Con el propósito de adelantar un trabajo donde las prioridades de las minorías étnicas estén en la agenda del Concejo de Bogotá, la líder comunal de origen chocoano, María Eufemia Lozano, aspira desde la corporación hacer conciencia entre los capitalinos de reconocer la diversidad y la pluralidad como componentes esenciales de una ciudad que es expresión de todo el país. Actualidad Étnica conversó con ella sobre su trabajo y la propuesta que le ofrece a los bogotanos.
¿Cuál es el origen de María Eufemia Lozano?
Mis orígenes están en la recóndita población chocoana de Itsmina, una población rural que, siguiendo la tradición histórica de las zonas rurales colombianas, vive en condiciones muy complejas de abandono y precariedad, una población que tiene que observar como su inmensa riqueza natural es un enclave económico que se explota sin que sus habitantes obtengan beneficio alguno. Siguiendo la lógica a la que se tienen que ver abocados los campesinos colombianos en medio de un contexto de violencia y marginalidad, tuve que emigrar a Bogotá, abrirme paso en una ciudad que recibe a los indígenas, negros y campesinos con agresividad, rechazándolos y excluyéndolos.
¿Y la relación que tiene con Bogotá?
La relación nace desde la misma actitud que tiene la ciudad con el inmigrante, porque lo que le queda a una persona después de tener que abandonar sus referentes culturales, pues es comenzar a construir unos nuevos referentes socioculturales desde espacios que se tienen que aprehender. Esa actitud que tuvo la ciudad conmigo fue lo que me dio las fuerzas necesarias para iniciar la carrera de Educación en la Universidad INNCA, teniendo el convencimiento de que es mediante la pedagogía que podemos construir un entorno más armónico. Ahora, tuve la fortuna de llegar a Villa Amalia, un barrio ubicado en la localidad de Engativá, con todos los problemas característicos de los barrios subnoarmales. En esas calles que en un comienzo no eran calles tuve la oportunidad de proyectar un trabajo comunitario que, junto con mi trabajo como docente, me convirtieron en una líder que lleva más 19 años trabajando al lado de las comunidades.
¿Cuál es el recorrido que tiene María Eufemia como líder?
Como líder comunitaria he tenido todo un recorrido que parte como líder comunal, que continúa como edil en la localidad décima y continúa en la actualidad como Concejal de Bogotá y representante de las minorías étnicas del partido Liberal. El trabajo en esos 19 años ha sido fructífero y muy gratificante. En la localidad de Engativá, las comunidades del sector de Engativá Pueblo, por ejemplo, sector compuesto por barrios subnormales, hay un reconocimiento de cómo mi gestión en el tema educativo fue preponderante, no sólo con proyectos que permitieron la remodelación de las instalaciones de los planteles más pobres de la localidad, también con la construcción del Centro Educativo Distrital Villa Amalia, que hoy brinda educación a 1200 niños. Esa misma línea la he seguido en el Concejo de Bogotá, trabajando por favorecer a las comunidades.
¿Cómo observaba a Bogota cuando era una líder comunal y cómo la observa ahora desde el Concejo?
De la misma forma, porque el Concejo de Bogotá es solo un escenario para seguir trabajando, con mayor propiedad y con una mayor nivel de injerencia, por la gente, tanto la gente de los barrios como la gente campesina, indígena y negra que sigue llegando a la ciudad desplazada. Bogotá, a pesar de los cambios que ha tenido en su infraestructura, en la recuperación del espacio público, sigue teniendo problemas socioeconómicos muy graves a nivel de servicios públicos domiciliarios, donde tuve que presentar ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca una Acción Popular en contra de la Alcaldía Mayor para que cumpla con el deber legal de reglamentar el Fondo de Solidaridad y Redistribución de Ingresos, cuyo objetivo es asumir paulatinamente el impacto económico ante el desmonte de los subsidios de las tarifas de los servicios públicos para los estratos 1, 2 y 3, muy a pesar de ser una responsabilidad de la Administración Distrital, tal y como está previsto en la Ley 142 de 1994, el Decreto 565 de 1996 y el Acuerdo 31 de 2001.
