En una conmovedora carta, el coordinador de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos del Ecuador, Alexis Ponce, solicitó al Presidente Álvaro Uribe Vélez adelantar una investigación exhaustiva que determine la responsabilidad de miembros de la Brigada XI en la masacre de ocho afrodescendientes de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó.

 

 

 

La carta, enviada el pasado 28 de febrero de manera directa a la Presidencia de la República, termina convirtiéndose en un estremecedor relato que recrea momentos claves del trabajo realizado por Luis Eduardo Guerra en torno a la comunidad de paz, los cuales envuelven la vista que éste realizó en el mes de julio del año anterior, en el marco del Foro Social de las Américas.

 

Al respecto, Alexis Ponce recuerda: “Luis Eduardo Guerra nos relató con sencillez cómo se había construido su comunidad, qué anhelaba, por qué los sacerdotes y monjitas la apoyaban tanto. Por qué, en definitiva, era reconocida como <> por aquellos que en Europa y América la sintieron independiente a la locura de la guerra. Nos supo explicar que, a pesar de la injusticia y el terror, no optaron por la vía de la violencia, como tantos campesinos – victimizados por uno u otro actor – lo hacían. Y nos supo decir cuál era el siguiente paso de la comunidad: declararse masivamente  como <>, es decir, no servir a la guerra ni a ningún actor que llevara armas. Le riposté que esa idea era difícil, única, porque los grandes grupos de DDHH europeos, norteamericanos e incluso latinoamericanos, no comprenderían semejante iniciativa, pues el dogma conceptual de los DDHH miraba como lógica sólo la concepción <> de una declaratoria de objeción de conciencia. Pero toda una comunidad declarándose objetora de conciencia cambiaría el pensamiento del mundo. Me respondió: <>".

 

De igual forma, Ponce alentó al mandatario a que se castigue de manera ejemplar a los responsables de la masacre, la cual se produjo en momentos en que la comunidad de paz celebraba ocho años de conformación, exhortando a los pobladores de la comunidad a que se exilien del país en caso de que los hechos no sean clarificados como es debido.  

 

“Si no sanciona ese delito, Sr. Presidente, entonces este pedido humano se dirigirá a la comunidad de Paz de San José de Apartadó, a sus mujeres y sus niños, a las religiosas que allí ejemplarmente continúan: ¡Salgan de Colombia!, les exhortaremos, ocupen pacífica y masivamente embajadas europeas en la capital y en los andes, digan al mundo con su petitorio de exilio masivo, con su pedido  colectivo de Refugio, que no hay una sola condición que permita sobrevivir en comunidades campesinas y humanas que declaran paz y neutralidad bajo su Gobierno”, expresa la misiva.

 

La carta estuvo acompañada de las fotografías sobre la masacre que la Asamblea pudo obtener, las cuales se constituyen en una prueba más de la barbarie y la atrocidad que los actores armados aplican a una comunidad que de manera decidida seguirá insistiendo por mantenerse neutral ante un conflicto que sólo les ha dejado sangre y lágrimas.

 

Actualidad Étnica reproduce el contenido de la carta:

 

Quito, febrero 28 de 2005

 

Señor don:

Alvaro Uribe Vélez,

Presidente Constitucional de Colombia

Palacio de Nariño

Bogotá-Colombia.

 

c.c. Ministerio de Defensa Nacional de Colombia,  ONGs

internacionales.

 

Contenido: Masacre en Apartadó.

 

Señor Presidente:

 

En representación de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, APDH del Ecuador y de la Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, Capítulo Ecuador, a usted saludamos y exponemos:

 

1) Conocimos a Luis Eduardo Guerra, dirigente social de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó de Colombia, durante los eventos académicos y sociales que organizamos durante la realización del Foro Social de las Américas, FSA, cumplido en Quito, en el mes de julio del año 2004.

