Entre el 16 y 18 de septiembre se celebró en la ciudad de Cartagena la Conferencia Internacional de Derechos Ambientales y Derechos Humanos, convocada por Amigos de la Tierra Internacional. Actualidad Étnica presenta la declaración final del evento
Declaración final
Doscientos cincuenta delegados de organizaciones ambientalistas, ONGs y movimientos sociales de todo el Planeta hemos examinado concienzudamente cómo muchos gobiernos pregonan las virtudes del libre mercado, que benefician principalmente a las grandes empresas transnacionales y a las elites económicas del Planeta, mientras se acrecienta la guerra y se empobrecen cada vez más los pueblos y las naciones del Sur, principalmente.
Acudimos a Cartagena convocados por el son de los tambores africanos que todavía retumban en la geografía de América, como lo han hecho durante los últimos trescientos años, llamando a la emancipación y a la resistencia contra la esclavitud y el destierro que se padecen.
Reconocemos que aunque ha habido avances significativos en el reconocimiento internacional de derechos humanos individuales, muchos dictadores y torturadores aún gozan de impunidad y violaciones de derechos colectivos y derechos ambientales, causadas por un modelo económico depredador, prevalecen y crecen.
A los pueblos desheredados de todo el Planeta, negros indígenas, campesinos, y habitantes de las barriadas, se les arrebata el aire, el agua y la tierra, se les arrincona en los lugares más insalubres, se les somete a la hambruna, se les ahuyenta de los lugares turísticos, se les persigue y se les encarcela. A los negros en Colombia, se les asesina y se les impide enterrar a sus muertos en contra de su tradición. Nosotros afirmamos que estas son injusticias sociales cometidas por unos pocos en contra de casi toda la humanidad.
Las injusticias ambientales son el pan diario de los trabajadores en las fábricas, de los vendedores ambulantes en las calles, de las mujeres, niños y niñas que cargan el agua escasa desde distancias inmensurables. La contaminación urbana se concentra en los lugares que habitan los más empobrecidos, allí se localizan los efluentes de las aguas servidas y las gentes se disputan con las aves de rapiña las sobras en los basureros.
En Colombia, las fumigaciones que persiguen exterminar los cultivos de coca y amapola, base para las sustancias psicoactivas que son la escapatoria de jóvenes desesperanzados en todo el mundo, se llevan a cabo a sangre y fuego y en contra de toda razón jurídica, médica o social. Pero, así como se fumiga la Amazonía también se fumigan grandes extensiones de cultivos agrícolas dejando una gran huella tóxica e infertilizando las tierras.
Hemos venido de África, de Asia, de Europa, de Australia, de Oceanía, de toda América, citados por quenas y zampoñas y las gaitas fiesteras de los indígenas. Hemos afirmado nuestro compromiso de resistir a la injusticia de los codiciosos del Sur y mayoritariamente del Norte, que destruyen los valores ancestrales y las culturas, que ocupan los lugares sagrados, que instalan máquinas que horadan y mancillan la Tierra para sustraer los metales, los minerales, el petróleo, y las aguas prístinas. Los codiciosos polucionan las aguas e inundan las tierras fértiles y despojan a los débiles y extinguen la vida y desaparecen los peces y llenan represas para generar energía que dilapidan. Los codiciosos invaden la cotidianidad de los pueblos con torres petroleras y diseminan las modernas pestes transgénicas; ellos talan selvas y bosques para hacer envolturas de papel para objetos inútiles.
Es por su voracidad que surgen los problemas ambientales. Y es por la existencia de estos problemas que nuestras sociedades padecen, por lo que estamos decididos a fortalecer y multiplicar nuestras organizaciones. Los defensores de los derechos ambientales y los derechos humanos existimos porque a la Naturaleza y a los seres Humanos se nos niegan los derechos. Porque hay injusticias ambientales es que procuramos la justicia ambiental.
Por eso, organizaciones como Environmental Rights Action de Nigeria, germinan y luchan para que las empresas no violen sus derechos y no se alíen con las dictaduras; Madreselva, en Guatemala, en alianza con la red Oilwatch, luchan porque han visto que el lugar sagrado de Tikal, en las selvas del Petén, está siendo profanado, como han sido profanados la desembocadura del Níger, del Orinoco y las costas de Galicia, Alaska y de Brasil por la industria petrolera.
