Los Embera perciben los conceptos de territorio y frontera de modo diferente a como son percibidos por la cultura occidental. De acuerdo con las definiciones planteadas por la investigadora Patricia Vargas Sarmiento (1) y otros, su cultura los asume de la siguiente manera:

 

Territorio: La apropiación cultural de un espacio por la sociedad está determinada en términos de instituciones políticas que, para el caso Embera, son la familia y la parentela. Incorpora elementos como la autonomía  y las formas de organización y autoridad, sobre la base de una propiedad colectiva de la tierra. El territorio no es un activo, es el hábitat que posibilita el complejo sistema de las interacciones cotidianas de los individuos y los grupos en un espacio físico determinado. La interacción con el paisaje da elementos para establecer formas y características  propias de ocupación territorial. 

 

Frontera: Se entiende como la transición entre dos o más territorialidades. Esto es, en territorios donde predominan formas culturales de una sociedad específica se dan avanzadas de otras sociedades en  formas tales como la militar, la misional, la economía extractiva, la comercial, la minera, la agrícola. Los nativos pueden responder de forma distinta: con el enfrentamiento, la alianza, el establecimiento de relaciones comerciales, la huida o con la sujeción. La frontera no es la línea separadora definida por occidente, sino una categoría más compleja articulada a la cultura misma.

 

Para las comunidades Embera existe también una dimensión temporal de lo territorial, expresada en ciclos de larga, media y corta duración. Así lo demuestra la movilidad de la población, la variación periódica de los lugares de vivienda, la rotación de lotes de cultivo, el aprovechamiento estacional y cotidiano de los recursos de caza, pesca y recolección que atiende también la territorialidad de las especies naturales y sus ciclos reproductivos.

 

Estos ciclos y estaciones que determinan los ritmos de la población y de la vida familiar y comunitaria son marcados y reforzados con eventos sociales y rituales. Así, pues, la territorialidad confirma una tupida red de prácticas y creencias que vinculan estrechamente territorialidad e identidad cultural. 

 

Estas nociones de frontera y territorio dejan planteado un conflicto en términos de la interacción con otras culturas, con nociones distintas y contrarias, e incluso relativiza la misma noción de conflicto territorial sobre todo en contextos de desarrollo, pues plantea lógicas y planos diferentes de análisis e interpretación de los fenómenos que se articulan a él.

 

Territorio tradicional y territorio legal

 

En cuanto a la definición de los límites se puede establecer que el territorio percibido como propio e incorporado a la producción material y simbólica no corresponde exactamente con el territorio legalmente constituido como resguardo. La inconsistencia entre territorio percibido y territorio legal puede explicarse, en primer lugar, por los criterios empleados por los funcionarios para delimitar los resguardos tales como las divisorias de aguas, es decir,  las colinas o montañas que separan las cuencas de los ríos, mientras que los indígenas al privilegiar los ríos como referentes los perciben también como fronteras entre el territorio propio y el ajeno. Esta inconsistencia evidencia que la comunidad no tiene incorporados en su vivencia los límites ¨ legales ¨ de sus territorios.

 

Los ríos, así mismo, hacen parte de la visión cosmogónica y de la cultura, pues a su devenir se articulan prácticas sociales relacionadas con su ciclo de vida. Son importantes medios de comunicación; suministran el pescado, base principal proteínica de su alimentación; están presentes en los principales momentos de la historia de hombres y mujeres: terminada la faena del parto la mujer se sumerge en la corriente del río con el niño en sus brazos para que reciba el primer baño, arroja al agua las hojas que reciben la hemorragia para luego regresar a casa (Pineda, 1984); para la fiesta de iniciación de la niña (hémedé), por el río también fluye la alegría que convoca a la fiesta. Pero por ellos también llegan los explotadores de recursos naturales, los colonos, los guerrilleros, los paramilitares y todo tipo de agentes estatales y personas que imponen modelos distintos de desarrollo.

 

 

1) Vargas Sarmiento Patricia, Los Embera y los Cuna: Impacto y Reacción ante la ocupación Española.  CEREC/ICAN, 1993.

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