Por Roberto Carlos Astorquiza Aguirre
Frente a los diálogos de paz tramitados por el presidente Santos con la guerrilla de las Farc, hay que decir que las cosas no salieron como se esperaba. Ni Santos, ni las Farc, ni la comunidad internacional, ni los opositores, esperaban que el 2 de octubre de 2016, una minoría mayoritaria, ganara por un escaso margen con el NO.
Dicho resultado complejizó la puesta en marcha de una decisión, en principio constitucional, ya que el presidente está facultado para decidir sobre la paz, él ya había recibido un mandato ciudadano, buscar la paz. Está claro que muchos colombianos se la jugaron en la segunda vuelta presidencial por su reelección apoyando su promesa de paz, es decir, el presidente no tenía la obligación de someter los acuerdos firmados en Cartagena a un proceso plebiscitario, ésa también fue la postura del ex fiscal Montenegro. No obstante, en ese y en este momento, el tema trasciende el marco normativo, hay muchos intereses más en juego, siempre los hubo, y en esa hojarasca quedaron congeladas, por ahora, las posibilidades de iniciar un reencuentro colectivo, a partir de unas reformas mínimas y unas reglas básicas de convivencia, como por ejemplo, no utilizar la violencia y no matar por política.
Santos pensó desde su atril presidencial que era imposible que una propuesta de paz acompañada de toda la parafernalia oficial fuera rechazada, así hubiera sido por una parte pírricamente mayoritaria, sus cálculos políticos eran otros: salir fortalecido del plebiscito con unos millones de votos a su favor, legitimar todo su gobierno, el que en buena medida ha brillado por su distanciamiento con los intereses populares, y por supuesto, erigirse como jefe natural de toda la derecha, y para eso tenía que propinarle un nocaut a Álvaro Uribe, clarificando el camino para su candidato presidencial en el 2018.
Esa maraña tuvo y tiene atrapada las posibilidades de una paz grande y duradera, sumado a lo anterior, es preciso reconocer que al sistema político y a buena parte de la sociedad colombiana, le es precaria una prefiguración ética que determine comportamientos basados en el respeto por la acción democrática contraria y diferente. Los resultados electorales del 02 de octubre, indican que aún prevalecen como expresión de una forma de convivencia pre moderna: la defensa a ultranza de la concentración de la tierra y de intereses económicos, los cuales siguen siendo considerados por sus detentadores, como superiores; lo que impide incorporar con plena vigencia las más elementales garantías liberales, como el derecho a existir, a expresarse y a detentar el poder por parte de quienes pueden representar intereses contrarios pero legítimos. Me atrevo afirmar que muchos de los que votaron por el No y principalmente quienes no votaron en el plebiscito, no se persuaden del gran atraso que tiene nuestra sociedad en términos de civilidad y convivencia digna. Esa triste situación, es copada por la ideología retardataria con Uribe, Pastrana, Ordoñez y algunos más a la cabeza, quienes a través de mentiras se conectan con los miedos, los odios y las emociones de muchos, que terminan siendo utilizados en la defensa de sus privilegios y hegemonías.
Aún en este difícil contexto, con unas fuerzas armadas revolucionarias en el limbo, se levanta la esperanza, miles se reúnen en plazas y avenidas proclamando la necesidad de la paz, se inician los diálogos con el ELN, parece ser que el Nobel para Santos más que un reconocimiento a un logro, se asume como un espaldarazo de la academia sueca y la comunidad occidental, para que continúe con un proceso que debe ser irreversible.
Por último, en todas estas que dice y hace la izquierda y los sectores democráticos, la historia los ha notificado, sino no son capaces de presentar una propuesta extraordinaria que transcienda los protagonismos individuales y sectoriales, quedaran nuevamente como espectadores en este nuevo frente nacional en ciernes, sálvese quien pueda. Afortunadamente aún están a tiempo de conectarse con esas ciudadanías apáticas y que siguen siendo mayorías plenas, amanecerá y veremos.
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