborígenes se ha debilitado por la falta de una educación propia y apropiada, que se acople a los intereses culturales indígenas”. El Gobierno en gran medida “no ha brindado el apoyo necesario para implementar la etnoeducación en los sistemas educativos nacionales”.
Aunque en Colombia se han reconocido 64 lenguas distintas, en 22 familias lingüísticas, el 77% de los niños y niñas no hablan como lengua principal su lengua materna, tampoco lo hacen en la escuela ni con sus amigos.
Este panorama nacional confirma cada vez más que los gobiernos de turno han dedicado sus esfuerzos a combatir la guerra y el narcotráfico, a entregarle el país a las grandes multinacionales, a abrirle las puertas al neoliberalismo salvaje y a los tratados de libre comercio, sin preocuparse por el exterminio de lo poco que nos queda de autóctono en estas tierras, las comunidades indígenas y sus niños y niñas.