 

Semanas antes, el citado dirigente comunitario con ayuda de religiosos y comunidades eclesiásticas de Colombia había pasado por nuestro país difundiendo a las comunidades eclesiásticas ecuatorianas y organizaciones humanitarias, la histórica experiencia de su comunidad, la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, que desde hace varios años era víctima de un triple sitio militar -en los hechos- y de un bloqueo de alimentos, al intentar vivir lejos de los tres actores del conflicto, es decir las guerrillas, los paramilitares y el ejército oficial, cada cual con sus razones para continuar una guerra que tiene como víctima a la sociedad colombiana y, especialmente, a sus sectores sociales más indemnes.

 

2) La Comunidad de Paz de Apartadó, que por aquella experiencia de neutralidad se había hecho acreedora a reconocimientos internacionales de paz en Europa, era alentada por ese sacerdote ejemplar que es el padre Giraldo en el Urabá colombiano, y fue satanizada especialmente por personeros oficiales y altos voceros militares que no entienden que esa postura social no era sólo en relación a un actor, el estatal, sino a todos los actores de la guerra y que, por ello, en decisión colectiva esta comunidad resolvió declararse distante de todos los actores, incluyendo el ejército oficial, al que tampoco prestarían ayuda alguna para sobrellevar la guerra interna.

 

3) La Comunidad de Paz había nacido como producto de las masacres e impunidad de las mismas, cuando varios caseríos humildes decidieron llamar a una "minga" al comprender sus dirigencias que no debían guardar más silencio ante tantas muertes producidas en la década de los noventa, y que todo proceso de reivindicación de derechos debía ser por la vía social, legal, no armada ni violenta. La Comunidad de Apartadó llevaba más de 80 miembros asesinados por todos los actores del conflicto, por no permitir que la lógica de la guerra se instalara en su comunidad.

 

Si su ejemplo de independencia de todos los actores cundía en otras comunidades sometidas al acoso de unos y otros actores, enloquecidos por una guerra que no tiene viso de solución si continúa creyendo que la guerra es la salida a todo problema humano, la experiencia comunitaria de Apartadó resultaría peligrosamente contagiosa. Así nos refería don Luis  Eduardo en su testimonio que lo grabamos entonces.

 

4) La Comunidad de Paz era mal vista por la guerrilla, por los paramilitares, por el ejército oficial, por el propio Gobierno. Todos la hacían "cómplice del enemigo", porque en la intolerante cabeza de los señores de la guerra no cabe que un sector de campesinos, decidiera no estar con ningún actor de la guerra y actuar coherentemente con esa decisión.

 

5) Los soldados los acosaban porque en su cabeza no se entendía cómo esta comunidad de "campesinos ignorantes" les dijera que no podían ni querían colaborar con la lógica de la  Seguridad Democrática, ni que les daría albergue a los militares, como tampoco a guerrilleros y a paramilitares. Los guerrilleros les motejaban y amenazaban como "contrarrevolucionarios" porque no entendían que una comunidad social también dijera no a su lógica de guerra.

 

Y los paramilitares juraron aniquilarlos con la ayuda escandalosa, por visible, de los militares de la zona, interponiendo un cerco que duraba meses, desde que se le declarara "zona de intervención" y usted, señor Presidente, manifestara públicamente su animadversión a la Comunidad de Apartadó citando que "no toleraría que un territorio colombiano viva fuera del Estado colombiano y no apoye la lucha nacional contra el terrorismo".

 

6) Luis Eduardo Guerra nos relató con sencillez cómo se había construido su comunidad, qué anhelaba, por qué los sacerdotes y monjitas la apoyaban tanto. Por qué, en definitiva, era reconocida como "experimento social de paz en el mundo" por aquellos que en Europa y América la sintieron independiente a la locura de la guerra. Nos supo explicar que, a pesar de la injusticia y el terror, no optaron por la vía de la violencia, como tantos campesinos -victimizados por uno u otro actor- lo hacían. Y nos supo decir cuál era el siguiente paso de la comunidad: declararse masivamente  como "Objetora de Conciencia", es decir no servir a la guerra ni a ningún actor que llevara armas.

