El 16 de diciembre de 1991 fueron masacrados 20 indÃgenas: niños, mujeres y hombres, a manos de paramilitares y miembros de la Fuerza Pública, en la Hacienda El Nilo, ubicada precisamente en las mismas tierras en donde hoy se expresa la lucha pacÃfica, la dignidad y resistencia del pueblo indÃgena Páez, en el resguardo Huellas, municipio de Caloto, Cauca. En 1998 la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado Colombiano por esta masacre y el Gobierno de aquel entonces se comprometió a entregar a las comunidades indÃgenas de la región 15 mil hectáreas de tierra y hasta el momento ni la mitad han sido devueltas.
Como último recurso y ante el incumplimiento y la pasmosa indiferencia del gobierno nacional, desde la noche del 2 de septiembre, los comuneros del sur de Cauca, se concentraron en la hacienda de la “Emperatrizâ€, en un acto de recuperación y liberación de sus tierras ancestrales. Frente a esta exigencia de justicia y reparación integral la respuesta del gobierno fue el ataque indiscriminado a la población civil con ráfagas de fusil, gases lacrimógenos y bombas de perdigones; detenciones arbitrarias; amenazas y señalamientos.
La firme voluntad de diálogo del pueblo Nasa no sólo fue rechazada, también se incrementaron los hostigamientos y el pie de fuerza alrededor de “La Emperatrizâ€. No se valoró el gesto de acercamiento de los comuneros quienes decidieron unilateralmente abandonar la Finca y permanecer en sus afueras. La propuesta de cuatro puntos para iniciar las conversaciones, como permanecer en un espacio restringido y previamente acordado dentro de los terrenos de la finca pero fuera de la casa, preparando el contenido de una agenda de negociación con el Gobierno†y el encuentro con una delegación conformada por los ministros de Agricultura, del Interior y el Director del INCODER, fue torpedeada por el Gobernador del Cauca e ignorada por el gobierno central.
A pesar de la intensificación y recrudecimiento de la guerra, el pueblo Nasa se ha resistido a abandonar sus tierras y ha proclamaron su autonomÃa frente al conflicto armado; ha reivindicado su derecho a no ser involucrado en la confrontación armada y su decisión de no aceptar la presencia de hombres armados en sus territorios sagrados.
La resistencia civil de los pueblos indÃgenas de esta zona del paÃs ha merecido el reconocimiento nacional e internacional y se ha constituido en un verdadero ejemplo de que la resolución pacÃfica del conflicto es posible. Su lucha milenaria se legitima en su cosmovisión, se ampara en el Derecho Internacional Humanitario y ha sido respaldada por diversos sectores e instituciones como la Iglesia Católica y organizaciones de la comunidad internacional.
Por eso es inaceptable la postura del gobierno que, en respuesta a la movilización pacÃfica del pueblo indÃgena y a las exigencias que deben cumplir en el marco de la constitución colombiana, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el DIH y los Derechos Humanos, responde con las armas del autoritarismo, el abuso del poder y la violencia.
El Estado colombiano debe, además, cumplir la Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, garantizar la reparación integral de las vÃctimas del conflicto y velar por el respeto de sus derechos fundamentales.
Los hechos de “La Emperatriz†evidencian el sistemático hostigamiento a los pueblos indÃgenas y una polÃtica de gobierno que beneficia a los victimarios y desconoce a las vÃctimas, como quedó confirmado en la recién aprobada Ley de Justicia y Paz.
Como lo manifiesta la ACIN en sus comunicados: “El estado es responsable de la masacre del Nilo, incumplió compromisos de reparación integral, no entregó las tierras que debÃa y que incluyen la finca La Emperatriz. Sin embargo dialoga, negocia y cumple acuerdos de entrega de tierras con victimarios paramilitares como los responsables de la masacre de El Nilo, se niega a dialogar con las vÃctimas indÃgenas de sus atropellos y por recurrir a la acción directa pacÃfica ante la impotencia generada por persecuciones y engaños, procede a disparar, golpear y desalojar comuneros y comuneras de sus tierras ancestralesâ€.