¿Pero no hay una mirada distinta?
Si se quiere comprender a una ciudad como Bogotá hay que entender un elemento fundamental: la ciudad no es una infraestructura física o unas instalaciones hermosas, la ciudad es la gente; la gente es la carne de la ciudad, porque sin la gente pues no tendríamos ciudad. Desde esa perspectiva, la mirada que tengo de Bogotá sigue siendo la misma en cuanto a su composición, en cuanto a sus problemas. Es decir, como líder comunitaria o como concejal me sigue inquietando como los espacios públicos no están hechos para el encuentro y la socialización, sino para el tránsito y la circulación; me sigue inquietando como, a pesar de la modernización que experimenta la ciudad, existen un alarmante incremento de las enfermedades transmisibles como la tuberculosis, que deterioran las condiciones sanitarias generales en que vive la ciudad y que exponen a la población a nuevos contagios, como los niños se siguen muriendo de infecciones respiratorias agudas; me sigue inquietando como se busca de manera infructuosa recuperar el espacio público, cuando a las calles siguen arribando personas desempleadas y desplazadas a buscar su sustento. Creo que frente a temas como los que he mencionado hay mucho por hacer, sobre todo cuando problemas como el desplazamiento forzado proyectan a la ciudad como un escenario complejo en términos sociales.
Usted como mujer afrocolombiana y como una líder forjada en un barrio subnormal ¿cómo percibe precisamente el tema del desplazamiento?
La problemática va desde la tradicional discriminación que sufre el recién llegado hasta fenómenos tan complejos como el desplazamiento que se está viviendo al interior de la ciudad. Quizás lo más grave es que el tema no es motivo de discusión al interior de corporaciones como el Concejo de la ciudad. Es como si esa persona que llega a la ciudad y que comienza a vivir en la ciudad no fuera considerado como una parte fundamental de Bogotá. Es como si esa persona no tuviese derecho a ser tenido en cuenta en los planes de inversión. Es como si ese inmigrante afrodescendiente, campesino e indígena no comenzara a ser parte de las dinámicas de la ciudad. Es sorprendente como todavía cuesta comprender que Bogotá es una ciudad de inmigrantes.
Pero frente al problema concreto ¿qué hacer?
Evidentemente el trabajo se debe adelantar desde distintos tópicos, pero lo primero que hay que hacer es que se convierta en prioridad tanto de la Administración Distrital como de las administraciones locales. El problema del desplazamiento ya no es exclusivo de localidades como Ciudad Bolívar o Usaquén. El desplazado, como un errante, vaga por toda la ciudad sin tener un sitio fijo, buscando donde asentarse, ocultando su condición de desplazado para que no sea víctima de la discriminación. En este momento se desconoce el impacto que el desplazamiento está teniendo para la ciudad y sus 20 localidades en cuanto a la transformación de las dinámicas socioculturales, se desconoce cómo se transforman los imaginarios y las representaciones de la ciudad con unas comunidades que tienen que adaptarse a la ciudad, pero que a su vez modifican las mentalidades del resto de los habitantes. El tema, obviamente, no es fácil.
¿Una prioridad para Bogotá y los bogotanos?
Por un lado, el tema del desplazamiento, porque es un fenómeno que está en aumento, lo que implica pensar en estrategias de atención que involucre a las entidades de orden Distrital con las entidades de orden nacional. Por otro lado, el tema de los servicios públicos, el cual se está convirtiendo en una bomba social.
¿Un mensaje para los bogotanos, incluyendo a las minorías étnicas?
Que más allá de la arqueología urbana, la ciudad son ustedes, la gente. La ciudad definitivamente es el reciclador, el sonámbulo, la prostituta o el prostituto, el urbanizador pirata, el alcalde mayor y los veinte locales, el travesti, el deportista, el sacerdote, el desempleado, el sicópata y hasta el sociópata, la poesía, la policía, el político, yo, tú, el invisible, el anónimo, el estudiante, el maestro, el aplazado y el desplazado, los negros y las negras en todas sus tonalidades y los blancos y las blancas entre fusas y semifusas. Eso es algo que no me cansaré de repetir.