 

Le riposté que esa idea era difícil, única, porque los grandes grupos de DDHH europeos, norteamericanos e incluso latinoamericanos, no comprenderían semejante iniciativa pues el dogma conceptual de los DDHH miraba como lógica sólo la concepción "individualizada" de una declaratoria de objeción de conciencia. Pero toda una comunidad declarándose objetora de conciencia cambiaría el pensamiento del mundo.

 

Me respondió: "Eso queremos, señor. Que los grupos de DDHH no defiendan solamente la objeción de conciencia como derecho constitucional individual de una persona, sino de comunidades enteras que hemos resuelto colectivamente negarnos a realizar el servicio militar obligatorio, incluidos nuestros niños, ni a disparar, ni a ser paramilitares, ni servir al ejército ni la

guerrilla por igual. Tienen que entender en Europa los amigos de Amnistía Internacional que esta decisión es colectiva y masiva".

 

7) Motivados al comprender que se trataba de un dirigente popular que miraba horizontes distintos y altos, y que esta comunidad debía ser conocida por Ecuador, lo invitamos a que viniera como expositor al citado Foro Social de las Américas de julio, y a que expusiera su experiencia junto a las comunidades del Chocó y Nariño, con las mujeres afro-colombianas desplazadas en Bogotá, con las comunidades de frontera ecuatorianas y las alcaldías de Sucumbíos, Esmeraldas y Carchi, en un programa que hicimos con más de diez entidades y organizaciones de América, entre ellas la PIDHDD Cotinental, que era la convocante junto a PDH, con INDEPAZ y la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz de Colombia, entre otras.

 

Luis Eduardo aceptó venir porque creía que la experiencia de paz de Apartadó debía ser conocida por el mundo o por lo menos por Ecuador. Y vino...

 

8) Recordamos que ante personalidades y comunidades del Ecuador y América, expresó su indignación y su dolor. "Para qué tanto encuentro y evento si nos están matando, señores. Para qué hoteles caros, expertos de ONGs y tantos intelectuales, para qué todo esto, si necesitamos urgente que nos ayuden a no morirnos".

 

Había llegado a Quito ya amenazado y con la espada de Damocles de un nuevo intento de intervención a su comunidad. Su obsesión era la paz con justicia y la vida de su comunidad, sus caseríos. Los alcaldes de las regiones limítrofes ecuatorianas aplaudieron su exposición y le llamaron también a la calma, a que no se deprimiera tanto. Porque don Luis Eduardo había llorado en público luego de citar lo que mencionó. Pero no lo comprendimos ni entendimos su urgencia... inmunizados, como miles de personas en el mundo, ante la violencia en Colombia, creyendo que ante tanta amenaza, la gente de todas maneras sobrevive y... no muere.

 

9) A las pocas semanas de concluido ese evento público, nos llegó a través de las monjitas de Apartadó la terrible noticia: luego del Foro Social de las Américas, don Luis Eduardo retornó a su tierra donde era amenazado de muerte por el ejército y los paramilitares. Así como lo oye, Sr. Presidente: por el ejército oficial y los paramilitares (intuimos que, para las personas intolerantes, sería razón de sobra el ser amenazado por dos de los tres actores del conflicto, en un país donde cada quien sospecha de cada cual y en el que "se mata más por sospechas que por evidencias", como dijo un día el representante del PNUD en Bogotá).

 

10) En su ausencia, habían entrado a la comunidad varios soldados, que maltrataron a "esa comunidad de pacifistas-comunistas que se niegan a colaborar con la Seguridad Democrática" y que dejaron una granada en su rústica vivienda, la casa del dirigente visible de Apartadó. Y la granada explotó... y mató a su primera esposa y a su hija, e hirió a su hijito mayor de 10 años de edad. Nos imaginábamos cómo llegaría Luis Eduardo a Apartadó, que recién se encaminaba rumbo a su pueblo natal y cómo sentiría ese cuadro de muerte que ya nosotros nos enteramos por el Internet, antes de que él llegara a su casa.

 

11) Al poco tiempo los sace

 

 

 

 

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