Varios han sido los logros obtenidos para ser merecedores de este premio, entre ellos se cuentan la articulación del trabajo organizativo y el arraigo de las comunidades indígenas y afrodescendientes tradicionales a su propio territorio. De igual manera, la Pastoral ha atendido a más de 4.400 personas en  situación de desplazamiento, y ha buscando las condiciones propicias para el retorno de éstas sus lugares de origen. Los misioneros actúan como acompañantes solidarios, respetando la autonomía de cada comunidad.

 

Para no romper con la vida cotidiana de la región y establecer una relación más directa e igualitaria con la comunidad, los sacerdotes y misioneros reemplazaron sus tradicionales sotanas con la vestimenta utilizada por cualquiera de los feligreses.  El padre Emigdio Cuesta, por ejemplo, es un negro grueso, con barba incipiente, cabello largo trenzado, sandalias, camisa con más colores que un arco iris y collares de chaquiras y semillas. El propio vicario, Napoleón García, es un afrodescendiente alto, delgado, de corte clásico y sencillo. Ni siquiera el obispo Cadavid, acostumbra los ornamentos, que son reservados para las ocasiones especiales.

 

Veintidós parroquias, Treinta y un sacerdotes y sesenta monjas, además de noventa laicos componen la Diócesis de Quibdó. Todos ellos se han acostumbrado a denominar las cosas por su nombre, sobre todo cuando se trata  de denunciar los atropellos y violaciones a los derechos humanos de estas comunidades, que desde 1997 han perdido aproximadamente cuarenta mil de sus miembros, bien sea por que han sido asesinados o porque han sido desplazados.  Un ejemplo de la decisión de este conjunto de religiosos, fue el señalamiento de "la omisión" de las Fuerzas Militares frente a los 'paras', tras la muerte de 119 habitantes de Bojayá, en un combate entre ese grupo y las Farc. Por esta denuncia, el padre Jesús Albeiro Parra, director de Pastoral Social, enfrentó una demanda por injuria y calumnia. Le exigían que rectificara, pero él se ratificó e instó a que llegaran a la verdad.

 

Claras son las posiciones que defienden los religiosos, el obispo Fidel León Cadavid afirma que “es con la verdad que aportamos a la paz y la verdad no tiene medias tinas”. Por su parte, el padre Parra, es enfático al argumentar: "Tenemos una visión política clara, no es neutra, porque ¿para dónde va un carro en neutro?, para donde cualquiera quiera empujarlo. Estamos del lado de las víctimas".

 

Todos los miembros de la Diócesis comparten el mismo plan pastoral, que es como una adaptación del mandato de Cristo al contexto chocoano, enmarcado en el conflicto que desangra al país.  Este plan pastoral opta por la vida, la discriminación positiva de los pobres, el diálogo antirreligioso, la defensa del territorio y los recursos naturales, los derechos humanos y una iglesia que respeta las tradiciones de los afrodescendientes y los indígenas.

 

La fidelidad a la visión planteada ha tenido altos costos. En septiembre de 1998, en Lloró, fue asesinado por 'paras' el misionero Michel Quiroga, porque no permitió el asesinato de un campesino; un año después  mataron al párroco de Bojayá, Jorge Luis Mazo, y al cooperante del País Vasco Iñigo Eguiluz, que se suman a los ochocientos o mil campesinos muertos en el Atrato desde el 1997. Finalmente, la Diócesis también ha sido vehemente al declarar que los cultivos de palma y los megaproyectos que se desarrollan en la región están desterrando a indígenas y afrodescendientes de sus propios territorios. 

La Diócesis de Quibdó, Chocó, recibió el Premio Nacional de Paz 2005 por la labor que ha estado cumpliendo con las comunidades indígenas y afrodescendientes de la región. Los sacerdotes de esta diócesis, encabezados por el vicario  Napoleón García, 'padre Napo', han estado apoyando a los nativos en proyectos de defensa de los derechos humanos, fortalecimiento de la cultura y procesos de intervención humanitaria. 
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