Porque los Bancos Multilaterales y las Agencias de Crédito y todos sus congéneres no se responsabilizan de las consecuencias sociales, políticas y ecológicas de sus operaciones financieras es que existen campañas y redes que las confrontan. En Cancún, campesinos y movimientos sociales se alían con los países que se oponen a las reglas de comercio injustas, y protestaron contra la OMC, porque saben que esta institución trata de garantizar derechos para Corporaciones Transnacionales en vez de derechos colectivos y ambientales para los pueblos.
Porque la comercialización de la producción y la distribución del agua y la energía dejan a miles de personas sin acceso a estos servicios, como es evidente en la Costa Caribe Colombiana, donde los habitantes de las barriadas sacrifican sus ingresos para pagar los crecientes costos, es que existen iniciativas como la Plataforma de Energía que crea escenarios para la confluencia de organizaciones que levantan reivindicaciones comunes sobre las condiciones de operación, el acceso y la calidad de los servicios de energía.
En Estados Unidos han surgido organizaciones que luchan por la Justicia Ambiental y contra la discriminación ecológica y aún, que sepamos, no las han llamado terroristas. Algunas de nuestras organizaciones han surgido en Europa, en Asia y en Oceanía, luchando ante las catástrofes ocasionadas por las centrales nucleares y la explotación de materiales radiactivos; otros para oponerse desde su condición de habitantes de los bosques a la capacidad destructiva de los monocultivos forestales y las plantaciones de árboles. También nos hemos organizado frente a las amenazas sobre las comunidades rurales y los consumidores en todo el mundo debidas a la introducción de Organismos Genéticamente Modificados –OGM- que destruyen prácticas agrícolas tradicionales y minan la soberanía alimentaria.
Nuestras organizaciones no han surgido como fruto de una conspiración, ni de un complot terrorista ni pasado ni reciente, sino que existen porque los derechos ambientales y humanos y de los pueblos son conculcados y negados. Nuestras organizaciones son reconocidas, premiadas y apoyadas, local e internacionalmente por su profundidad argumentativa, por su tesón, su compromiso, su equidad y su búsqueda de la justicia ambiental. Muchos gobiernos deberían aprender a defender los derechos y la soberanía frente a la explotación desmesurada de su patrimonio y sus ciudadanos por el gran capital; deberían aprender de las organizaciones ambientales y de derechos humanos a defender los derechos de sus pueblos, contra las actitudes imperiales de las instituciones, las naciones codiciosas y las Compañías Transnacionales.
Para lograr la seguridad, palabra que en latín se refiere a la paz, ha de combatirse la inseguridad. La inseguridad viene de que muchos gobiernos, especialmente del llamado Grupo de los Ocho, instituciones multilaterales y el gran capital buscan la seguridad de unos pocos, sacrificando la seguridad de las mayorías.
Nos proponemos que la palabra seguridad recobre su significado, queremos seguridad ecológica, alimentaria y energética. La seguridad de que no vendrán a expropiarnos el agua. La seguridad de que no nos desaparecerán los nevados, de que no desertizarán nuestras selvas y tierras, que no continuarán alterando el clima; la seguridad que los campesinos no serán desplazados, que la Amazonía no será fumigada, que la Banca Multilateral (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, etc.) no seguirá financiando el saqueo y la destrucción del Planeta. Queremos seguridad de que no se seguirá criminalizando ni persiguiendo a los defensores de derechos humanos, a los ambientalistas, ni a quienes se manifiestan contra las injusticias y la guerra.
Nosotros queremos la paz y la seguridad para todos. Queremos la seguridad de que tendremos un Planeta habitable para ofrecer a las generaciones presentes y futuras. Por ello nos comprometemos a articular nuestros propósitos y nuestras acciones para construir un mundo con justicia ambiental y social.
La anterior declaración fue firmada por alrededor 230 delegados de las distintas organizaciones que asistieron al evento.