Ciudad del Alto. Octubre 11-14 de 2005. La Caravana Mayaki, una iniciativa que busca promover y apoyar la defensa del bien común, la democracia participativa y la autodeterminación de los pueblos, inició su recorrido por Bolivia. Lo más de 30 miembros de la Caravana, entre periodistas y activistas de Italia, España y Colombia, conocieron de la voz de sus protagonistas los hechos que han sacudido a este país en los últimos años.

 

Las manifestaciones más visibles de lo que está sucediendo en Bolivia, han tenido lugar en la cuidad del Alto en el departamento de La Paz. Ubicada a más de 4.000 metros de altura sobre el nivel de mar, la ciudad del Alto, se ha constituido en los últimos años en la cuna de los movimientos sociales de Bolivia.

 

Allí han confluido indígenas, obreros, sindicalistas, estudiantes y diversos sectores sociales con intereses y necesidades comunes que los han hecho unificarse alrededor de las mismas exigencias: nacionalización de los recursos naturales, derecho a la salud y la educación, el respeto y reconocimiento de los pueblos originarios, la justicia social y la superación de la pobreza.

 

La resistencia milenaria de los pueblos indígenas se ha evidenciado en las movilizaciones que han tenido origen en el Alto. Después de todo más del 90%  de sus habitantes son Aymaras nación que históricamente ha defendido sus territorios y sus bienes y ha hecho frente a la imposición del poder.

 

En su sabiduría ancestral los pueblos originarios de Bolivia, saben que ni el aire, el agua, los bosques y las riquezas naturales son propiedad de uno solo y que por lo tanto le pertenecen a todos. ¿Así que si los hidrocarburos brotan del interior de la Pachamama (Madre Tierra), porque una trasnacional tiene derecho exclusivo sobre lo que es de todos?

 

La explotación y la exclusión no afectan sólo a las comunidades indígenas. Estas problemáticas le son comunes a los jóvenes, mujeres, desempleados y en general, a todos a quienes el Estado ha desconocido durante años.

 

Precisamente, por esta razón, es que en el Alto se gestan los levantamientos del pueblo boliviano en la lucha contra las transnacionales; las medidas impuestas por el Fondo Monetario Internacional, FMI y la nacionalización de los hidrocarburos. Hechos que se desarrollaron a lo largo del año 2003.

 

Como resultado de las protestas, bloqueos y manifestaciones, el mundo ha sido testigo de la profunda crisis política, económica y social por la que atraviesa Bolivia. Las movilizaciones que se iniciaron en el Alto se extendieron a lo largo del territorio poniendo en jaque al entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y a todo su gabinete ministerial.

 

Sánchez de Lozada, quien actualmente está bajo el amparo del gobierno de los Estados Unidos huyó del país y dejó su carta de renuncia al congreso de la República.

 

El saldo en rojo de la lucha, sin embargo, corrió por cuenta de la sociedad civil. En octubre del 2003, recordado por lo bolivianos como el octubre negro, fueron asesinadas más de 60 personas entre mujeres y niños y 400 resultaron heridas, con secuelas irreversibles.

 

Las fuerzas armadas bolivianas en cumplimiento del Decreto Supremo 27209 de Emergencia Nacional, tenían la orden acabar con los bloqueos y dispersar a los manifestantes a cualquier precio.

 

Estos hechos conocidos como la Guerra del Gas, marcaron un hito en la historia reciente de Bolivia convirtiendo así al Alto en el símbolo de la resistencia indígena y popular de este país.

 

En este contexto no es extraño, entonces encontrase con experiencias como la de la universidad pública del Alto, UPEA.

 

Un ejemplo de autonomía

 

La Universidad del Alto no ha sido ajena a todo el proceso social de su entorno, por el contrario, se ha constituido en un punto de encuentro para el análisis, el debate, la reflexión y la participación activa dentro de las decisiones que afectan al país. Es así como en su propia Alma Mater se han dado transformaciones que hoy por hoy son un ejemplo para el resto de América Latina.

 

La universidad del Alto, surge precisamente de la necesidad de sus habitantes en tener una opción para la educación de los alteños. En un caso sin precedentes, alumnos, docentes, padres de familia, organizaciones sociales y la comunidad en general deciden crear una universidad que responda a las necesidades y retos de su comunidad, de su país.

 

Hoy por hoy la universidad del Alto es la más joven de América Latina, alberga alrededor de 12.000 estudiantes, mayoritariamente Aymaras, quienes hacen parte activa en la toma de las decisiones.

 

El rector, quien es elegido democráticamente por los estudiantes, maestros y trabajadores de la universidad, es un indígena Aymara que conoce de cerca la realidad no sólo de su pueblo sino también de su localidad, pues es alteño.

 

De esa manera, la UPEA, es un referente más de la resistencia indígena y popular del Alto y hace parte activa del movimiento social boliviano.

 

Pablo Mamany, uno de los intelectuales Aymara más importantes de Bolivia, escritor y director de la carrera de sociología de la UPEA, afirmó que la en Alto se está viviendo una verdadera transformación social en donde la población indígena, que es el casi 80% del total de los habitantes de Bolivia, quieren dejar de ser una minoría política, invisible y convertirse en verdaderos sujetos de derechos protagonistas del cambio que requiere el país. Lo sucedido en el Alto ha dejado un precedente difícil de superar en lo que a movilización popular e indígena se refiere.

 

En el Alto se generó un fenómeno que superó a los dirigentes mismos del proceso. Las organizaciones de base, las juntas vecinales, los jóvenes y la comunidad fueron incontenibles a la hora de manifestarse.

 

Mamany señala que alrededor de la guerra del gas tres pueblos lucharon hombro a hombro por la nacionalización de los hidrocarburos. Aymaras, Quechuas y Guaraníes, se convirtieron en un solo pueblo en búsqueda del respeto, la dignidad y el reconocimiento.

 

Más allá de los cerros del Alto aún hoy se escucha el eco que en octubre del 2003 retumbó en toda Bolivia: ¡El gas no se vende carajo¡
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