Cerca de donde termina la tierra vive una gente de nombre susona; son unos seres raros que crecen con extraordinaria facilidad: hoy son niños y mañana ya son viejos; su oficio es trabajar en las huertas y esperar a que le de hambre a Kaká, personaje que fue amarrado por Bistoá, el abuelo de los Tunebos.
Kaká es una mujer que permanece atada bocabajo y tiene que comer cada año; en caso de no hacerlo, morirá de hambre y cuando esto suceda, se caerá la tierra; Kaká es la culpable de que los Tunebos envejezcan, seguramente como castigo porque éstos viven sobre ella, a sea sobre sus espaldas.
Kaká vive en una cabaña muy honda, por allá... en lo más profundo de las rocas; cuando tiene hambre se escucha un ruido ensordecedor y la peña se va abriendo poco a poco como si fuera una puerta, y... empieza a temblar: es la boca de Kaká que se abre para que le den comida.
Los que viven en las cercanías se asoman para ver si la peña está abierta y corren a avisar a los demás para que traigan qué darle; presurosos se alistan como si fueran para un viaje sin regreso; llevan de todo, llegan hasta la orilla de la boca, ven a través de la luz del sol que la penetra una especie de camino muy hermoso y se introducen por él hasta llegar a un punto llamado Tina; allí se les acaba todo lo que llevan y empiezan a sentir un frío intenso y a soportar un viento arrasador; cuando Kaká se da cuenta de esto, cierra la boca y la roca vuelve a quedar como estaba antes y... vuelve a temblar; entonces cesan los ruidos como por encanto; es que ya ha calmado el hambre devorando a todos los que quedaron en su interior; la primera vez que estos sucedió, sólo logró escaparse uno, encargado de contarlo todo y... los susonas van felices a servir como comida a Kaká, porque son sabedores de que así llegarán al cielo.
Cuando Kaká está muy cansada, trata de encogerse como para descansar y en este instante también tiembla la tierra.