Lo que pasó el viernes santo del 10 de abril del 2009 quedará en los anales de la historia de Puerto Montt como el primer estallido xenofóbico en nuestra ciudad. La acción realizada en contra de la comunidad Gitana ubicada en el sector de población Antonio Varas norte, donde un grupo indeterminado de personas incendiaron cuatro vehículos y destruyeron todo lo que encontraron, refleja un malestar, rabias contenidas que se van acumulando dentro de nuestra sociedad.

Menos estado, más salvajismo

Es indudable que la crisis económica y la decadencia de las instituciones del Estado producto de los casos de corrupción y violaciones a los derechos humanos han propiciado estos hechos. La comunidad se siente ajena a la ley, donde el individualismo, la fragmentación social, propicia que no haya ciudadanía, sino tumulto, muchedumbre, que se guía por el instinto, lo que se dice, el rumor, los comentarios, es más fuerte que los mecanismos de la justicia que se ven inoperantes, lentos o caducos.

La desconfianza al Estado y a los órganos de poder ha creado un sentimiento de rebeldía en la población que busca cualquier excusa para liberarse. Las leyes del mercado, la fuerza que van teniendo las grandes trasnacionales sobre el mismo Estado, dejan al ciudadano convertido sólo en un consumidor, su voz se valora como competidor y productor, no su saber, ni su creatividad. Una ruptura entre las aspiraciones de la sociedad y los intereses del sistema actual queda en evidencia con la violencia. En las salas de clases, dentro de las familias o contra cualquiera que sintamos diferentes y que rompa nuestra estructura de orden.

Los Gitanos: cuando el prejuicio triunfa

En 1900, Gitanos procedentes de la ex Yugoslavia llegaron a Chile, siendo hoy en día unos 6.800 individuos. Desarrollaron una vida seminómada propiciado por las persecuciones que vivieron en Europa desde el siglo XV. Actualmente existen en nuestro país tres categorías de Gitanos; los que se encuentran integrados a la sociedad y que ocultan su identidad veladamente, los que tienen vivienda estable, pero tienen problemas de integración por los prejuicios sociales y que viven un proceso constante de trasformación sociocultural en su seno social y los que están segregados en sectores periféricos o inhóspitos de la urbe que están en permanente movimiento su población.

De estos últimos son los Gitanos que se alojaron en esos campamentos en Puerto Montt. Tienen familias nucleares y extensas con una situación precaria en el acceso a los servicios básicos. Escaso contacto con la población de su entorno, por su movimiento nómade alrededor del país y el carácter cerrado de su comunidad, en que la familia lo es todo. Donde las mujeres y los niños son proveedores a través de la práctica de la cartomancia, quiromancia o la mendicidad. Los hombres apoyan el sustento de la familia a través de la orfebrería de cobre y comercio de vehículos de segunda mano. Son bilingüitas hablan un español romantizado es decir afectado por los modismos de su lengua materna el rromani.

Más allá no se sabe mucho producto de la escasa investigación sobre este grupo étnico y el escaso interés del Estado de Chile de propiciar una política de verdadera integración intercultural de este grupo con el resto de la comunidad. Los prejuicios, alimentados por los miedos y la dificultad de estos gitanos a interactuar con la sociedad oficial ha generado esta situación de marginalidad que producto de las recientes circunstancias sea una oportunidad de generar mecanismos para solucionar sus problemas sociales latentes.
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