“Dios crió a un hombre y a una mujer. Ambos eran negros”. Andaban al tiempo, el matrimonio tuvo dos hijos que se llamaron Caín y Abel. Caín fue malo y perverso, pues desde chiquito se dedicó al trago, a las mujeres y al juego.
Abel, por el contrario, fue bueno. Oía misas, respetaba a sus padres y las cosas ajenas, y cumplía con sus compromisos.
Caín, envidioso de su hermano, lo mató una tarde cuando regresaba del trabajo, pero como no hay crimen oculto, Dios se lo preguntó y, después de reprocharle su falta, lo maldijo.
La canillera o temblor de piernas que le dio a Caín fue tan grande que empezó a palidecer hasta tomar el color blanco que conservó hasta su muerte.
Por eso Caín es el padre de la nación blanca que hay sobre la tierra”.
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