La Institución del Jaibaná, encarnada en individuos de la etnia  está vinculada estrechamente al mundo mítico de los Embera, afectando, de diversa manera, la vida de todos los individuos de la comunidad  en algún momento de su existencia. Ningún integrante de los Embera puede  ser indiferente a la figura del Jaibaná, ni podrá esquivar su presencia y sus efectos sin desprenderse de su contexto cultural.Los Embera poseen un cuerpo mítico particular y común a todos los grupos, aunque con variaciones de uno a otro grupo. Para todo el cosmos se compone de varios mundos superpuestos, en medio de los cuales se encuentra la tierra que habitan los humanos. Tanto arriba como abajo están los mundos donde moran los seres primordiales y los héroes fundadores, encarnación de principios y conocimientos esenciales. De acuerdo con los mitos  compartidos, en el origen esos mundos se hallaban comunicados y los Embera podían desplazarse de uno otro, pero ahora, tal desplazamiento sólo pueden cumplirlo los JAIBANÁ

 

El Jaibaná es quien conoce y tiene alianzas con los Jai o esencias de los seres y las cosas.  Los Jaibaná pueden utilizar ese conocimiento y el control que, hasta cierto punto, les conceden tales alianzas, para curar o producir enfermedades corporales y espirituales  a los humanos, propiciar la abundancia de recursos naturales y el éxito de su explotación o bien restringirlos, ocultarlos o reservarlos y hacer que fracasen los  intentos de aprovecharlos. Tiene poder entonces para generar o resolver conflictos individuales o colectivos.

 

Cualquier persona, hombre, mujer o adulto puede llegar a ser Jaibaná, siempre y cuando siga el proceso de aprendizaje adecuado bajo la guía de un maestro Jaibaná con una mayor experiencia y un más hondo conocimiento.

 

Tanto las sesiones de aprendizaje como las ceremonias jaibanísticas propiamente dichas, se realizan dentro del tambo en el transcurso de la noche – Es durante el sueño cuando el Jaibaná  formula su diagnóstico y define el procedimiento terapéutico que corresponde—los elementos propios del ritual son varios.

 

En primer momento cada uno de los Jais es representado en un bastón de palma o madera con diseños antropomorfos, zoomorfos y abstractos, de suerte que el número de  bastones indica la cifra de jais que puede controlar un Jaibaná. También se elaboran, especialmente para la ocasión  tallas en madera de balso y tintes corporales para los asistentes. En el tambo se dispone de una especie  de “altar”  confeccionado con hojas de bijao u otras plantas-, donde se colocan  recipientes de calabazo, plantas aromáticas  y bebidas embriagantes, cerca de un barco destinado al Jaibaná, quien cuenta con la ayuda de mujeres jóvenes para  hacer los preparativos y preparar la ceremonia. Esta comprende, a grandes rasgos,  una serie de cantos  entonados por el Jaibaná al tiempo que bebe chica, guarapo o aguardiente, fuma tabaco, sopla y bate hojas bijao u otras plantas, siempre frente al enfermo o a quien demande sus servicios y a los familiares de este.

 

A pesar de que ser Jaibaná no constituye propiamente un cargo religioso o político, ellos detentan un poder socialmente aceptado y reconocido que le otorga un papel clave  en el control de los recursos naturales y en el manejo de los conflictos sociales de su comunidad. Son respetados, temidos, consultados y acatados.

 

Según la mayoría de los investigadores, el sentido que puede aclarar  la permanencia de esta institución, su vitalidad y su persistencia, tiene que ver con dos factores de  simultaneidad crítica:

 

  1. El enfrentamiento  largamente prolongado con una cultura extraña, agresivamente etnocentrista (la cultura occidental). En efecto, esta institución, ha representado, desde que se inició el contacto con los conquistadores, una de las barreras más fuertes de la cultura aborigen a las influencias externas, y  ha soportado los ataques persistentes del occidente católico empeñado en imponerle su propia norma.. Como defensa cultural, los Embera mantuvieron su institución mágica, en forma soterrada por largos espacios de tiempo, ocultas a las miradas inquisidoras, en las épocas coloniales

 

 

  1. La realidad contradictoria (dual) del Jaibaná  en el interior de la comunidad, esto es, dispensadores del bien y del mal de una manera simultánea.  La comunidad vive la dualidad implícita en los atributos y ejecutorias de los chamanes en su condición de benefactores y depredadores, atributos inherentes a su especialización cultural. "El jaibanismo desata en los individuos sensaciones y sentimientos opuestos, encontrados o alternos, según las situaciones: de confianza y esperanza, cuando se acude a él para recuperar el estado de normalidad cultural, física y mental, perdido por causas físicas, sociales o sobrenaturales; de temor  o desconfianza, por los poderes maléficos que a sus espaldas desata o puede desatar el Jaibaná, por sí o por demanda de terceros, para satisfacer venganzas o deseos  inconfesables; y de destrucción y rencor cuando  lo requiere para hacer daño  a quienes envidian y aborrecen, sin tener que dar la cara ni afrontar las consecuencias directas que podría acarrear un intento de daño frustrado." (2)

 

 

1) Síntesis a partir del texto “Chajerado el río de la caña flecha partida”, de los investigadores Luz Marcela Duque, Ivan Dario Espinosa, Aida Galvez, Diego Herrera,  Y Sandra Turbay.

2) Revista Colombiana de Antropología. Vol. XXV, años 1984-1985, Roberto pineda Giraldo y Virginia Gutiérrez de Pineda.  "El Jaibaná, Orígenes Míticos

 

 
Escribir un comentario

Código de seguridad
Refescar