La violencia armada separó a Bunkuúa, cuando apenas tenía 3 años de edad, de su familia. Cinco años más tarde, en la espesura del Parque Tayrona se reencontró con sus tradiciones y la Madre Tierra. Hoy, a sus 19 años es un ejemplo de superación.

Desnuda sus pies para acariciar a la Madre Tierra, una mujer hermosa y delicada, que no tolera señal de maltrato. Bunkuúa lo sabe, y por ello siempre que se interna en la selva despoja a sus pies del calzado.

El Parque Tayrona no tiene esquinas ni manzanas, mucho menos señalización, pero este indígena kogui, de 19 años de edad, sabe ubicarse en medio de la espesura, en un abrir y cerrar de ojos.

Para fortuna de sus padres, esta reserva natural se convirtió desde hace muchos años en el remanso de armonía y paz, que su familia tanto deseó. Sin embargo, esa alegría no fue compartida. Bunkuúa no contó con la suerte inicial de sus demás hermanos.

Cuando apenas contaba con 3 años de edad, y por cuenta del conflicto armado que se vivía en aquella época, en cercanías al municipio de San Juan del Cesar, en el departamento que lleva el mismo nombre, Zaldemakw, su padre, tomó lo poco que le cabía en las manos y se alejó del desasosiego, llevando consigo a su Bunkuúa.

El éxodo los llevó hasta El Rodadero, donde Zaldemakw dejó su hijo en manos de un mejor futuro: un abogado que le prometió amarlo y educarlo, pero que no pudo cumplir su promesa.

“La señora del abogado estaba separándose de él, y ella no quería tenerme. Desde allí empezó todo. Pasé por cuatro familias, y después de cinco años de andar de un lado a otro, llegué a donde hoy estoy, con mi abuela Sonia Charry”, cuenta Bunkuúa o José Manuel Pinto, como aparece en su identificación.

Fue recibido por dicha familia, radicada en la ciudad de Santa Marta, como un nieto más. “Desde pequeño le gustó mucho el estudio, siempre ha sido muy juicioso y apegado a mí”, relata su abuela de crianza.

Las costumbres que Bunkuúa perdió año tras año por el influjo de la civilización, fueron recuperadas después de un impactante encuentro. “Iba para el colegio cuando me encontré de frente con mi padre. Inmediatamente lo reconocí, y desde ese momento, no me volví a separar de él”.

Y agrega que: “A los ocho años de edad, retomé todas mis tradiciones, y aunque no dejé de vivir en Santa Marta, recuperé a mi familia y empecé a visitar mucho el Parque Tayrona, que es el lugar donde habitan mis padres”.

 

Amante de la naturaleza

Bien es sabido el cuidado por la ‘Madre Universal’ que Bunkuúa les infunde, tanto a los pobladores del Parque, como a quienes lo visitan, que hoy no hay mejor guía ecológico en la zona que él.

“A pesar de vivir tantos años en la ciudad, conserva en beneficio de la Cultura Kogui, su tradición oral, y eso es muy especial, porque por lo general, cuando los indígenas tienen contacto con la civilización, pierden su identidad”, apunta Haruen Rodríguez, quien lidera el grupo de guías ecoturísticos de la zona.

Bunkuúa encontró en la Sierra Nevada de Santa Marta sus mayores instantes de felicidad, pero ese pedazo de tierra, también le partió el alma en dos. “Mi madre murió aquí por un dengue hemorrágico y una fiebre amarilla”, expresa.

Pese al sufrimiento, situaciones como la partida de un ser querido, tienen para su cultura, una explicación. Lo que sí no entiende es cómo cada día los “hermanitos menores están acabando con el Parque.

“Primero, fueron los guaqueros que lo sacudieron como quien quita una sábana de una cama, arrancándole las ofrendas a nuestros dioses, y ahora, son nuestros visitantes, los que no cuidan”, dice, señalando botellas de gaseosa y empaques de papitas, que se aprecian en las orillas de algunas playas.

Y ni qué decir de lo que alguien hizo en La Piedra de la Vida, un lugar sagrado para los koguis. “Este dibujo no lo hizo nadie de mi cultura”, explica, haciendo alusión a un muñeco dibujado sobre ese punto, que en tiempos pasados fuera lugar de ceremonias.

Todos estos comportamientos, según Bunkuúa, van a terminar por reventar la frontera que se ciñe sobre la tierra y que no permite que la maldad la invada.

“Por eso es que ocurren todos esos desastres naturales, esos maremotos, esas cosas que pasan por allá en Estados Unidos. Nuestra Madre nos está pidiendo que no olvidemos que descansamos sobre el cuerpo de ella”, puntualiza Bunkuúa, quien en época de vacaciones se desempeña como guía ecológico en la Quinta de San Pedro Alejandrino, situada en Santa Marta.

Un líder

José Manuel es catalogado por sus compañeros, profesores, e inclusive, funcionarios de organizaciones públicas y privadas de Santa Marta, como un verdadero líder.

“Cuando ingresó al colegio, sus compañeros se sentían un poco extraños, pero con el tiempo cada uno fue respetándolo y admirándolo. Es una excelente persona, buen estudiante y muy dedicado”, cuenta Carlos del Prado, coordinador del grado once, en el que estudia Bunkuúa.

Fue elegido como personero del Instituto Educativo Distrital Eduardo Vives, en una contienda en la que dobló en votos a su competidor. “Aquí lo respetan mucho. Él lidera campañas para mejorar el ambiente escolar, organiza actividades recreativas, y difunde con dominio el saber cultural y turístico que tiene de la región”, explica Carlos del Prado.

Amante del trabajo, José Manuel Pinto, ha luchado desde muy temprana edad. Sus tardes las dedica al estudio, y en las mañanas, vende paletas en algunos colegios para ayudar a su padre. También, son muy conocidas las manillas que elabora de forma muy cuidadosa.

Los fines de semana labora en uno de los restaurantes del Parque. “Preferí ser mesero para poder, primero, conocer mucha gente, y segundo, comprender sus actitudes, saber cómo les gusta que sean tratados y ver cómo me tratan”.

Fidel Vargas Salcedo, gerente de Proyectos Turísticos de la Alcaldía de Santa Marta, no duda en afirmar que “a pesar de sólo conocerlo hace un mes, me tiene anonadado con su inteligencia y sabiduría”.

Transparente, limpio, sencillo y grandioso, son las palabras con las que Salcedo describe a Bunkuúa, quien está metido de lleno en el proceso turístico que hoy atraviesa la ciudad.

“Su mensaje de preservar la naturaleza es impresionante. Se ha convertido en el mediador entre el Gobierno local y la Sierra Nevada de Santa Marta”, asegura Salcedo.

Tanto es conocida su labor, que ya ha trascendido fronteras. “Me dicen que salí en Caracol, pero yo no me vi., como no me gusta la televisión. Y por ahí me contaron que salí en CNN, pero ni sé qué es eso”.

Aspira a estudiar Derecho para luchar por las comunidades indígenas, y sueña despierto con convertirse en senador de la República.

Pese a todo lo que su vida pueda cambiar, asegura: “Siempre seré Bunkuúa, el mismo, el de siempre”.

 

 

 

 

 

 

 

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