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Una década después del llenado de la represa Urrá en 1994, el pueblo Embera sigue padeciendo las terribles consecuencias de un megaproyecto que desde sus inicios desconoció los más elementales derechos de consulta contemplados en la constitución política colombiana y en los acuerdos internacionales como el Convenio 169 de la OIT.
La larga lucha que entonces emprendimos a favor de nuestra reparación, mitigación de impactos ambientales, sociales, políticos y económicos dejó en el camino a varios de nuestros hermanos tendidos en la muerte, otros desaparecidos, otros desplazados, producto del manto de intimidación, militarización, acoso y amenazas que desde entonces sobrevuela sobre nuestras cabezas. Lo peor de todo es que hoy podemos constatar que el enorme daño causado por el megaproyecto hidroeléctrico Urrá I, no sólo no ha sido reparado sino que además se ha venido empeorando.
El taponamiento del curso natural de nuestros ríos por la represa de Urrá, aniquiló nuestra principal fuente proteica que era el Bocachico (pez reofílico) agravando considerablemente los niveles de desnutrición y malnutrición de nuestros niños. La pretendida reparación ofrecida por la hidroeléctrica Urrá, consistente en la cría de peces en estanques, ha demostrado su total fracaso.
La división política organizativa que merced al manejo de las negociaciones dadas por el gobierno nacional y la empresa Urrá se tradujo al principio en la formación de dos sectores, pero formó el germen de nuevas divisiones, al punto que hoy en día nuestro pueblo se encuentra fragmentado en cuatro sectores sin que haya una perspectiva de solución a dicha situación.
Nuestros referentes simbólicos, sitios sagrados, lugares rituales, espacios de encuentro espiritual de Jaibanás, reservas de plantas tradicionales fueron inundados trastocando irremediablemente la relación espiritual que ancestralmente manteníamos con nuestros dioses y espíritus.
Complementario a ello nuestro sistema de valores fundado en el respeto a la tradición, la vejez y el conocimiento tradicional fue sustituido vertiginosamente por una relación de monetarización y consumismo.
Mención aparte merecen los nuevos impactos surgidos a raíz de este megaproyecto. La creciente sedimentación y formación de taludes de lodo en nuestros ríos los están haciendo prácticamente innavegables, la putrefacción de la biomasa en el área inundada ha incrementado la población de mosquitos y zancudos transmisores de enfermedades tropicales; las enfermedades cutáneas y las enfermedades diarreicas agudas.
Nuestro ejemplo es lo que a diario viven los pueblos afectados por las represas y los megaproyecto que sin contemplación alguna privilegian el llamado modelo de desarrollo occidental sobre la vida, cultura y organización de los pueblos.
Un modelo de desarrollo y producción energética que cada vez hace más evidente su ineficacia en la producción sustentable de energía mientras devasta enteros sistemas ecológico y la biodiversidad que por años nos hemos encargado de mantener los pueblos indígenas y campesinos.
Hoy queremos denunciar el falaz argumento que la hidroeléctrica de Urrá ha venido propagando. Las medidas de mitigación han resultado bastante ineficaces comparadas con el daño sufrido por nuestro pueblo. Argucia que desmiente a su vez la idea de que la hidroeléctricas son imprescindibles para revertir el calentamiento global o para regular los cauces de los ríos. Como dicen nuestros hermanos campesinos, a lo largo de nuestros ríos solo se escucha llantos y penurias pues la hidroeléctrica Urrá ha afectado la parte alta, media y baja de estas cuencas.
Las hidroeléctricas al igual que la mayoría de megaproyectos ambientales se inscriben en la línea de privatización y explotación de los recursos naturales a favor de las multinacionales. El pueblo Embera, rechaza tajantemente esta expoliación de la cual han venidos siendo victimas sistemáticas los pueblos indígenas y las minorías étnicas, nos oponemos a la construcción de Urrá II y cualquier otro megaproyecto dentro de nuestros territorios.
Por estas razones reafirmamos nuestro compromiso con la declaración de Rasi salai (Tailandia) pronunciada en el encuentro Mundial de pueblos afectados por las represas:
Nos oponemos a la construcción de todas las represas social y ambientalmente destructivas.
Nos oponemos a la construcción de cualquier represa que no haya sido aprobada por la poblaciones afectadas, luego de un proceso debidamente informado y participativo, y que no satisfaga las necesidades básicas priorizadas por las mismas comunidades.·
Demandamos el total respeto a los conocimientos y manejo tradicional de recursos de los pueblos indígenas y de sus derechos colectivos a la autodeterminación y libertad, su consentimiento previo e informado en la planificación y toma de decisiones sobre el agua y la energía.
La equidad de género debe ser respetada en todas las políticas, programas y proyectos sobre agua y energía.
Exigimos el cese del uso de toda forma de violencia e intimidación contra las personas amenazadas y afectadas por represas, y de las organizaciones que se oponen a las mismas.
Las reparaciones deben ser dadas y negociadas con los millones de personas que han sufrido a causa de las represas, incluyendo la provisión de tierras, viviendas e infraestructura social adecuada. Los constructores y promotores de represas son los que deben pagar los costos de las reparaciones.
Deben realizarse acciones, incluyendo el desmantelamiento, para restaurar los ecosistemas y los estilos de vida que han sido dañados por las represas.
Rechazamos la privatización de los sectores de energía y agua.
Demandamos el control público, efectivo y democrático y la regulación de los servicios de electricidad y agua.
Los gobiernos deben implementar políticas que desincentiven el desperdicio y sobreconsumo, y deben garantizar la distribución equitativa de la riqueza.
Demandamos que se detenga la construcción de trasvasamiento de cuencas y otros megaproyectos hídricos.
Se debe poner fin al mercado internacional del carbono.
Nos Comprometemos a:
Intensificar nuestras luchas y campañas contra las represas y por la reparación y restauración de las cuencas.
Trabajar para la implementación de métodos a nivel mundial del manejo del agua y energía tales como la cosecha de lluvia y modelos comunitarios de energía renovables.
Una renovación continua de diversas tradiciones y conocimientos acerca del agua a través del aprendizaje práctico, especialmente para nuestros niños y jóvenes.
Intensificar los intercambios entre activistas y movimientos que trabajan sobre represas, agua y energía, incluyendo visitas recíprocas con intercambio de personas afectadas de diferentes países.
Fortalecer nuestros movimientos uniéndolos con otros que luchan contra el modelo de desarrollo neoliberal y por una justicia global ecológica y social.
Nuestra lucha en contra las represas destructivas y el modelo actual de manejo de agua y energía, es también una lucha contra un orden social dominado por el imperativo de maximizar sus ganancias, y es una lucha por una sociedad basada en la equidad y la solidaridad.